Usted está aquí: martes 18 de diciembre de 2007 Política Abuso infantil

Marco Rascón
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Abuso infantil

Como en la revolución industrial inglesa, descrita por Federico Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra, este modelo económico basado ya ni siquiera en la relación capital-trabajo, sino fundamentalmente capital-capital, ha traído, al igual que hace más de dos siglos, la incorporación de los sectores más débiles y vulnerables a la vorágine de las reglas de acumulación y concentración de capital y mercados.

Para esto, la nueva civilización ha creado su propia ética, su moral ambientalista, donde castiga individualmente a los portadores de un vicio, como es el caso de los fumadores, pero al mismo tiempo genera las condiciones para el calentamiento global, se niega a firmar tratados como el de Kyoto y elude su responsabilidad en el cambio climático, que destruye y erosiona ciclos naturales en el planeta.

En el caso de México, la falta de un concepto de futuro, de visión de largo plazo, y el achicamiento del Estado han dado lugar, como parte de la nueva filosofía de la modernidad, a sustituir las políticas sociales, basadas en derechos, por las filantrópicas y caritativas. Las prácticas religiosas como política social y componente del proceso de acumulación han generado, además de individualismo, una distorsión de los problemas de la pobreza, de las enfermedades y del papel de ancianos, adultos y niños. Ahora el bien común, la ética y el comportamiento se dictan desde los centros de poder a través de los grandes medios de comunicación.

Dado este fenómeno, los niños han sido escogidos por los publicistas y los estrategas mediáticos para regañar a los ciudadanos con respecto a muchos de los problemas nacionales.

El asunto de la pedereastia, que ha alcanzado a personajes del ámbito político, eclesiástico, artístico, educativo, familiar y educativo, ha ido acompañado del nuevo papel que se ha asignado a los niños como símbolos de futuro, pero que son presentados como una versión autoritaria permitida, justificada ante el presente irresponsable creado por los adultos.

El gran fenómeno de los “niños de la calle”, que organismos filantrópicos llaman ahora “en situación de calle”, son resultado de aquellas reformas al Código Civil en tiempos de Miguel de la Madrid, cuando el Estado renunciaba a la patria potestad de los niños abandonados, pues anteriormente un niño fuera de la escuela, sin cama ni alimento, era una responsabilidad pública, a cargo del Estado. Con las reformas, las calles se llenaron de niños y de fundaciones para atenderlos discrecionalmente y con recursos limitados.

Hoy para reclamar el desperdicio de agua, la falta de acuerdos en la clase política, la educación, la piratería, los valores, el cuidado del medio ambiente y la seguridad, los publicistas utilizan niños para enviar estos mensajes con verdades contundentes. Hasta el hijo del Presidente es presentado desde el balcón presidencial, uniformado de militar, haciendo el saludo, como mensaje de fuerza, de valores dinásticos y cohesión familiar.

Así, en un mensaje contra la piratería aparecen niños comparando ésta con la compra de exámenes. Los hijos enjuician a su madre, quien llega reventada de trabajar por un salario con el que sostiene a toda la familia y que sólo le permite regalarles una película que no podrán ver en el cine, pues entre boleto, palomitas y golosinas tendría que pagar 500 pesos, frente a un precio de 30 pesos con los que la compró en un puesto ambulante. ¿No es acaso abusar de la infancia transmitir mensajes que denuncian a sus padres por el horroroso delito de comprar productos piratas?

La doble moral de la economía está presente en muchos otros rubros, como salud, donde se enfila contra los fumadores, imponiéndoles reglas que ni harán bajar el tabaquismo, pero sí alimentarán las intolerancias y la visión ultraconservadora de ver exclusivamente mi beneficio y no las causas generales de los problemas y, por tanto, sus soluciones.

La infancia y el proceso educativo en esa parte de la vida son muy importantes, pero es una distorsión abusar de ellos y poner como ejemplo de solución de los problemas la visión infantil sobre las responsabilidades y la información que deben tener los adultos.

La presencia abusiva de los niños contra los adultos, incluyendo a sus padres y familiares, es parte de esa doble moral, que en todo caso transmite también el fracaso de nuestras generaciones y de los adultos contemporáneos para solucionar los complejos problemas de la educación, los recursos naturales, la salud, la seguridad y la ética.

Hoy, cuando las estructuras filantrópicas atienden, vía lo privado, problemas como las discapacidades o las consecuencias de enfermedades por pobreza crónica, esa misma estructura fabrica a los discapacitados, enfermos, abandonados, por miles, y de cada uno que atiende genera más problemas. No obstante, siguen utilizando a los niños, explotando su condición para dar veracidad a sus mensajes.

 
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