Usted está aquí: viernes 14 de diciembre de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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Vicisitudes en un Estado laico

La Iglesia por sobre el Registro Civil

Fe bautismal mata acta de nacimiento

Se los cuento como me lo dijo, y demostró, don Carlos Martínez, habitante de la colonia Condesa, quien sufrió –explica él mismo– ese deceso con el coraje y la amargura de quien no encuentra cómo explicarse un cambio que desdice algo en lo que siempre había creído: el Estado laico.

Y es que don Carlos, de 67 años de edad, quiere salir del país para encontrarse con unos amigos en Barcelona, España, y fue a pedir se le expidiera el pasaporte.

Así, en la oficina de la Secretaría de Relaciones Exteriores de la delegación Cuauhtémoc se le dijo que el documento no se le podía dar porque su acta de nacimiento, el documento oficial con el que el Estado mexicano certifica que nació en este país, había caducado.

¿Cómo? Sí, el acta de nacimiento tiene fecha de caducidad, aunque usted no lo crea. La oficina de pasaportes dice que el documento oficial es “extemporáneo” cuando: “la persona es registrada seis meses después del nacimiento”, es decir, todo aquel registro efectuado, ya sea en México o en el extranjero, seis meses de que haya ocurrido (sic) el nacimiento, se considera extemporáneo”.

Y “cuando el acta de nacimiento rebase la extemporaneidad señalada en los incisos anteriores será necesario que el solicitante, además del acta de nacimiento certificada por el Registro Civil, presente al menos uno de los siguientes documentos expedidos en la República Mexicana”.

Es ahí, en esos requerimientos, que la puerca tuerce el rabo, decía otro amigo –del cual no daré el nombre–, porque uno de esos documentos exigidos por la SRE es la “partida parroquial de bautismo del interesado asentada dentro del año de su nacimiento, y cotejada en los libros de la parroquia correspondiente por notario público”.

El asunto llama la atención porque ahora resulta que mientras un documento oficial, expedido por una instancia de gobierno, expira, según nos dice la SRE, mientras otro, el de la Iglesia católica, no tiene fecha de caducidad, por decirlo de algún modo.

Es decir, para el gobierno actual –cuando menos es ahora que nos enteramos–, el acta de nacimiento que expide el Registro Civil no tiene el mismo valor que el de la Iglesia, lo que a todas luces no debería existir en un gobierno que por sus leyes es laico, y en apariencia, cuando menos en apariencia, es democrático.

Veamos: primero, no todos los mexicanos son católicos, hay, y siempre ha habido, personas que profesan otra religión o que ni siquiera la tienen, es decir, no creen en ninguna de las opciones que ofrecen las diferentes doctrinas. Y segundo, el requerimiento de la SRE resulta altamente discriminatorio, por las mismas razones que expusimos arriba, lo cual desdice el supuesto carácter democrático del gobierno federal.

Es verdad que la dependencia no exige el documento parroquial como única opción, hay otros documentos que el solicitante de un pasaporte puede presentar en lugar del acta de nacimiento que ellos declaran caducada, pero el registro de la Iglesia católica se halla en el tercer lugar de las exigencias que pide la SRE, después del “certificado de nacido vivo o constancia invariablemente para menores de doce años”, y la “copia certificada de la sentencia de adopción del menor, cuando sea el caso”.

Entonces don Carlos, quien ya ha conseguido la mayor parte de los documentos que le pidieron, no se quiere quedar con los brazos cruzados y se compró una grabadora y una cámara de fotografía para dejar constancia de todas las anomalías con las que un ciudadano libre, como dice de sí mismo, tiene que lidiar con un gobierno de derecha. Buena suerte a este mexicano.

De pasadita

Ahora resulta que uno de los consejeros del Instituto Electoral del DF más grises, a quien siempre se consideró el menos capaz de casi todos los que participaron en ese organismo la gestión anterior, es reconocido como uno de los mejores entre los solicitantes de un puesto en el nuevo Instituto Federal Electoral. Nos referimos, desde luego, a Javier Santiago Castillo. Ni duda cabe que algo huele mal en esa elección. Habrá que ver de quién es la mano negra que mece la cuna.

 
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