Usted está aquí: viernes 14 de diciembre de 2007 Cultura Arrecian críticas a gobiernos en AL por no frenar la piratería de libros

La actividad ilícita cala hondo en la región, revela estudio de un centro especializado

Arrecian críticas a gobiernos en AL por no frenar la piratería de libros

Cunden los perjuicios a la propiedad intelectual, debido a la fotocopia de ejemplares

En México, seis de cada 10 obras se comercializan en el mercado informal: Cempro

Reuters

Santiago de Chile, 13 de diciembre. Las historias de corsarios abundan, pero hallar en el centro de la capital chilena un vendedor de libros copiados o piratas, como se les conoce, que antes inundaban las calles, puede convertirse casi en una novela policiaca.

Los abundantes vendedores informales que ofrecían copias de libros a plena luz del día en el Paseo Ahumada, la más importante vía peatonal de Santiago, han desaparecido, al menos hasta que llegue la noche en la capital.

“A esta hora no va a encontrar nada. Mucho paco (policía). Venga cuando esté más oscuro”¸ dijo desconfiado y mirando de un lado a otro un vendedor de periódicos y revistas cerca de la plaza de armas de la ciudad.

Pugnan por el endurecimiento de penas

La falsificación de libros ha tocado hondo en América Latina, región fértil en escritores y poetas galardonados, pero donde cunde el robo y la desprotección de la propiedad intelectual con copias a precios muy inferiores a los originales.

Los más afectados son los libros de interés general, especialmente la literatura de autores locales. Otros son los textos de autoayuda, superación personal y los bestsellers, según un estudio del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y El Caribe.

Pero algunos países de la región, como Chile y México, han decidido poner cortapisas a las mafias que andan a la caza de los libros más vendidos en el continente.

En México, la lucha contra la piratería ha marcado importantes hitos este año, tras decomisarse unas 300 toneladas de copias falsificadas en operativos efectuados en bodegas y vías públicas en el centro de la ciudad de México.

En el centro de Santiago, casi 40 personas fueron multadas desde que hace un mes se lanzó una campaña contra el comercio callejero, que castiga a los que compran libros y otros productos que se venden de manera ilegal.

Además, el gobierno chileno y la oposición enviaron un proyecto de ley al Congreso que considera el endurecimiento de las penas contra el comercio ilegal y la piratería. La policía de investigaciones, en tanto, se alista para estrenar una unidad especializada ante las próximas fiestas de fin de año.

En Perú esperan con ansias el efecto de una reducción a cero del arancel de 12 por ciento que afecta a los libros importados. A partir de 2008, la medida podría traer de vuelta a las librerías a grandes clientes, como los estudiantes.

Una lucha a medias

Pese a los esfuerzos, en el mundo literario arrecian las críticas a los gobiernos de la región por su endeble lucha contra la piratería, debido a que las leyes no son tan duras.

“En la mayor parte de nuestros países existen normas, pero por debilidad, porque los gobiernos y policías están en otras cosas, no persiguen de una manera drástica a quienes cometen ese delito”, dijo a Reuters el colombiano Gonzalo Arboleda, presidente del Grupo Iberoamericano de Editores.

En Venezuela, la copia ilegal de libros ha causado la pérdida de miles de puestos de trabajo en esta década, mientras que Paraguay es uno de los principales abastecedores de falsificaciones a los mercados brasileño y argentino.

En Lima, en espera de la ley que favorece la importación de libros, vendedores informales ofrecen a pocas cuadras del Palacio de Gobierno miles de textos pirateados y otros aguardan el cambio de luces de los semáforos para vender las obras de reciente edición.

Por el derecho de acceder a la cultura

María Eugenia Valdés, ama de casa en Santiago y amante de la literatura, argumenta que, si bien es consciente del daño que provoca una obra pirateada, defiende el derecho de poder acceder a la cultura en un país con altos impuestos hacia los libros en comparación con otras naciones de la región.

“Me encanta leer y sólo lo puedo hacer en libros piratas que cuestan un cuarto o un tercio del precio original (...) no puedo esperar a mi cumpleaños o que llegue Navidad para que mi hija me regale una obra original”, manifestó Valdés.

Pero el presidente del Grupo Iberoamericano de Editores afirma: “En Latinoamérica todavía no tenemos una cultura de respeto por los derechos de los autores y los editores”.

En México, más de la mitad de los libros vendidos son piratas, dijo hace unos días el presidente del Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor (Cempro), Gerardo Gally, en el contexto de la recientemente terminada Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.

“De cada 10 libros en el país, dos son pirateados, cuatro son fotocopiados (...) esto quiere decir que el mercado informal tiene seis libros y de esos no va a entrar un centavo ni al autor ni al editor”, dijo Gally, según la agencia Notimex.

 
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