Usted está aquí: jueves 13 de diciembre de 2007 Cultura El sexo femenino ya no es el personaje secundario del Kamasutra: Teresa Dey

Redita Mujeres transgresoras, luego de 10 años, con el sello Punto de Lectura

El sexo femenino ya no es el personaje secundario del Kamasutra: Teresa Dey

La escritora propone en su libro el derecho de ellas al erotismo, mediante una decena de cuentos

“Debemos tener presente que el cuerpo nos pertenece, con todo y creencias”

Mónica Mateos-Vega

Ampliar la imagen El cuerpo sirve para gozarlo, vivirlo, disfrutarlo, amarlo. No para venderlo, porque si una mujer lo hace entra en el sistema patriarcal, dice Teresa Dey a La Jornada El cuerpo sirve para gozarlo, vivirlo, disfrutarlo, amarlo. No para venderlo, porque si una mujer lo hace entra en el sistema patriarcal, dice Teresa Dey a La Jornada Foto: Carlos Cisneros

Las mujeres transgresoras que nacen de la pluma de la escritora Teresa Dey comparten “el derecho al erotismo, entendido éste como creación, transgresión amorosa hacia ellas mismas”, explica la autora en entrevista con La Jornada.

Lilith, la primera mujer de Adán; Ysabel Evelina, bruja novohispana; Meztli, la india violada por el conquistador; la tercera esposa de Muhammad; la hechicera medieval Eleonora, y Yang-Lei, despreciada por ser mujer, debido a una tradición oriental, se descubren a sí mismas mediante la decena de cuentos que conforman la obra Mujeres transgresoras, la cual, luego de una década, vuelve a editar ahora con el sello Punto de Lectura.

“Si una se ama a sí misma tiene derecho, a veces, a la transgresión de las reglas impuestas por los demás. Las mujeres de mis relatos, por tanto, comparten el derecho al erotismo que vive en su cuerpo, porque éste no sólo sirve para pensar y tener hijos. El cuerpo sirve para gozarlo, para vivirlo, para disfrutarlo, para amarlo. No para venderlo, porque si una mujer lo hace entra en el sistema patriarcal”, afirma Dey.

Agrega que no sólo los personajes de sus cuentos siguen esta máxima, sino que todas las mujeres deberían tener presente que “el cuerpo no le pertenece a nadie más que a una misma, con todo e ideas y creencias, por las que hay que pagar el precio, pues si bien el erotismo del que hablo es sinónimo de libertad, es con base en el respeto a una misma.

“Se trata de un tema difícil, porque cuando se oye hablar de erotismo y libertad muchos piensan en el destape, en querer ganarse la vida por medio del cuerpo o en escalar social y políticamente utilizándolo. No, las mujeres ya no somos los personajes secundarios del Kamasutra, somos dignas y capaces, del tamaño del rey. Eso y no menos. Por tanto, debemos disfrutar nuestro cuerpo en compañía de quien lo deseemos, no entregarlo, no darlo en posesión a nadie.”

Constreñimiento de la emotividad

“Somos dueñas –prosigue Teresa Dey– de nuestras creencias, de nuestro respeto. Eso es lo busqué expresar muchos años porque no lo tenía, no me gustaba mi mundo. Una característica de casi todos los escritores es que no nos gusta nuestro mundo, por eso sobrevivimos metiéndonos en mundos que sí podemos controlar... bueno, a veces, porque sucede que los personajes cobran vida. Por ejemplo, varias de las mujeres de mis cuentos me enseñaron mucho. La principal lección que me dieron fue merecérmelas.”

La escritora manifiesta que tiene seis novelas empezadas, archivadas en la computadora, pero “todavía no sé mantener la tensión narrativa en una novela, cierro los capítulos como si fueran cuentos, pero estoy tratando de aprender. Uno nunca sabe por qué es poeta, cuentista o novelista. El cuento implica mucha dificultad, pues hay que constreñir en un espacio corto toda la emotividad, como mirar por un agujerito el centro de la condición humana, en una sola anécdota.

“Además, no he tenido tiempo de irme a vivir a una novela, pues debo ganarme la vida. La nueva forma de ser mujer implica mucho trabajo, correr todo el día. Esto me ha impedido meterme de lleno en una novela, en cambio, con los cuentos, máximo me lleva seis meses redactar uno, aunque este libro me llevó siete años de investigación.

“Cuando se publicó por primera vez Mujeres transgresoras, hace 10 años, tuve que irme de mi casa y divorciarme por razones patriarcales. Hasta ese momento nunca había tenido que perder el sueño por pagar la renta, ahora vivo de la literatura, dando talleres, conferencias, escribiendo, y me siento orgullosa de ello. Soy mi propia heroína porque, aunque tarde, aprendí a ganarme la vida, algo que es muy diferente a simplemente ser feminista. Ganarse la vida es no permitir que nadie te diga qué vas a hacer o a quién debes querer y a quién no.”

 
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