Usted está aquí: miércoles 12 de diciembre de 2007 Opinión La derogación de los votos secretos de los Legionarios

Bernardo Barranco V.

La derogación de los votos secretos de los Legionarios

El Papa ha derogado dos votos privados de los Legionarios de Cristo, precisamente los que sirvieron a los superiores de esta congregación religiosa para protegerse de posibles denuncias. Fuentes de agencias noticiosas señalan que son “medidas paralelas” a la sanción disciplinaria impuesta en 2006 a Marcial Maciel por abusos sexuales.

El papa Benedicto XVI habría solicitado personalmente la cancelación de dos votos privados que profesaban los seminaristas y sacerdotes de los Legionarios de Cristo. Se trata de juramentos que aseguraban el secreto y hermetismo de la orden, relacionadas con la vida interna: la primera impedía toda clase de crítica de los miembros hacia los superiores y sus decisiones, mientras la segunda prohibía a los religiosos desear cargos en la misma.

El mismo Maciel explica al periodista Jesús Colina el significado de los votos privados: “se pronuncian cuando se pronuncian los votos que son más comunes en las congregaciones y órdenes, es decir, la pobreza, la castidad y la obediencia. Aparte de estos tres votos tenemos el voto de la caridad y el de humildad. El voto de la caridad quiere salvaguardar y respetar al máximo con nuestras palabras y actitudes, a nuestros hermanos en la congregación y especialmente a nuestros superiores. Por él, el religioso se compromete a no criticar los actos del superior delante de aquel que no puede resolver determinado problema o conflicto”.

Y el voto de la “humildad” es no desear ni procurar ningún cargo en la misma; expone Maciel: “La llamamos humildad porque esta actitud de servicio requiere un continuo control de las apetencias naturales a figurar, a sobresalir, a conquistar puestos a base de zancadillas y de intrigas” (Mi vida es Cristo, Logos Press, 2003, pp. 110-111).

Dichos votos, incluidos en los textos de las constituciones de la congregación, establecen textualmente: “nunca desear, buscar o maquinar para obtener responsabilidades o posiciones en la congregación para uno o para otros”. Además de “nunca criticar hacia el exterior actos de gobierno o la persona de cualquier director o superior a través de la palabra, escrito o cualquier otro medio. Y si se sabe por cierto que un religioso ha roto este compromiso, informar al inmediato superior”.

Las fuentes vaticanas de Notimex señalan que la cancelación de los votos privados es sólo una de varias medidas que parecen formar parte de un plan global del Papa para reorientar la vida interna de los Legionarios, pero no son las únicas, es decir, las medidas disciplinarias impuestas a Marcial Maciel no concluyen porque existen otros casos, prácticas y denuncias de abuso sexual cometidos supuestamente por otros miembros de la orden.

Como han venido reiterando a lo largo de estos últimos años ex Legionarios como José Barba y Juan José Vaca, ex presidente de los Legionarios de Cristo en Estados Unidos, los abusos sexuales en el interior de la legión no concluyen con Maciel.

Hay muchas otras víctimas, nos dice Vaca: “No ha sido solamente Maciel el criminal que cometió esos delitos, sino que según los datos que vamos teniendo ya se puede hablar de una corrupción de la institución como tal. Ya hay víctimas nuevas, de segunda y tercera generación. Aquellos de quienes Maciel abusó de niños ahora son superiores, y esos superiores ya han abusado de otros”.

Desconocemos la magnitud de esta cadena, pero la medida fue tomada por la Congregación para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Las ordenanzas del derecho canónico, junto con las disposiciones del Papa y el Vaticano, son las que rigen la vida y la práctica de la Iglesia católica en todo el mundo. Es como la Constitución de un país, mientras que las normas establecidas por cualquier congregación religiosa son secundarias y subordinadas al marco general del derecho canónico.

Por ello la derogación de estos dos votos es una oportunidad de transparentar la vida interna de la orden, especialmente en la relación de los jóvenes seminaristas con sus familias, ya que el aislamiento ha sido sumamente cuestionado, así como la posibilidad de conocer y canalizar denuncias no sólo de abusos sexuales, sino de autoritarismo extremo y sometimiento sicológico del que se quejan aquellas personas que han abandonado la orden religiosa.

Si hay alguien en el Vaticano que conoce bien el espeso expediente de los Legionarios es precisamente Benedicto XVI, ya que cuando fue prefecto de la congregación de la doctrina de la fe reiteradamente congeló las denuncias debido, según explicación del propio Ratzinger, a la alta estima que entonces profesaba Juan Pablo II por Maciel.

Recordemos que poco antes de fallecer, el entonces cardenal Ratzinger reactivó la investigación “por delitos reservados a la competencia exclusiva de ese dicasterio” y culminó con la sanción impuesta al sacerdote mexicano en 2006, quien fue obligado a llevar una vida “reservada de oración y de penitencia, renunciando a todo ministerio público”.

Recapitulando la historia reciente, es oportuno anotar que en el proceso de sucesión pontifical la candidatura del cardenal Ratzinger fue apoyada decididamente por el Opus Dei mientras que los Legionarios se inclinaron por otros aspirantes. De tal suerte que el actual Papa no tiene ningún tipo de atadura ni compromisos con los discípulos de Maciel para abordar las denuncias ni para imponer nuevas medidas disciplinarias.

Más aún, con los cambios en la curia romana, especialmente tras la salida de Angelo Sodano de la Secretaría de Estado, amigo cercano, se ha debilitado el posicionamiento de los Legionarios en Roma. Pero tampoco se pueden echar las campanas a vuelo, ya que la intervención del Vaticano en la vida interna de la congregación no pretende ser justiciera ni reabrir viejos casos, sino que tiende a evitar mayores y nuevos escándalos que ahonden todavía más la crisis moral y de credibilidad que padece tanto la legión como la propia Iglesia.

Sin embargo, las medidas son una esperanza porque podrán poner fin a la cadena de silencios cómplices, secretos forzados, a las prácticas delictuosas de un sector del clero o, como lo llamaría Barba, el fin de los secretos estructurales de los Legionarios de Cristo: de los Legionarios del poder.

 
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