Usted está aquí: lunes 10 de diciembre de 2007 Espectáculos Björk elevó su atronadora voz por encima de 15 mil eufóricos fans

Antes de lo programado, la islandesa apareció en escena y sorprendió con Anchor song

Björk elevó su atronadora voz por encima de 15 mil eufóricos fans

La cantante hizo gala de extraordinaria calidad sónica y avanzada tenología, pero la organización del primer Festival Internacional de Música Sonofilia dejó mucho qué desear

El concierto no se realizó en la barranca natural tan anunciada, sino en un terreno polvoso y seco

Patricia Peñaloza (Enviada)

Ampliar la imagen Björk en uno de los momentos de su actuación, en El Aguacate Björk en uno de los momentos de su actuación, en El Aguacate Foto: Arturo Campos Cedillo

Huentitán, Jal., 9 de diciembre. Entre cactos y polvaredas, en la cumbre del altiplano llamado El Aguacate, en Huentitán, Jalisco, la islandesa Björk floreció por encima del entorno desértico y extendió sus plumas canoras cual pavorreal prodigiosa: ataviada con túnicas coloridas, el sábado por la noche elevó su voz atronadora por encima de poco más de 15 mil seguidores, quienes agitaron brazos, gargantas y osamentas, durante escasa hora y media de ensueño melódico-electrónico-fantástico, para con ello olvidar por un rato las deficiencias de organización del primer Festival Internacional de Música Sonofilia.

Erigido justo en medio y a lo alto de un risco que corona la hermosa barranca de Oblatos, de Huentitán, un moderno escenario de colosales proporciones, así como un vasto terreno terregoso, recibieron a hordas de jóvenes provenientes de varios estados de la República, ávidos de gozar una buena velada, encabezada por una de las máximas cantantes del pop contemporáneo: no uno amilanado sino de vanguardia electrónica.

Y si bien Björk hizo gala de extraordinaria calidad sónica y vocal, la organización dejó mucho qué desear. En principio, el concierto no fue exactamente en la bella barranca natural tan anunciada en la publicidad, sino en un terreno polvoso y seco, que al final traía a todos tosigosos y empanizados; algunos comenzaron a apodar al festival como el “polvofilia”. Así, los imponentes desfiladeros sólo podían ser vistos a lo lejos, entre neblina, desde un mirador. De modo que no tenía mucho sentido la lejanía del lugar ni lo intrincado de su ubicación (mucha gente se perdió antes de llegar), pues bien se pudo utilizar cualquier terreno.

Asimismo, el programa previsto no se respetó, lo que provocó confusión: muchos que sólo iban a ver a la islandesa, programada para las 22:30 horas, vieron casi el final de su actuación, pues empezó una hora antes. El cantante sueco Jay Jay Johanson, previsto para abrir el cartel, tocó dos actos después de Björk. Y, no conforme la empresa Élide en dar a precio altísimo los boletos (mil 200 pesos, más gastos de viaje), los alimentos y las bebidas eran caros: por ejemplo, una hamburguesa o una cerveza, 50 pesos; el estacionamiento, 80 pesos. Todo ello sin contar las trabas que sufrieron los fotógrafos de prensa, a quienes se les racionó de modo absurdo el tiempo para tomar sus placas, además de que se les trajo de un lado a otro, sin orden y sin estrategia aparente para acceder al front-stage.

El hechizo vocal

Así, a las 20 horas comenzó a tocar el grupo estadunidense Ratatat: dos guitarristas y un tecladero loco, sobre percusiones electrónicas, sin voces, calentaron motores con una actuación mediana, pop-roquer, algo repetitiva. Nadie explicó por qué se adelantaba el programa, o por qué no salía Jay Jay Johanson. Después surgió en escena la hermosa Björk, maquillada con brillos y vestida con una túnica blanca; sobre su cabeza portaba cinco grandes pompones, no se sabe si cual monja coronada o emulando un gran peyote. Las masas se arremolinaron ante la súbita aparición. Miles de manos se elevaron con celulares, cámaras. Gritos, empellones, euforia.

Al frente de una decoración que parecía mezclar la iconografía china con la medieval europea, esto es, unos 10 grandes banderines de colores, con figuras como peces, aves y dragones; 12 chicas, vestidas con túnicas doradas, encabezaron el sonido acústico con un gran juego de metales: trompetas, trombones, cornos… Anchor song, de su disco Debut (1993), sorprendió a los fans, por no ser un tema común para concierto. Y es que Björk cuenta con una trayectoria tal (25 años), que aunque se trate de un festival masivo, la original cantante puede darse el lujo de emitir un repertorio de temas introspectivos, pausados, y no alebrestados, como sería lo “usual” en conciertos de este estilo.

Su equipo en escena combinó el sonido elegante de los metales, con la más alta tecnología digital, a través del Reactable, un controlador de sonidos electrónicos, parecido a un juego de mesa luminoso con “fichas” sobre un monitor horizontal; dichos sonidos eran procesados en vivo por dos operadores, lo cual podía verse en pantallas. También le acompañaron un pianista y un percusionista, quien no sólo tocaba tambores y platillos, sino objetos varios, como vasijas o cristales.

Así, entre melodías encantadas, imposibles de ser encasilladas en género alguno, Björk se quitó la túnica blanca para quedar con un vestido amplio, de telas brillantes y coloridas. Desfiló así, en la primera parte del concierto, por toda su discografía, con canciones como Immature, Hunter y All is full of love, del disco Homogenic (1997). Del Vespertine (2001) tocó Aurora y Pagan Poetry. Del Medúlla (2004) cantó Who is it?, The pleasure is mine y Desired constellation. De Volta (2007) tocó Earth intruders. Arpas, celestas, pianos rhodes, ritmos intrincados, coros tribales, se entremezclaron con susurros convertidos en destellos vocales. “Buenas noches”, “muchas gracias”, dijo varias veces en español, así como un fuerte “grrrrracias”, con la “r” apoyada.

Y mientras el público gozaba de una sonorización impecable, y de pantallas de gran resolución, Björk interrumpió para hacer una solicitud (en inglés): “¿Les puedo pedir un favor? ¿Podrían dejar de tomar fotos y video? Quiero ver rostros, no cámaras. Es un concierto en vivo, no una sesión de grabación”. La multitud la ovacionó, aunque el resto del acto no hubo quienes no dejaran de hacerlo. Al menos la cantante se mostró más tolerante que en Perú, en cuya reciente actuación se enfureció y paró el concierto cuando la gente no dejó de fotografiarla.

Rayos láser y entusiastas palmas

Implacable en la voz, aunque un poco ronquita, y con bailecitos de duende de un lado a otro, entre amplias sonrisas Björk siguió ofreciendo lo suyo de gozosa manera, con un set más eufórico y alegre que el de la primera parte. Vinieron Army of me e Innocence, de ritmo harto singular. Después de gritar: “¡Qué pasó!”, entonó la misteriosa Wanderlust. El final de este set fue espectacular, al hilar Hyperballad (del Post, de 1995) con Pluto (de Homogenic), extravagantes y electrónicas a tope, actualizadas en arreglos; ambos temas hicieron saltar de más a la gente, entre rayos láser y palmas alocadas. Vino la salida en falso y el final con Declare independence, una magnífica y caótica pieza hard-electro, luego de gritar en castellano: “¡Viva la Revolución!” La emoción llegó a tope, sin embargo fue todo. Sólo duró hora y media.

En escena siguió el canadiense dueto mezclador de MSTRKRFT, que con su trance-funk-electro efectivo mantuvo extra-bailadora a la banda asistente, aunque para entonces ya se habían retirado unos 5 mil espectadores. Johanson por fin apareció con su voz de terciopelo, aunque ya con un público fuera de ánimo. Cerró la noche el diyéi estadunidense Claude Vonstroke, ya para los muy clavados en la fiesta rave.

Los caminos de terracería se atascaron de autos y camiones, y una gran caravana de gente se fue retirando poco a poco, luego de haberse mecido con el hechizo vocal de Björk: una visita cuyos seguidores creían que nunca iba a realizarse.

 
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