Usted está aquí: viernes 7 de diciembre de 2007 Política Entre críticas, los doctrinarios retoman control del blanquiazul

Salieron en 1999, también enmedio de reproches

Entre críticas, los doctrinarios retoman control del blanquiazul

Georgina Saldierna

Después de nueve años de perder el control del PAN, los calderonistas –identificados con la llamada corriente “doctrinaria”– se aprestan a recuperarlo este sábado, cuando el Consejo Nacional elija a Germán Martínez como presidente del instituto político para los próximos tres años.

Pero el retorno de los doctrinarios a la jefatura del blanquiazul se da en medio de críticas a la manera en que se promovió la candidatura del ex secretario de la Función Pública, con lo que esta expresión del PAN llega como se fue en marzo de 1999: cuestionada y en medio de múltiples reproches.

Corría el gobierno de Ernesto Zedillo. La crisis económica y financiera de 1995 había llevado a la creación del Fondo para la Protección del Ahorro Bancario (Fobaproa) y los diputados discutían su transformación en lo que hoy se conoce como Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB), lo que no sólo implicaba un cambio de nombre, sino dar estatus legal al compromiso gubernamental de pagar los costos del rescate.

Felipe Calderón, a la sazón presidente del PAN, negociaba la transformación del Fobaproa a cambio de la cabeza del gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, por considerarlo responsable de las anomalías ocurridas en el rescate bancario, en su calidad de secretario de Hacienda y Crédito Público, entre las que se encontraba la emisión de pagarés sin el aval del Congreso.

Sin embargo, la pretensión del panista pronto se encontró con el rechazo de sus correligionarios. El propio Calderón contó en aquel momento: “teníamos a Guillermo Ortiz como los toros cuando se amorcillan. Estaba herido de muerte y sólo faltaba la estocada final, pero en el PAN surgieron sus defensores gratuitos: Fox, Mauricio Fernández Garza y hasta el propio Diego Fernández de Cevallos, que poco contribuyeron para resolver el asunto”.

Junto a estos militantes, ligados a los empresarios y en algunos casos ellos mismos hombres de empresa, se encontraba también Carlos Castillo Peraza, quien como asesor del gobernador del Banco de México cerró el paso al michoacano y lo obligó a echar para atrás la demanda de la cabeza de Ortiz, cuentan las crónicas periodísticas de la época.

Esa fue la gota que derramó el vaso. Los llamados neopanistas, conocidos también como los bárbaros del norte, destrababan las negociaciones del Fobaproa e imponían su línea en favor del ex secretario de Hacienda, mientras Calderón quedó desplazado del diálogo con el gobierno. Y no sólo eso. Se le culpó de todos los reveses electorales y de la pésima imagen que enfrentaba el panismo.

Se le endilgaba la pérdida de la gubernatura de Chihuahua y la estrepitosa caída de las preferencias electorales en el Distrito Federal durante los comicios de 1997, cuando el perredista Cuauhtémoc Cárdenas llegó a la Jefatura de Gobierno.

El michoacano había ganado por unanimidad la dirigencia nacional del PAN, luego de que Ernesto Ruffo declinó su candidatura. Según sus colaboradores más cercanos, el principal error de Calderón fue nombrar a Juan Antonio García Villa como su secretario general, en un intento por generar la unidad en el partido, ya que, en los hechos, nunca pudo contar con un funcionario partidista que respondiera a sus expectativas y a las necesidades del instituto político.

 
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