Usted está aquí: jueves 6 de diciembre de 2007 Opinión Navegaciones

Navegaciones

Pedro Miguel
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Para seis magistrados

Voces sobre un fallo

La exasperante absolución de Marín

Hoy cedo el teclado a otras escrituras que también han sentido enojo, tristeza, desolación, náusea y vergüenza por el descaro con que el jueves pasado seis ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (Salvador Aguirre, Mariano Azuela, Margarita Luna, Guillermo Ortiz, Olga Sánchez y Sergio Valls) exoneraron a Mario Marín de las violaciones a las garantías individuales de la periodista Lydia Cacho, y perdón si no caben los mensajes completos. Señores magistrados: en rigor, las palabras que siguen no van dirigidas a Navegaciones, sino a ustedes.

Ricardo Sánchez Bravo: “Hace mucho tiempo dejé de confiar en nuestros líderes y en nuestras instituciones. Me da lástima que permitamos que esta gentuza –jueces comprados, senadorcitos y diputadillos– siga haciendo y deshaciendo impunemente mientras la nación mexicana, acobardada en su ignorancia, sufre las consecuencias”. Raúl Suárez Parra: “En esa mentada SCJN, los que la representan no sólo nos avergüenzan. Ellos son una de las causas principales que contribuyen a que nuestro país esté en las condiciones de injusticia social en que nos encontramos [...] Si estas señoras y señores son parte de la mafia que dirige nuestro país, ¿qué destino nos espera?” Luis del Pozo: “A veces me pregunto: ¿qué pasa que la gente acá permite que esas cosas sucedan? Pero me doy cuenta que no, que hay mucha gente con decoro que protesta”. Adriana Herrera Canales:“¡Qué impotencia, Pedro, qué impotencia!” José Alberto Zabaleta: “Inaudito, el resultado de la Corte. De pena ajena, cuánta crueldad”. Ramón Cavazos: “Qué más podemos esperar de los magistransas de la Suprema Cortesana de la Inanición. Todavía está fresca en la memoria el triste papel de la otra Cortesana (la electoral) que, no obstante reconocer el fraude electoral (pero ‘chiquitito’, según ella), le dio el triunfo a quien actualmente ocupa –indebidamente– la silla presidencial”.

Verónica Abigaíl Hernández: “Desde mucho antes, la sociedad no confía en ellos. No podemos confiar en algo que no conocemos (salvo si eres creyente), en personas que están tan distantes, que viven en otro mundo, bajo otras reglas. Pero además, no confiamos porque los conocemos, porque ‘sabemos de qué están hechos’, pero sí esperábamos que ¡por fin! dieran una pequeña muestra de decencia, una prueba de que se ‘merecen’ todos sus privilegios, de que ‘vale la pena’ el sueldo que les pagamos mientras millones medran en la miseria; esperábamos, sí, que no hozaran (de nuevo) en su propio estercolero”. Carlos Martínez: “Todavía lo platicamos aquí, en el seno familiar, y no podemos encontrar en qué material legaloide se basaron para tomar este tipo de decisiones que a todos afectan”. Eduardo Lera: “Sobre los abyectos miembros de la suprema. ¿De la suprema qué? ¿Corte? ¿Corta? ¿Cortesana, con el debido respeto a las sexoservidoras, de las cuales la mayoría son mucho más decentes y podrían darles lecciones de ética y decencia?” Carlos Vázquez: “Pienso y siento como usted, de modo que los guaruras también tendrían que venir por mí”. María Urquidi: “Desde hace mucho a mí me da vergüenza esa corte de justicia. No creo que sea un secreto que, por lo menos desde que se coló allí como presidente Mariano Azuela Güitrón, la mayoría de los magistrados, incluyéndolo a él, la convirtieron en Corte del Opus Dei y vergüenza para el país”. Fidel Fuentes: “Es vergüenza lo que sentimos, pero también coraje y, ante la impotencia de no poder hacer algo para que esos ‘jueces’ sean castigados, también sentimos náuseas”.

Sergio Martínez Carrillo:“Tal vez a estos señores que fungen como magistrados no les inspire nada saber que muchos ciudadanos estamos decepcionados de la impartición de justicia en el país, o que sabemos que el estado de derecho es vilipendiado por quien es la máxima autoridad en aplicarlo, pero por lo menos se darán cuenta de que sus actos no pasan desapercibidos y que estamos atentos a su actuar”. Luis Aguirre: “No tan sólo dan vergüenza; son la mierda del país, legalizan la impunidad... Quitan el aliento de seguir escribiendo”. Alfredo Díaz Martínez: “Qué tristeza, acompañada de frustración; la única instancia en la que podíamos creer, pues en ella se basa la justicia del pueblo de México contra las instancias poderosas; ahora lo único que resta es acudir a Dios o a la Virgen de Guadalupe, o con quién vamos a denunciar a los deshonestos de nuestra máxima casa de justicia. El colmo es ver anuncios televisivos diciendo que están para servir al pueblo de México. Ahora podremos decir con toda razón ‘al diablo con sus instituciones’”.

José Luis Anguiano: “Nuestros gobernantes, políticos, empresarios deshonestos, y principalmente el enanito mentiroso que habita en Los Pinos, y sus instituciones (léase PGR, AFI, IFE, SCJN, etc.) sirven para dos cosas: para nada y para una pura chi#$%#. Ahora recuerdo la frase de Andrés Manuel, ‘al diablo con las instituciones’”. Ernesto Arias: “Me encantaría enviarles un email masivo a estos corruptos; ¿tienes idea adónde?” Carlos Rodríguez Candila: “¿La sociedad somos solamente quienes tenemos Internet o podemos comprar La Jornada? Los seis personajes que disfrutan y dictaminaron contra una persona que se atrevió a hacer la denuncia que hizo, yo pienso que la ignoraron cerca de 80 millones; las noticias electrónicas (son el) único medio accesible.” Samuel Montañez Espinosa: “Una vez más, pobre México... Y como decía el Chapulín Colorado: ¿Ahora, quién podrá defendernos?”

El buzón de Navegaciones recibió agradecibles y fraternos comentarios de simpatía a lo expuesto en el artículo “Dan vergüenza”, firmados por David Brooks, Verónica Vázquez Mantecón, Jaime Soto Gutiérrez, Marcela Ladino, Manuel Fagoaga, María Cigales, Ruth Le Gall Saralegui, José Luis Salas, Alberto Aziz Nassif, Rafael Maldonado, Ernesto Arias, Verónica de la Torre, Noel Guzmán Herrera y Alberto Lazcano Vázquez. En navegaciones.blogspot.com se ha dicho lo siguiente: Champy: “Da gusto ver que aún hay quien se atreve a encarar a estos sinvergüenzas”. Marichuy: “Como cereza en este inmundo pastel, viene la actitud de la dama magistrada defendiendo la ‘probidad e independencia con que tomaron su decisión’. No sé cómo verlo (el que la hayan mandado a ella a dar la cara), si como una falta de arrestos por parte de los magistrados hombres, o como una burla para Lydia Cacho”. Hugo Benítez: “¿Será que después de la decisión, Mario Marín descolgó el teléfono e invitó una botella de coñac a cada miembro del tribunal que votó a favor de él? Aquí afuera hay una profunda indignación e impotencia al ver cómo nos escupen a la cara a todos con esta decisión.” PK: “Lo leí en La Jornada. Acá veo las fotos de estas deleznables personas. Qué ignominia, y ¿qué más se puede hacer, capitán, qué más?” cheKo: “A mí francamente me da asco”. Noé Narváez Uribe: “Que sepan que protegiendo a delincuentes de la calaña de Mario Marín y de Kamel Nacif se hacen cómplices de esas redes de pederastas que tanto daño hacen en nuestro país. Que sepan además que los del pueblo, que le pagamos sus sueldos y sus prerrogativas, no sólo los denunciamos, sino que nos avergonzamos de ellos”. Yorch: “Qué triste se ve el futuro de un país con instituciones que no se atreven a castigar a los que abusan del poder, más triste cuando este abuso se manifiesta en misoginia y quienes lo exculpan son mujeres”. El patio trasero: “La SCJN ya comenzó con el furor navideño anticipando el regalo a los tres reyes mexicanos (el de la mezclilla, del coñac y de las prepubescentes). Pero este regalo otorgado a Mario Marín tiene un remitente más allá de la SCJN, lo firma el mismísimo licenciado Calderón como pago por los favores recibidos durante la elección federal del año pasado”. El Mensajero: “... Y luego se escandalizan cuando decimos ‘al diablo con las instituciones’... ¿Podemos mandarlas con alguien más?”

Lourdes Aguirre Beltrán: La Corte de la injusticia / ha vomitado su fallo / con la destrucción de un rayo / desplegando su estulticia. / Se precian de su malicia / dan carta de impunidad / a quien viola sin piedad / los derechos de la gente, / y atropellan brutalmente / a quien dice la verdad.

 
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