Usted está aquí: martes 4 de diciembre de 2007 Economist Intelligence Unit El celular, un banco en el bolsillo

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El celular, un banco en el bolsillo

La idea de que los teléfonos móviles tienen beneficios económicos es ampliamente aceptada. En lugares con malas carreteras, pocos trenes y líneas telefónicas precarias, sustituyen a los desplazamientos, hacen que la información sobre precios se dé a conocer de manera más rápida y fácil, permiten que los comerciantes lleguen a mercados más amplios y, en general, facilitan el negocio de hacer negocios.

Leonardo Waverman, de la Escuela de Negocios de Londres, estimó que 10 teléfonos celulares más por cada 100 personas en un típico país en vías de desarrollo acarrean un medio punto porcentual adicional en el crecimiento del PIB por persona. Para aprovechar los beneficios económicos de los teléfonos celulares, los gobiernos de esos países tienen que eliminar los monopolios estatales, emitir nuevas licencias que permitan que operadores rivales entren en el mercado y reducir de manera drástica los impuestos sobre celulares. Con pocas excepciones (Etiopía), lo han hecho así y los teléfonos móviles se expanden rápido, aun en las partes más pobres del mundo.

A medida que los celulares se expanden, una nueva ventaja económica ha aparecido: su utilización en operaciones bancarias para mejorar el acceso a servicios financieros, no sólo a las redes de telecomunicaciones. Proyectos pioneros de banca móvil en Filipinas, Kenia y Sudáfrica han señalado el camino. Estos esquemas “sin sucursales” permiten que los clientes depositen y retiren efectivo a través de agentes que revenden tiempo aire de un operador de telefonía celular, y que envíen dinero a otras personas mediante mensajes de texto que pueden cambiarse por efectivo visitando a un agente. Los trabajadores pueden recibir su sueldo por teléfono; los taxistas y choferes de reparto pueden aceptar pagos sin tener que cargar con efectivo y es fácil enviar recursos a amigos y familiares. Una aplicación popular consiste en hacer un depósito antes de emprender un largo viaje y retirarlo después en el lugar de destino, lo cual es más seguro que llevar una gran cantidad.

No hay necesidad alguna de establecer una red nacional de sucursales o de cajeros automáticos. Los esquemas de banca móvil pueden combinarse con microfinanciamientos, ampliando el acceso al crédito y permitiendo que los usuarios inicien su historial crediticio. Algunos esquemas proporcionan a su clientela tarjetas de débito vinculadas con sus cuentas de banca móvil. Todo esto tiene el potencial de dar acceso a las masas “no bancarizadas” a servicios financieros e integrarlas a la economía formal.

¿Qué pueden hacer los gobiernos para promover la banca móvil? Como ocurre con la expansión de la telefonía celular, mucho depende de adoptar regulaciones adecuadas.

Tienen que ser lo bastante estrictos para proteger a los usuarios y desalentar el lavado de dinero, pero lo bastante abiertos para permitir que surjan nuevos servicios. El actual sistema bancario es tanto sobreprotector como desprotector, dice Tim Lyman del Banco Mundial, porque “no previó la convergencia de telecomunicaciones y servicios financieros”.

En muchos países, sólo los bancos con licencia están autorizados para recibir depósitos. Incluso si un operador de telefonía celular se asociara con un banco, sus agentes tendrán que cumplir con las reglas bancarias que abarcan todo, desde la altura de la ventanilla a la instalación de alarmas.

Las instituciones financieras tendrían que proporcionar declaraciones detalladas al banco central cada semana, lo cual es difícil para organismos con agentes en áreas remotas. Algunos países tienen reglas rígidas sobre los documentos que se exigen a quien abre una cuenta, lo que excluye a muchos.

Sigan a los filipinos

Algunas de estas reglas, que se basan en una opinión anticuada de lo que son las operaciones bancarias, deberían relajarse. Es sensato permitir que otras instituciones no bancarias entren al mercado, a condición de que continúen la supervisión y las medidas de protección al consumidor.

Para algunos clientes, podrían no ser necesarios estrictos documentos de identidad, considerando las pequeñas sumas involucradas. Los actuales esquemas de banca móvil limitan el monto de las transacciones, que es lo bastante bajo para disuadir a quienes lavan dinero, pero lo bastante alto para satisfacer a la mayoría de los clientes.

Las medidas regulatorias adoptadas en Filipinas proporcionan un buen modelo para otros países. Más que trabajar, por adelantado, en mejores reglas que podrían obstaculizar la innovación, la entidad reguladora trabaja estrechamente con los bancos y los operadores que están atrás de los dos esquemas de banca móvil del país.

De esa manera, si el regulador puede ver lo que sucede, los operadores de los esquemas consiguen más flexibilidad. La experiencia sustentará las nuevas regulaciones bancarias.

Reglas demasiado estrictas dificultarán la adopción; normas demasiado flojas podrían permitir que los estafadores desacrediten el concepto total de banca sin sucursales. Pero si los reguladores logran el balance correcto, la banca móvil podría proporcionar el próximo ejemplo del poder transformador de la telefonía móvil.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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