Usted está aquí: domingo 2 de diciembre de 2007 Mundo “Condiciones atroces” sufren los palestinos en las cárceles israelíes, denuncia ex preso

De 1967 a 2007 Tel Aviv ha detenido a 85 mil personas; 194 de ellas murieron

“Condiciones atroces” sufren los palestinos en las cárceles israelíes, denuncia ex preso

“Sesenta y siete compañeros llevan más de 20 años en prisión”, afirma Aissa Qaaga

Para castigarnos, se niegan a entregar cadáveres y los guardan en refrigeradores, dice

Gloria Muñoz Ramírez (Especial para La Jornada)

Ampliar la imagen Palestinos se manifiestan contra el cierre del puesto de control de Hawara Palestinos se manifiestan contra el cierre del puesto de control de Hawara Foto: Reuters

Deisheh, Belén. Naji ha estado tres veces en alguna de las 30 cárceles israelíes. Siete años en total tras las rejas, siempre por sus actividades políticas contra la ocupación de Palestina. Es uno de los 12 mil habitantes de este campamento de refugiados.

Naji escucha y traduce la conversación con Aissa Qaaga Qaraqa, de la Asociación de Palestinos Presos (APP). De pronto los ojos se le nublan: “recuerdo todo lo que pasamos en la cárcel y es miserable, es de verdad insoportable”.

Aissa Qaaga relata las atrocidades cometidas en cárceles israelíes contra los presos palestinos: ataques con bombas de gas y municiones de goma en las celdas, incursiones nocturnas con perros adiestrados, estruendos todo el día, falta de atención médica, pésima alimentación, nada de visitas, quema de propiedades y utensilios personales y un largo etcétera que viola todas las leyes sobre derechos humanos.

Desde 2000 a 2007 la APP reporta 60 ataques en las cárceles. Los operativos están a cargo de la unidad especial Masada, y generalmente sus integrantes usan bombas y municiones calientes que se fabrican sólo en Israel desde el año pasado.

“Son municiones que ponen en shock a los presos, les provocan ansiedad y los vuelven locos poco a poco”, dice. Los israelíes tienen fama internacional por su creatividad en este tipo de artefactos.

Hay cárceles, explica Qaaga (quien a su vez permaneció 10 años en la cárcel y, por lo mismo, sabe de qué está hablando), que se encuentran en pleno desierto, donde los presos permanecen en tiendas de campaña. En octubre pasado hubo un ataque en una de estas prisiones, con saldo de 250 heridos y un muerto. Fue en la de Nakub, y en el operativo les quemaron las tiendas y todas sus pertenencias.

En las prisiones israelíes hay una muerte lenta: algunos presos, los más castigados, permanecen en celdas de no más de un metro cuadrado, sin ver a nadie en meses o años. Todo está fabricado para hacerles perder la esperanza.

Actualmente hay 20 presos que han pasado más de cinco años en estas condiciones, entre ellos, recuerda Naji, “el hijo del señor con el que almorzamos hoy en Dheisheh”, a quien le mataron a otro de sus hijos y van tres veces que le destruyen su casa en el campamento de refugiados.

Según estadísticas de la APP, actualmente hay 11 mil palestinos tras las rejas en alguna de las 30 cárceles de Israel, de las cuales algunas son “normales”, mientras otras están en campamentos al aire libre en el desierto de Naguev, donde las condiciones son aún más inhumanas.

La entrevista se realiza en el centro cultural Al Feneiq (ave fénix), en el campamento de refugiados de Dheiseh. Un grupo de jóvenes atiende la conversación y no dejan de estremecerse ante la realidad de su vida cotidiana. Qaaga relata la perversión de la maquinaria israelí: “Cuando el ejército mata a alguien en una manifestación de protesta, toman el cuerpo y lo guardan en un refrigerador. No lo entregan a la familia”.

“Aquí, en Dheisheh –interrumpe un joven presente– mataron a mi hermano y aún esperamos el cuerpo. Es una de las 18 personas de este campo asesinadas en 2002. No entregarnos su cuerpo es una forma de seguir castigando a la familia”.

Teóricamente, explica Aissa, las leyes internacionales prohíben detener a palestinos en territorios palestinos para enviarlos después al territorio ocupado. Sin embargo, denuncia, “cada día los israelíes detienen a mucha gente en Cisjordania, construyen nuevas cárceles, renuevan unas y extienden otras. Esa es la realidad”.

Asimismo, 67 palestinos llevan más de 20 años presos, y de ellos, después de tantas torturas y encierro, casi nada queda. Las celdas, como comprobaron organismos de derechos humanos como Aministía Internacional, son extremadamente pequeñas.

Las estadísticas son crueles: de 1967 a 2007 Israel ha detenido a 85 mil palestinos y, en este mismo periodo hubo 192 muertes en las cárceles. Sólo en 1948, en el periodo de la Nakba (catástrofe o pesadilla con que se impuso el Estado israelí en Palestina), 9 mil palestinos fueron a prisión. De los 11 mil presos actuales, 95 son mujeres, de ellas 28 son madres y seis menores de edad (en los últimos siete años han sido detenidas 500, pero la mayoría ha sido liberado).

Hay, además, 400 menores de 18 años presos y 850 detenidos de manera administrativa, sin juicios, sólo por “sospechosos”, y ni siquiera les dicen de qué.

Pero un preso o presa palestina no es una estadística. Es un ser humano que se consume tras las rejas ante la indiferencia de la comunidad internacional.

 
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