Usted está aquí: martes 27 de noviembre de 2007 Política Esquema izquierdo

José Blanco

Esquema izquierdo

Tiempo hubo en que en el lado izquierdo del mundo era más o menos inteligible. Había transparencia. La izquierda eran los comunistas y los socialistas. Los socialistas, se entendía, lo eran porque el socialismo de raíz “marxista-leninista” proponía una organización con un Estado que conduciría a la sociedad hacia un gran desarrollo material de la sociedad y hacia el comunismo, cuando el Estado sería abolido por innecesario.

Un criterio más flexible podía aceptar a los socialdemócratas dentro de la franja izquierda, pero desde luego que muchos grupos comunistas los calificaban de revisionistas y negaban que fueran de izquierda.

Entre comunistas y socialistas no había muchos consensos; había corrientes diversas. Las diferencias no estaban en los objetivos finales (el comunismo), sino en las vías, en los cómo, en la táctica.

A pesar de esas diferencias, todos (o casi) se decían revolucionarios. Es decir era necesario acumular fuerzas para el momento del asalto al poder mediante una revolución social violenta, y terminar así con la dominación de la burguesía y “sus” gobiernos. El modelo soviético era el referente: la patria socialista. Pero apareció Mao y su revolución, y aunque tomaron el poder, también mediante la fuerza, terminaron criticando acremente al “socialismo” soviético.

Más tarde aparecería el eurocomunismo, con referentes gramscianos, negando que en las democracias avanzadas fuera posible asaltar el poder por la fuerza y que un asalto al poder por un partido pudiera transformar a la sociedad; que era necesario transformarla gradualmente, en el seno de la sociedad burguesa. La vieja izquierda descalificó por un tiempo esa postura como “reformismo” y “colaboracionismo”. Pero fue así que se inició la independencia de los PC respecto al PCUS.

Antes había surgido la revolución cubana, cuya vía fue la toma violenta del poder, ya no por la vía de una revolución social, sino por la implantación de un “foco” guerrillero que, en un marco de injusticias seculares, resultó triunfante.

En América Latina apareció un conjunto variopinto de intentos guerrilleros rurales y urbanos. Con excepción de Cuba, todos terminaron en el fracaso; y la vía al socialismo de carácter político electoral que siguió Allende y su partido terminó derrocada por el gobierno estadunidense utilizando al ejército chileno.

Vino la sacudida de la crisis económica internacional de los años 70 y 80 y aparecieron a la luz pública los horrores del mundo soviético y su estrepitosa caída, y de otra parte llegó el neoliberalismo, y todo “lo mandó parar”. El desconcierto en el flanco izquierdo fue total en el planeta.

En México, como en otros lares, ser de izquierda se convirtió en una autoproclama, sin mediar ninguna reflexión histórica ni teórica, o fijar alguna meta de largo plazo, o una ruta para alcanzarla, ahora en un mundo globalizado.

Hoy tenemos un PRD con un conjunto de tribus con intereses pragmáticos conformados en función del poder y lejos de la sociedad; unas tribus que no creen que las otras sean de izquierda. Eso vale para todas las tribus.

El PRD, el de las corrientes que están en algún espacio de poder, está aliado con el PT y con Convergencia en una cosa que se llama Frente Amplio Progresista. Esa ensalada política es parte central de la izquierda “organizada”; al mismo tiempo la coalición Por el Bien de Todos, que sostuvo la candidatura de AMLO, se transformó, por acuerdo de los partidos de la Coalición, en la convención nacional democrática (CND) a la que cualquiera puede afiliarse, como delegado, si es elegido.

Existe además el “gobierno legítimo” que ha invitado a los ciudadanos a ser representantes del mismo, “con la idea de formar una amplia red integrada por millones de personas, provenientes de todo el país, la cual será como un escudo protector ante los retrocesos que quiera imponer la derecha”.

Si usted quiere ser parte del “gobierno legítimo”, debe firmar una carta compromiso. Su primer enunciado dice que usted está de acuerdo en “luchar por el establecimiento del Estado de bienestar que otorgue protección a todos los mexicanos desde la cuna hasta la tumba” y “construir una nueva República para hacer valer la justicia social, la democracia, los derechos humanos, el derecho a la información, y donde las leyes estén al servicio de todas y todos los mexicanos”, según reza el último enunciado. Postulados vacíos de contenido, con los que casi cualquiera pueda estar de acuerdo. La coherencia de todo ese batiburrillo político lo busca aún Diógenes de Sínope el Cínico.

El PRD, como el PT y Convergencia, cada uno tiene su propia “doctrina”. Además tenemos la otra campaña, la de Marcos, que descalifica a todos los nombrados, y una APPO recién nacida que quiere crecer, y tenemos aún nuevos guerrilleros, “más” a la “izquierda” que ninguna otra tendencia.

La CND tiene como divisa principal la de “sufragio efectivo no imposición”; no obstante, se dice que los representantes del “gobierno legítimo” se afiliarán al PRD con el solo propósito de derrotar a los chuchos e imponer a Alejandro Encinas como dirigente de ese partido, para después abandonarlo, para militar con el “gobierno legítimo”, en busca de la formación del nuevo partido de AMLO. Si ello ocurre, la incoherencia entre las bases perredistas y un dirigente de ese origen puede acabar en un aquelarre. Pero ¿ello le dará ventaja al partido que fundará Andrés Manuel? ¿Le queda claro a usted qué es la izquierda mexicana?

 
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