Usted está aquí: lunes 26 de noviembre de 2007 Opinión La fiesta en paz

La fiesta en paz

Leonardo Páez
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Silverio y Pachis, recuerdos

“Hay seres a través de los cuales Dios parece amarnos”, decía Marguerite Yourcenar, autora de las obligatorias Memorias de Adriano, no sólo por su sabiduría intemporal sino por la hermosa traducción que de la obra hizo Julio Cortázar. En efecto, tras la partida física de Pachis y del Faraón de Texcoco muchos hemos sentido, más que pesar, aligeramiento de cargas, cariño post mortem, evocaciones energizantes...

Así, el pasado martes 20 de noviembre, a un lado de Texcoco, en Pentecostés, el pueblo natal de Silverio, tuvo lugar un doble acontecimiento harto confirmador de la fuerza que sigue trasmitiendo esta singular pareja a quienes aman y a cuantos los supieron amar.

Por un lado, la develación en el jardín de Pentecostés de una estatua del Compadre que, como el Cid Campeador, sigue ganando batallas después de muerto, y por el otro la inauguración, a unos cuantos metros de allí, en la calle de Morelos número 11, del maravilloso Museo Silverio Pérez que, como me aclaró su bella e incansable hija Silvia, más bien debería llamarse “Rincón de los recuerdos de Silverio y Pachis”, pues la colección de objetos personales destina una sala a cada uno.

Cid texcocano porque gracias a esa bella escultura de Silverio –el incopiable trincherazo racial que, en el colmo de su habilidad torera, no tenía inconveniente en asentir que se lo había inspirado Domingo Ortega y ¡a otra cosa!– el jardincito fue totalmente remozado y sus bancas y adoquines cambiados, lo que no se pudo conseguir sino en la administración del perredista Constanzo de la Vega, presidente municipal de Texcoco.

En un espacio revelador de la riqueza existencial de María de la Paz y el Monarca, los hijos y nietos de la pareja, con un entusiasmo contagiante y un amor multiplicado, decidieron abrir al público un acervo lleno de significaciones y reflejo de una época caracterizada por la autovaloración y la personalidad de quienes eran encumbrados.

No son sólo múltiples pinturas, dibujos y caricaturas del torero más inspirador de artistas que ha habido en México, sino además, fotografías insólitas, reconocimientos, poemas, el pasodoble casi desconocido que le compuso Joaquín Pardavé, manuscritos de Lara, obsequios diversos, parte de la vasta biblioteca de Pachis, su tocadorcito de recién casada y más.

José Antonio, uno de sus imaginativos nietos, diseñó la original museografía, y con José Luis, otro de ellos, se puede hacer cita, en horas de oficina a los teléfonos 01 595 923 12 08 o 923 04 30 para visitar, sin costo, tan estimulante colección, no sólo de dos personajes inolvidables sino de un México que también se fue con ellos.

Silverio igualmente habría gritado ooole a la convicción torera, al temple y a las ganas de ser del joven Víctor Mora, que ayer se alzó con la primera oreja que en la actual temporada grande corta uno de los nuestros.

 
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