Usted está aquí: lunes 26 de noviembre de 2007 Opinión Un camino inesperado

Hermann Belinghausen

Un camino inesperado

Llegamos al horrendo jeep playero ya un poco lejos del bullicioso party sin que me repusiera de la impresión. ¿Así que existen las luchas de pulgar? Voltaire venía radiante. Dos buenos pulgares en una noche le parecían de récord. Bueno, de uno no sabes, no lo probaste, intenté jorobarla sin éxito. Arrancó el motor del carro y se soltó:

–Te aseguro que el cadenero era bueno, mejor que el guarura. Reconozco un buen pulgar en cuanto lo veo y siento. Tiene su arte, no cualquiera. Tú, por ejemplo, no tienes ningún chance. Tu pulgar es primitivo. También es algo generacional, claro.

–¿Me estas diciendo “viejo”? –interrumpí. Me miró de reojo, sonrió y dijo:

–Pues algo así. Pero no sólo. También es un don. Lo supe el día que topé con Oscar Villalón, campeón por tres años consecutivos en los torneos californianos de lucha de pulgar. De un apretón de manos en la presentación de su libro descubrió mi talento. Para mí fue como pasar una prueba.

A través de la noche fresca y solitaria, con el sólo ruido del motor y las olas del mar, llegamos al bungalow de la colina. Encendió la luz, se dirigió al bar de ruedas y se preparó un gin and tonic. Ya era tarde. Me preguntó si tenía cuerda todavía.

–Try me –le dije sin muchas esperanzas de que lo tomara como intento de ligue, una proposición de ese tipo, ¿sabes?

Se dirigió a su recámara y regresó con un pequeño volumen verde olivo: The way of the thumb (“El camino del pulgar”, como se dice del camino del samurai). El autor era el tal Villalón. Dedicatoria y todo. El libro tenía una muesca en el extremo derecho, para meter el pulgar y pasar las hojas. Con aire intelectual, Voltaire explicó:

–Lo edita la gente que hace la revista McSweeney, habitualmente un libro, siempre de características diferentes, volcada a las expresiones más bizarras de la literatura. Tienen una escuela de escritura para niños, llamada 826 Valencia, en San Francisco. Su fachada es un almacén para piratas.

–¿Un qué?

–Consigues catalejos, parches de ojo, calaveras, banderas negras, cuadrantes, dagas, baúles de tesoro, mapas apócrifos, cartas de navegación. Allí enseñan también luchas de pulgar. Y hacen libros bien “fumados”.

El de Villalón era un manual práctico que indicaba “el enfoque” del asunto, donde la mano debe asumir, al estrechar otra mano, que está empuñando una colt cargada. Vincula la cuestión con el canto guerrero de los maori en Nueva Zelanda, el “haka”. Ve la lucha de pulgar como un ritual, “cuya belleza está en su simplicidad”. Después describe las posibilidades de ataque, las réplicas, algunos trucos útiles para vencer al oponente.

Tras informarme, busqué a Voltaire, que había desaparecido. La encontré en el vestíbulo, en una mecedora, todavía con su outfit de cabaret punk, medias rayadas y liguero, pero ya con la cara lavada. Fumaba de cara a la noche.

–¿Sabías que los japoneses van a la vanguardia? Las nuevas generaciones poseen pulgares evolucionados. Con el uso permanente de celulares, nintendos y demás, han subido un escalón para la especie humana. El pulgar escribe, saca cuentas, habla por el corazón, es capaz de dar batallas cruentas o de ordenar una pizza.

Sin voltearme a ver me extendió una impresión de computadora. Un cable de France Press, fechado en Tokio a mediados de 2007. Una empresa japonesa de robótica presentó un prototipo de mano artificial articulada, capaz de manipular con precisión objetos tal y como lo haría un humano, gracias a “músculos” de aire comprimido y a su funcional dedo pulgar. La mano de Squse, una sociedad especializada en la concepción de aparatos de automoción industriales, cuenta con cinco dedos y piel sintética. Sus articulaciones son accionadas por un sistema de “músculos” de aire comprimido, tecnología considerada esencial para que los robots del futuro puedan ser más diestros, menos pesados y menos ruidosos que actualmente.

“Hasta ahora, los robots del imaginario colectivo estaban destinados a efectuar tareas que exigen fuerza, como la manipulación de objetos pesados”, explicó el presidente de Squse, Mikio Shimizu. “Nos gustaría que las máquinas fuerzan capaces de realizar operaciones delicadas, como la mano del hombre”, agregó.

El prototipo presentado es capaz de coger una pequeña pieza de metal sin dejarla escapar, una mandarina sin triturarla o un huevo sin romperlo. Squse prevé confiar 50 ejemplares de su modelo de mano artificial a institutos de investigación y firmas de robótica con el fin de optimizarlo, en vistas a encontrarle una utilidad práctica en cinco años.

–¿Y a qué viene todo este cuento? –le dije a Voltaire, ya un poco impaciente. Como si no tuviéramos trabajo por delante.

–A eso. A que sólo piensas en el trabajo, y no te das tiempo de ensancharte un poco la mente. Ahora ya conoces el camino del pulgar –sentenció.

Mi pulgar echó de menos una botella fría de cerveza y fue a buscarla al refrigerador de la cocina.

 
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