Usted está aquí: domingo 25 de noviembre de 2007 Mundo Ante la incertidumbre, muchos libaneses emigran hacia otros países

Aún no hay gobierno; el temor agobia a la población

Ante la incertidumbre, muchos libaneses emigran hacia otros países

Robert Fisk (The Independent)

Beirut. ¿Y ahora para dónde vamos? Estoy hablándole a la oscuridad porque no hay electricidad en Beirut y todo el mundo, naturalmente, tiene miedo. Se suponía que debía haber un presidente electo para estas horas pero no fue así. Mi barrio está desierto. Nadie quiere caminar a la orilla del mar.

Cuando fui a tomar mi acostumbrado desayuno de manouche de queso, no había otros comensales en el café. Mi chofer, Abed, quien ha viajado conmigo a todas las zonas de guerra de Líbano, tiene miedo de conducir de noche. Tenía que irme a Roma, pero le ahorré el viaje al aeropuerto.

Es difícil describir lo que se siente al vivir en un país sostenido sólo por una placa de vidrio, sin tener la certeza de que éste no se quebrará. Cuando la Constitución se rompe, como está empezando a suceder en Líbano, nunca se sabe si al final el vidrio cederá.

La gente se está yendo de sus hogares, de la misma forma en que posiblemente huyeron de sus casas en Bagdad. Puede que yo no tenga miedo porque soy extranjero. Pero los libaneses están temerosos. No estuve en Líbano en 1975 cuando comenzó la guerra civil, pero sí estuve en 1976, cuando dicho conflicto ya estaba en marcha.

Veo a muchos libaneses jóvenes que quieren invertir sus vidas en este país, pero están temerosos y tienen derecho a estarlo. ¿Qué podemos hacer?

La semana pasada comí en Giovanni’s, uno de los mejores restaurantes de Beirut y mi acompañante era Sherif Samaha, propietario del hotel Mayflower. Muchas de las personas que me han venido a visitar durante los últimos 31 años las he enviado a hospedarse al Mayflower. Pero Sherif estaba preocupado porque le hice ver que ahora sus huéspedes incluyen a la milicia que trabaja para Saad Hariri, el hijo del ex primer ministro asesinado, el 14 de febrero de 2005, a manos de los sirios, según cree la mayoría de los libaneses.

Pobre Sherif. Nunca tuvo milicianos en su hotel. Estaban en un edificio vecino. Pero es tan libanés en su gentileza que se ofreció a recogerme en su auto para ir a comer. Tiene razón en estar preocupado.

Una amiga mía, casada con un doctor de una universidad estadunidense, me llamó dos día antes. “Robert, ven a ver el edificio que están construyendo junto al nuestro”, dijo. Fui con a Abed a ver la horrenda construcción. Casi no tiene ventanas, todas sus instalaciones son tuberías, Es prácticamente una prisión de las milicias. Esta tarde me senté en mi balcón. Y no hay nadie en las calles porque todos están asustados.

Entonces, ¿qué puede escribir un corresponsal extranjero en Medio Oriente salvo que el mundo en esta región se está volviendo más oscuro cada hora. Pakistán, Afganistán, Irak, Palestina, Líbano. Desde las fronteras de Hindu Kush hasta el Mediterráneo, nosotros los occidentales estamos aquí (y ya lo he dicho antes), y hemos causado un desastre infernal.

Se supone que debemos creer que se encontrará la paz en Annápolis la semana próxima, entre el incoloro apparatchik estadunidense y Ehud Olmert, el primer ministro israelí que no tiene más interés en un Estado palestino del que tuvo su predecesor, Ariel Sharon.

¿Qué desastre infernal estamos creando? Les cito la carta de un lector de Bristol. En ella me pide citar a mi vez a un profesor de la Universidad de Bagdad, un hombre muy respetado en su comunidad que cuenta una historia de infierno real. Deben leerla. Son sus propias palabras:

“Los Caballeros de Aadhamiya, así se hace llamar una fuerza que inició sus tareas encabezada por los estadunidenses para combatir a los militantes de Al Qaeda, Tawheed y Jihad. Esta fuerza de 200 hombres comenzaba sus redadas antes del amanecer, con uniformes negros y capuchas en el rostro. Sus rondas empezaron hace tres días y ya han arrestado a 150 ciudadanos de Aadhamiya. Los caballeros entregan a los estadunidenses a un ciudadano que bien puede ser un antiguo colega de ellos, con el que solían combatir a los invasores.

“Estos actos han provocado reacciones violentas de Al Qaeda. Sus militantes y los de los movimientos Tawheed y Jihad han distribuido banderas en los muros de las mezquitas, especialmente en el templo del Imán Abu Hanifa, amenazando al Partido Islámico, a los grupos revolucionarios de Al Ishreen y a la fundación sunita Diwan porque miembros de estos tres grupos han formado Los Caballeros de Aadhamiya. Algunos asesinatos ya han ocurrido y sus víctimas fueron dos miembros de Diwan y uno del Partido Islámico.

“Los militantes de la red Al Qaeda están distribuidos por las calles, detienen a las personas y les piden sus documentos de identidad, llevan listas de nombres. Cualquiera cuyo nombre aparezca en dichas listas es secuestrado y llevado a un lugar desconocido. Once personas han sido raptadas hasta ahora en la calle Omar Bin Abdul”, señala el profesor”.

La lectora describe cómo su profesor fue secuestrado y llevado a prisión. “Me ayudaron a sentarme en una silla, pues me vendaron los ojos, alguien llegó, me tomó la mano y dijo ‘somos mujaidines, te conocemos, pero no sabemos de dónde eres’. No tomaron mi cartera ni me cachearon. Sólo preguntaron si poseo una pistola. Una hora más tarde me pidieron que fuera con ellos. Sin decir más, me guiaron hasta donde estaba estacionado mi auto”.

¿Quiénes son los Los Caballeros de Aadhamiya? ¿Quién les paga? ¿Qué hacen en Medio Oriente?

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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