Usted está aquí: domingo 25 de noviembre de 2007 Economía La nueva factura petrolera

José Antonio Rojas Nieto
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La nueva factura petrolera

Este viernes las cotizaciones internacionales del petróleo cerraron a su valor en moneda corriente más alto de la historia: 98.18 dólares por barril para el caso del marcador West Texas Intermédiate (WTI). El promedio del mes de noviembre promete ser uno de los más altos de la historia: 95 dólares actuales por barril para el WTI.

Anualmente se puede esperar un precio de 72 dólares para este petróleo, cotización que –en moneda anual real calculada con el deflactor anual del producto estadunidense– lo ubicaría en 11 dólares por debajo del precio de 1980, 13 por ciento menos. Sí, el precio medio anual actual todavía es inferior al de 1980. Y lo que el mundo gastará este año en petróleo será mucho menor que lo que gastó en ese mismo año de 1980. ¿Cómo calcular este gasto o esa factura petrolera? Una operación aparentemente simple nos permite hacerlo. Basta multiplicar el volumen diario de crudo por el precio diario de éste y el resultado, a su vez, multiplicarlo por los 365 días del año.

Pero dije aparentemente simple, porque el volumen diario es, apenas, un estimado de datos que proporcionan los países. Y de estos estimados uno puede encontrar varios. Menciono tres de los más importantes: 1) el de la Agencia Internacional de Energía de la OCDE (IEA, por sus siglas en inglés); 2) el del Departamento de Energía de Estados Unidos (DOE, también por sus siglas en inglés); 3) finalmente el de la OPEP. Y a éstos se agregan otras estimaciones de empresas y organismos especializados de consulta. Algunos de ellos, considerados como referencia, como por ejemplo la del anuario energético de la empresa British Petroleum. Para el año pasado, por ejemplo, las estimaciones de los tres primeros ejemplos fueron, respectivamente, de 84.70, 84.66 y 84.50 millones de barriles al día.

Si uno analiza su evolución anual, se muestra bastante coherencia entre ellas. Por otro lado hay que decir que también el llamado precio mundial del petróleo es un estimado, entre otras cosas porque todos los días, en cada país se consume un petróleo distinto. ¿Cuántos tipos de petróleo hay? La verdad nunca los he contado. Las publicaciones de referencia (Platts, por ejemplo) dan razón de no menos de 300 cotizaciones correspondientes a diferentes tipos de petróleo, que van del preciadísimo ligero de Arabia (Arabian Light) hasta uno de los más pesados y azufrosos, pero también muy solicitado, Maya mexicano.

¿Cómo estimar el precio mundial? Con la selección de una canasta de crudos. Una buena aproximación es, por ejemplo, la canasta de crudos importados por Estados Unidos. Provienen de cerca de 100 países distintos aunque, efectivamente, actualmente las importaciones principales son de Canadá (18 por ciento), Arabia Saudita y México (12 por ciento, cada uno), Venezuela (11 por ciento) y Nigeria (9 por ciento). Este procedimiento u otro similar nos conducirían a números también similares y a una sola conclusión: en 2007 el mundo pagará por su factura petrolera cerca del 4 por ciento de su producto.

Así, de un producto mundial de 48.5 trillones de dólares (estadunidenses, es decir, billones nuestros), el gasto anual por adquisición de petróleo será de dos trillones de dólares. ¿Cuánto gastó el mundo en 1980 y 1981? Cerca del 7 por ciento del producto mundial de aquellos años del boom petrolero, equivalente a 1.7 trillones de dólares actuales. ¿Qué significa esto? Que el mundo multiplicó por cuatro el valor de su producto anual. Pero que su consumo de petróleo apenas creció 40 por ciento. Y dado que los precios anuales promedio están 13 por ciento por debajo de aquellos años, el mundo paga relativamente menos, mucho menos que entonces. Técnicamente esto significa que hoy el petróleo es menos importante –mucho menos– que entonces, al menos globalmente. Sin embargo, para algunos sectores resulta imprescindible. Por ello, la demanda de petróleo se ve menos afectada por la elevación de precios.

Los balances mundiales de energía demuestran que la mayor parte del petróleo que se consume cotidianamente en el mundo se destina al transporte de personas y mercancías (55 por ciento). Y, en segundo lugar, a la transformación industrial petroquímica (15 por ciento). Este 70 por ciento del consumo no puede sustituirse. Al menos por ahora. Por ello esa débil reacción al precio. En 1980 el transporte de personas y mercancías dependía menos del petróleo. Mucho menos. Por eso, combatir el precio alto significaría, suspender o aminorar el ritmo de los actuales circuitos de transporte de tierra, de aire y de mar. Y eso –créanmelo– es más difícil que pagar un precio que –en todo caso– lleve la factura petrolera mundial a lo que ya llegó en 1980 y 1981.

¿Con qué precio se alcanza esa factura? Para 2008 con un precio medio anual superior a los 100 dólares: cerca de 105 por barril. Este es, sin duda, uno de los mayores absurdos a los que nos han conducido, entre otras cosas, nuestros patrones actuales de transporte. Y de eso se aprovechan no sólo los productores de petróleo y los gobiernos y las sociedades –como los nuestros– que cobran jugosísimos derechos de extracción, sino los especuladores y rentistas. Ni más ni menos. Lamentablemente.

 
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