Usted está aquí: lunes 19 de noviembre de 2007 Deportes Decepción en la México y bronca en Guadalajara; hacen burla a José Tomás

Buenos momentos de Manolo Mejía y Juan Antonio Adame; avisos a Salvador Vega

Decepción en la México y bronca en Guadalajara; hacen burla a José Tomás

Encierro de De Quirós frustra la corrida en Nuevo Progreso

Lumbrera Chico (Enviado)

Ampliar la imagen Juan Antonio Adame con su primer enemigo durante la tercera corrida en la Plaza México Juan Antonio Adame con su primer enemigo durante la tercera corrida en la Plaza México Foto: Jesús Villaseca

Guadalajara, Jal. 18 de noviembre. En un verdadero “concurso de ganaderías y de mansedumbre” se convirtió la esperada corrida de esta tarde en la plaza del Nuevo Progreso, de donde los aficionados que la llenaron casi a tope salieron arrastrando los zapatos de tristeza, tras la decepción que les causó el fracaso de sus ídolos, el madrileño José Tomás y el colombiano César Rincón, ante un encierro manso, débil y chico de Bernaldo de Quirós.

Los otros dos integrantes del cartel, los michoacanos Fernando Ochoa y Omar Villaseñor, tampoco pudieron hacer nada con sus respectivos lotes ni con los toretes de desecho que los sustituyeron. En varios momentos del festejo, por lo mismo, hubo sonoras rechiflas y mentadas de madre en contra del empresario, el ganadero y el juez.

Todo fue un desastre casi desde el principio, al culminar la lidia del primero de la tarde, al que Rincón le cuajó cuatro hondas verónicas y seis templados derechazos, antes que el animal se quedara inmóvil en la arena como una estatua. Al saltar al ruedo el segundo, para José Tomás, hizo lo mismo un espontáneo que pegó cuatro muletazos por la cara, pero cuando la cuadrilla lo ayudaba a escapar de la policía subiéndolo de nuevo al tendido, el astado de Bernaldo de Quirós dobló las manos y el juez ordenó que lo devolvieran a los corrales.

En su lugar salió una bestia no menos fea, del hierro de De Santiago, a la que el ceñudo maestro ibérico le hizo un quite escalofriante por gaoneras. Después, al tratar de embarcarlo en la franela, el burel lo desarmó tres veces y lo empitonó en un derrote sin lastimarlo, por lo que José Tomás abrevió de media en buen sitio y fue llamado a saludar desde el tercio.

A Fernando Ochoa le tocó el tercero de Bernaldo, siendo lo más notable el desempeño del banderillero Armando Ramírez con las banderillas. Al cuarto, Omar Villaseñor lo despachó de un bajonazo. César Rincón se encargó del quinto, de nombre Mexicano, que marcó su despedida de la capital de Jalisco, pero por desgracia, aparentemente enfermo, el cuadrúpedo también se agarró al suelo y murió de estocada desprendida.

Divorciado de la suerte en esta ocasión, José Tomás se enfrentó al sexto de Bernaldo, tan pequeño y escaso de fuerza que, ante la bronca del tendido, el juez lo sustituyó por un ejemplar de El Junco. Éste tampoco daba sensación de peligro, pero desarrolló sentido y luego de no dejarse hacer nada con el capote comenzó a buscarle las zapatillas al matador español cuando éste se le arrimó con la muleta.

El público, desesperado a estas alturas, comenzó a corearle olés y más olés a un aficionado que en la parte alta de la plaza prefirió torear con un trapo a un niño. Furioso por la burla, José Tomás cogió la toledana y acabó con la vida del manso de un espadazo fulminante. Y entonces, aunque ya no había nada que esperar de la función, a Ochoa le salió otro engendro infumable, sin fuerza ni trapío, que el juez cambió por un marrajo de Montecristo que llevaba quién sabe cuántos meses en el corral.

Por último, cuando Villaseñor se las veía sin pena ni gloria con el octavo de Bernaldo de Quirós, un aficionado acuñó la frase que lo dice todo: fue un concurso de ganaderías para ver cuál de las cuatro echaba el toro más manso y peor presentado. Y la verdad, a juzgar por el resultado, hubo un empate entre los cuatro criadores de bovinos. Sin embargo, el que no merece indulgencia ni perdón, fue el empresario que para una corrida tan importante como esta, como tenía ya todo vendido y el dinero en la bolsa, prefirió ahorrar comprando ganado de cuarta. ¡Que lo aspen!


Faenas de “ya merito” y dos toros inutilizados en el tercer festejo en el embudo de Mixcoac

Leonardo Páez

En la tercera corrida de la temporada 2007-2008 en la Plaza México hicieron el paseíllo el maestro de Tacuba Manolo Mejía, el malagueño Salvador Vega y el regiomontano Juan Antonio Adame, para estoquear –es un decir– un encierro del la ganadería de San Isidro, bien presentado, con movilidad y algunos hasta con transmisión.

Manolo Mejía sigue siendo fiel a sí mismo y a su tauromaquia. Con su primero, Hispano, cárdeno oscuro, paliabierto, que recargó en una vara y llegó a la muleta incierto y sin humillar, el de Tacuba logró buenas tandas con la zurda, rematadas con aseo. Dejó una estocada casi entera que bastó.

Con su segundo, Califa, cortito de cuerna pero alegre y bravo, sustituto de Mi general, que se aflojó el pitón derecho al rematar en la puerta de toriles, primero, y en el burladero de matadores, después, Mejía se acordó de que el buen decir debe acompañar al buen hacer.

Fue una sucesión de bellas escenas toreras iniciadas con suaves lances a pies juntos y cadenciosa media. Luego llevó al toro al caballo por chicuelinas andantes rematadas con vistoso manguerazo de Villalta. Tras la vara, quitó por navarras ligadas con tafalleras y una revolera dibujada. ¡Mejía decía!

Y siguió diciendo con su muleta en estupendas tandas de naturales muy bien rematadas. En inoportuna decisión quiso probar por el derecho, sólo para que la faena perdiera intensidad y el toro concentración. De dos pinchazos y estocada baja terminó lo que debió ser un triunfo. Pero lo bien hecho ahí quedó.

A Salvador Vega nomás no le lucieron las 43 corridas toreadas en la reciente temporada española, y menos el recuerdo de su exitosa confirmación en esta misma plaza el 14 de noviembre de 2004, en que salió a hombros luego de cortar dos orejas.

Su primero, Biscocho (sic), un hermoso ejemplar finísimo de hechuras y rítmico galope que se rompió el pitón por la cepa al rematar codicioso en el burladero de matadores sin que nadie supiera cortarle el viaje o avisarlo oportunamente desde el callejón, fue sustituido por Platero, al que Vega toreó muy bien a la verónica y quitó con menos quietud por chicuelinas y un hermoso remate a una mano. Lo demás fue lo de menos. Dos faenas deslavadas a dos deslucidos y lo peor: matando como un principiante, al grado de oír un aviso en su primero y dos en su segundo.

Juan Antonio Adame anduvo voluntarioso toda la tarde, cubriendo el segundo tercio con más habilidad que emoción y revelando carencias que sólo el sitio podrá borrar. Con su primero pareció que el toro rompería pero acabó regateando las embestidas. Concluyó de pinchazo y estocada. Con el sexto, el de más cara de todo el encierro, junto a muletazos de calidad por ambos lados, las dudas y las interrupciones que a la postre redundaron en una insuficiente estructuración. Dejó un pinchazo y una estocada para escuchar palmas por su voluntad.

Errores

En la columna ¿La fiesta en paz? que se publicó ayer domingo comenté que el sábado había cumplido 19 años de inaugurado ese engendro arquitectónico denominado El Relicario, con un pueblerino diseño, un graderío basto y una incomodidad mayúscula que a gritos piden una plaza a la altura de la tradición taurina de Puebla y no ese aldeano jacalón techado.

Por falta de espacio dicho párrafo fue suprimido haciendo que el título de la columna careciese de sentido, no así la necesidad de advertir a los taurinos que el constructor de estos inmuebles, Gilberto de Yta, ahora embaucó al matador Arturo Gilio, cuyo Coliseo del Centenario, en Torreón, lleva ya varios meses de retraso con respecto a la fecha acordada para su terminación.

 
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