Usted está aquí: domingo 18 de noviembre de 2007 Opinión El Canal de Panamá y la solidaridad latinoamericana

Jorge Turner

El Canal de Panamá y la solidaridad latinoamericana

Vivimos una restructuración económica y política de carácter mundial. Abonan esta afirmación los atisbos de fracaso del salvaje guerrerismo del gobierno de Estados Unidos y el fin de la unipolaridad en nuestro planeta con la aparición de nuevas potencias económicas como son China e India.

A escala de América Latina también se manifiesta la restructuración que tiene como eje el esfuerzo unificado de los países para lograr una democracia participativa y la segunda independencia mediante el rescate de nuestros recursos naturales.

Entre las reivindicaciones indispensables más generales no se toman suficientemente en cuenta la necesidad de procurar la independencia política de Puerto Rico; de ayudar a Haití, el primer país que alcanzó la independencia política en América Latina, que hoy yace como la nación más pobre y dependiente de la región, y de acercarse a la palpitación del ombligo geográfico que es Panamá.

La nación panameña, repuesta a medias de su condición de haber sufrido uno de los colonialismos más despiadados del continente, se esmera ahora por ampliar su canal, fuente principal de sus ingresos para subsistir.

Por plebiscito se aprobó en Panamá esta ampliación, consistente en construir un tercer juego de esclusas por donde puedan transitar libremente, sin problemas y sin estrecheces, los modernos y anchos barcos “pospanamax” que se siguen construyendo en los astilleros del mundo.

La obra concebida es descomunal. Tiene un costo de miles de millones de dólares y el tiempo de construcción llevará varios años. De la forma en que se realicen los trabajos dependerá el futuro del país canalero.

Hay distintos aspectos de la construcción que deben resolverse adecuadamente. Es obvio que debe preservarse y cuidarse el medio ambiente. Pero también existe la urgencia de reciclar el agua dulce que se utiliza para el funcionamiento de las esclusas y que en la actualidad se tira al mar, desperdiciando muchos millones de galones del precioso líquido en los barcos que pasan por vía interoceánica; deben, además, garantizarse los intereses de vida del gran número de campesinos alojados en los alrededores que pueden ser desplazados por las obras, y es indispensable, igualmente, que los frutos de los trabajos finalizados se orienten con un sentido social y no sólo buscando el provecho de los grandes empresarios, pues Panamá es un país que tiene una de las más injustas distribuciones del ingreso de América Latina.

El asunto más preocupante de las obras a efectuarse es su financiamiento. Una parte estará a cargo de la Autoridad del Canal de Panamá y otra parte se abrirá al financiamiento internacional. Para evitar el regreso de la dominación política imperialista disfrazada de la modalidad de apoyo económico, bien puede caber en su remplazo la ayuda o el intercambio latinoamericano con equidad, principalmente la de los países que viabilizan su comercio exterior a través de la vía interoceánica. A cambio, sin distorsionar el servicio mundial, las naciones de la Patria Grande podrían recibir un trato especial en el pago del peaje de sus barcos.

¿Será la utopía?

 
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