Usted está aquí: sábado 17 de noviembre de 2007 Cultura Si la belleza hubiera vencido a la barbarie, habría futuro

Rindieron homenaje a José Saramago en Madrid

Si la belleza hubiera vencido a la barbarie, habría futuro

A los 85 años su vocación por la palabra sigue tan firme como en la infancia

Hoy, tributo al escritor en Lisboa

Armando G. Tejeda (Corresponsal)

Ampliar la imagen El Nobel de literatura portugués José Saramago, en primer plano, ayer, durante el homenaje que el autor de Memorial del convento recibió en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, con motivo de su cumpleaños 85 El Nobel de literatura portugués José Saramago, en primer plano, ayer, durante el homenaje que el autor de Memorial del convento recibió en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, con motivo de su cumpleaños 85 Foto: Armando G. Tejeda

Madrid, 16 de noviembre. Este viernes, José Saramago cumplió 85 años con sus convicciones intactas. Su vocación por la palabra está tan firme como durante la infancia de “hambre y frío” que tuvo, en la que miraba con perplejidad de niño cómo su abuelo, que veía próxima la muerte, se despedía de árbol en árbol de su huerto, abrazando los troncos, despidiéndose de ellos, de las sombras amigas, de los frutos que no volvería a comer.

Con la voz entrecortada y una respiración doliente por un proceso gripal agudo, el Nobel portugués despidió el homenaje que recibió en Madrid con una breve pero memorable frase: “Si la belleza hubiera vencido frente a la barbarie, el mundo, quizá, hubiera tenido futuro”.

Saramago vive desde hace meses en Lisboa, donde se está rencontrando con su infancia y juventud, pero también con la historia de su pueblo. Una historia que marcó su vida.

Por eso el homenaje que recibió en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid fue más que una evocación del escritor genial que plasmó como pocos las contradicciones del siglo XX.

En un escenario sobrio se escucharon únicamente las voces de dos “almas gemelas”: la del Saramago de Memorial del convento, su primera novela y en la que descubrió su vocación de escritor; y la del músico italiano Domenico Scarlatti, quien con sus sonatas barrocas para clavicordio inundó de melancolía y desazón el homenaje al escritor.

Saramago llegó de la mano de su esposa, Pilar del Río. Se apagaron las luces y sonaron los primeros sonidos del clavicordio que, acto seguido, fueron acompañados por la voz de una soprano que permitió hacer realidad una de las máximas del narrador: “De cuanto imagino, sólo la música es verdad”.

Después, ya con una luz tenue y un teatro silencioso, el actor español Juan Echanove leyó fragmentos de la célebre novela del autor, Memorial del convento, como esos diálogos llenos de humor y sabiduría entre Baltasar y Blimunda, los dos amantes que desafiaron los rigores de la Inquisición mientras eran testigos de la construcción del viejo convento de Mafre.

También hubo momentos para la lírica más voluptuosa, como cuando se recordó el siguiente pasaje: “En el Tajo, empezaban los hombres a bajar a los fosos, donde apenas se veía nada. Dijo el cura, dentro de nosotros existen voluntad y alma, el alma se retira con la muerte, y va allá donde las almas esperan el juicio, nadie sabe, pero la voluntad, o se separó del hombre estando vivo, o se separa de él con la muerte, ella es el éter, es, pues, la voluntad del hombre lo que sostiene las estrellas, y es la voluntad del hombre lo que Dios respira, y yo qué hago, preguntó Blimunda, pero adivinaba la respuesta, Ver la voluntad dentro de las personas, Nunca la he visto, y tampoco vi nunca el alma, No ves el alma porque el alma no se puede ver, no veías la voluntad porque no la buscabas, Cómo es la voluntad, Es una nube cerrada, La reconocerás cuando la veas, prueba con Baltasar, para eso hemos venido aquí, No puedo, he jurado que nunca lo vería por dentro, Entonces, hazlo conmigo”.

Las esencias del silencio

Memorial del convento la escribió Saramago entre 1976 y 1977, cuando se quedó sin trabajo por rencillas políticas –era y sigue siendo un militante convencido del Partido Comunista– y se fue vivir, solo, apartado del bullicio de la ciudad, a un pequeño pueblo a la orilla del Tajo.

Allí, rodeado del Portugal campestre y humilde, escribió esa novela.

Por eso los fragmentos de esa novela, aderezados con las sonatas y arias de Scarlatti, cimbraron el recinto. Como cuando se escuchó decir: “Tal vez sólo el silencio exista verdaderamente”. Pues en la obra de Saramago, sobre todo en ésta, hay numerosas reflexiones sobre el silencio y la música, incluso el propio Scarlatti es uno de sus personajes más relevantes. De él se sirve para apuntar: “La música es un gran consuelo. Creo que todo es música”.

Esta puesta en escena es de la directora finlandesa, Lisbeth Landefort, quien cautivada a sus 90 años por la obra del Nobel portugués decidió ponerse a trabajar y hacer un “viaje a las esencias del silencio”. El homenaje que se presentó por primera vez en Madrid, también se hará este sábado en Lisboa.

 
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