Usted está aquí: viernes 16 de noviembre de 2007 Espectáculos Circo del Sol inicia temporada en el DF con el espectáculo Quidam

La compañía canadiense narra un sueño infantil que puede cambiar el universo

Circo del Sol inicia temporada en el DF con el espectáculo Quidam

Las contorsiones y acrobacias de los ejecutantes quitan la respiración al público

Cualquier falla en los ejercicios implica un riesgo de sufrir lesiones graves

En e1 show participan artistas de 14 países; cumplen con el concepto de belleza platónico: la proporción de las formas

Arturo Cruz Bárcenas

Ampliar la imagen Quidam, pausa en el envejecimiento en todas sus formas Quidam, pausa en el envejecimiento en todas sus formas Foto: Cristina Rodríguez

Quidam, espectáculo del Circo del Sol, comenzó temporada el pasado miércoles en la Carpa Santa Fe. Quidam se traduce del francés como fulano, y aparece como un personaje sin cabeza, pero pensante y hasta observador de lo que sucede a su alrededor. Es el paseante que camina al lado de todos en la calle, un solitario, un anónimo. A Quidam ya lo han ovacionado ocho millones de personas en el mundo y ahora está en México, con música conmovedora y un mensaje: la realización de un sueño infantil que puede cambiar al universo. Tal es el poder de la imaginación de las artes circenses.

El alemán German Whell se mete en una rueda metálica. Pareciera que ejerce el poder de un imán. La arrastra, gira, la rueda por toda la pista. Cuatro chinos manejan sus diábolos. En el DF, en varios cruceros viales, de vez en cuando se observa a jóvenes manejando tales artefactos con cierta destreza, pero los orientales llevan su ejecución a niveles magistrales.

En el aire, a varios metros de altura, las contorsiones sobre seda de la francesa Isabelle Vaudelle demuestran que la fuerza más la técnica llevan a lo grácil. Colgados de aros, otros artistas forman figuras geométricas. Se cruzan en el aire, se asen de las manos y piernas. El público contiene la respiración. Lo que se ve los artistas lo hacen parecer de fácil ejecución, pues su maestría y talento suelen conseguirse tras muchos años de trabajo.

La rusa Olga Pikhienko realiza equilibrios corporales sobre pequeñas bases sostenidas en varillas. Aguanta su cuerpo con una mano y lo mantiene varios segundos. Su persona es perfección y balance; está acorde con el concepto de belleza de Platón: la proporción de las formas. La fuerza no es bruta en un sentido absoluto, sino relativa. Cada músculo se tensa, pero el gesto denota tranquilidad. Olga se contorsiona y su cintura parece que está a punto de quebrarse, de doblarse, de partirse en dos, pero la respiración sigue y la vida triunfa.

En la llamada cuerda volante, la australiana Dona Stevens se enredará a varios metros de altura. Sus tobillos son fuertes, al igual que sus manos. Por momentos su cuerpo queda como flotando y gira con rapidez. Aplausos. Los ojos de los espectadores están abiertos al máximo.

Todo está listo para el número final: Banquine, en el que 15 artistas volarán y sus cuerpos serán catapultados por las manos de seres robustos que sudarán el esfuerzo coordinado. No puede haber falla. Cualquier error costaría por lo menos una lesión grave. En el Circo del Sol no puede haber errores. Los niños quedan admirados y ríen. Los cuerpos de dos jovencitas del elenco son la cima de pirámides humanas.

Armonía simétrica

La armonía es simétrica y zigzagueante. El número se alarga y la atención por momentos es atraída hacia otros puntos del escenario, donde más personajes enriquecen la escenografía. Un niño con un globo camina y juega con los transeúntes. Entre cada número otros artistas del Circo del Sol saturan la escena. Lo importante es concentrarse en el tema central, pero igual puede ser enriquecedor a la vista y al placer ver a un ser que cruza en patineta, o a una especie de conejos que dan brincos.

Quidam se hace presente. Impone su falta de cabeza y su largo abrigo y sombrero lo hacen ver respetable. Es un show interactivo y los payasos harán que algunos de entre el público se conviertan en actores en cinco minutos. Una suerte de boxeador dirá: “Hubiera querido romperme el alma”.

Ser niño es brincar la cuerda, viajar en bicicleta, patear una pelota. Quidam es una pausa en el crecimiento, en el envejecimiento en todas sus formas.

Quidam, espectáuculo estrenado en 1996, viene a México luego de presentarse en Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Europa, Dubai, Canadá, Estados Unidos, Hong Kong y Shangai. Llegó a Guadalajara y estará en Monterrey. Actúan más de 50 artistas de 14 países.

Boletos en el sistema Ticketmaster, Mix Up, Discolandia, Liverpool, al teléfono 5325-9000.

 
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