Usted está aquí: martes 13 de noviembre de 2007 Sociedad y Justicia Ante Calderón, rechazan versión oficial sobre anegación en Tabasco

El desastre vino de las presas, afirman afectados durante recorrido del mandatario

Ante Calderón, rechazan versión oficial sobre anegación en Tabasco

La desesperación, uno de los mayores riesgos en esta dura y difícil etapa, admite el Presidente

Ofrece revisar reglas del Fondo Nacional de Desastres con el fin de agilizar acceso a recursos

Sedeso pone en marcha en el estado el Programa Emergente de Reconstrucción de Viviendas

Claudia Herrera Beltrán (Enviada)

Ampliar la imagen El presidente Felipe Calderón observó en Villahermosa los daños en calles, casas y negocios El presidente Felipe Calderón observó en Villahermosa los daños en calles, casas y negocios Foto: Notimex

Villahermosa, Tab., 12 de noviembre. La incredulidad de algunos tabasqueños en la versión oficial –que culpa de las inundaciones al clima, y no a las presas– afloró en el recorrido que hizo el presidente Felipe Calderón por el corazón de la zona comercial de esta capital. Una mujer le dijo: “no fue del cielo (la causa), porque somos gente que estamos acostumbrados a vivir en la cultura del agua, y esto no fue del cielo”.

“¿De dónde fue?”, se le preguntó. “De las presas”, respondió, tajante.

Además, el Ejecutivo pudo constatar que, además de desconfianza, en los habitantes de Villahermosa hay desesperación.

Reconoció abiertamente que junto con el problema sanitario, la desesperación es uno de los principales riesgos de esta “dura y difícil” etapa.

Por eso pidió no bajar la guardia, y ante las inquietudes expresadas por el gobernador Andrés Granier de que las reglas del Fondo Nacional de Desastres impiden el acceso rápido a los recursos, prometió revisarlas.

También ofreció examinar el convenio signado recientemente mediante el cual el gobierno, la población tabasqueña y la Federación deben aportar recursos para terminar con antiguos adeudos de luz.

En una caminata de menos de una hora, Calderón y Granier vieron los destrozos que causaron las tormentas. Apenas bajaron de las camionetas en las inmediaciones del mercado Pino Suárez, el hedor se hizo insoportable; ni los tapabocas ayudaron.

En cada cuadra se observaban vecinos y soldados que removían toneladas de desechos. Ese tradicional mercado se convirtió en foco de infección, pues entre el lodo se mezclan fruta, cadáveres de animales, carne descompuesta, ropa, muebles y más mercancías.

A Calderón y Granier se acercó, afligido, un coordinador de los comerciantes con una petición: “hay más de mil 600 locatarios, aparte de los trabajadores, que no tenemos chamba. Queremos reactivación rápido”.

Al paso de los funcionarios, las voces se encimaban. Dos mujeres demandaron a gritos: “Granier, queremos ayuda para Casablanca. Mi negocio se fue al agua; por favor, ayuda”.

El gobernador atajó a otros demandantes: “aguántennos. Seguro que no me lavo las manos”.

Bloquean escoltas al gobernador

En medio de todo eso, escoltas del Estado Mayor Presidencial apretaron las medidas de seguridad en torno a Calderón, tendiendo una cuerda amarilla a su paso y repartiendo codazos y empujones para impedir que alguien se acercara más de la cuenta.

Hasta al mandatario estatal se le impidió el paso, y éste mejor optó por separarse unos minutos de la comitiva y declarar a la prensa, contrariado: “no voy a permitir que hagan eso al pueblo. Él (Calderón) es una buena persona, pero hay gente que no sabe, que no entiende. Lo que pasó duele al pueblo y no nos van a avasallar”.

Casi al final, llorando, una señora dio gracias a Granier, pero agregó: “le agradeceremos más que apoye a toda la gente, porque realmente es el patrimonio de toda una vida”, y luego aseveró que las presas fueron las causantes de las inundaciones.

A unos pasos, un joven interrogó directamente a Calderón sobre lo mismo: “¿es segura la presa de Peñitas?” El Presidente respondió: “totalmente”.

Pero el muchacho no quedó convencido, e hizo la misma pregunta, argumentando que el pueblo Plan de Ayala, vecino de la presa, fue desalojado.

Calderón contestó: “arriba de donde está el derrumbe sí se está desalojando a la gente sobre el río Grijalva, por si crece el nivel del agua. Pero ya estamos desvaneciendo el tapón. Es seguro el manejo de la presa. Y cualquier cosa les vamos a estar avisando”.

Hubo un momento en que se exasperó, cuando una mujer le reiteró una petición para que los braceros tabasqueños reciban indemnización, porque “les pa-gan a los del norte y no a los del sur, y los viejitos van a necesitar el dinero”.

El Presidente replicó: “ahora déjeme hablar a mí. ¿Qué le parece si me deja a hablar a mí? Como le dije hace cuatro cuadras, hoy el Congreso está viendo un apoyo especial para los braceros, y ya salió una ley”.

Todavía al pie de las camionetas que llevarían a los funcionarios de regreso al aeropuerto, otra comerciante se acercó a Granier para decirle: “no queremos deuda... estamos dispuestos a trabajar para devolvérselo, pero cero crédito, cero intereses”.

Después, en la reunión de evaluación efectuada en el aeropuerto de Villahermosa, el secretario de Economía, Eduardo Sojo, tradujo en números el sentir los comerciantes: unas 12 mil 750 empresas están afectadas, y habrá 800 millones de pesos disponibles a “tasas preferenciales y con plazos de gracia adecuados”.

Y como miles de familias perdieron casas y muebles, la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) puso en marcha el Programa Emergente de Reconstrucción de Viviendas, por lo que comenzó a levantar un censo, explicó Calderón, quien volvió a pedir a los mexicanos que sigan enviando ayuda a Tabasco, porque aún hay cien mil personas en albergues, que seguramente prolongarán su estancia si no pueden regresar a sus domicilios.

 
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