13 de noviembre de 2007     Número 2

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


Mujeres, dinero y “Oportunidades”

Gisela Espinosa Damián y Lucía Pérez Fragoso

Varios programas dirigidos a mujeres rurales dicen tener “perspectiva de género”, sin embargo, no siempre explican cuáles son las desigualdades de género que pretenden erradicar, y el concepto puede significar distintas cosas y hasta contradecir la noción más simple: la búsqueda de equidad entre varones y mujeres. Además, hay programas para mujeres que no tienen soporte financiero, y sin dinero suficiente todo es retórica.

En el medio rural el programa Oportunidades destaca por su cobertura: opera en todas las entidades; por la cantidad de familias beneficiadas: 6 millones en 2007; por la magnitud de sus recursos: 36 mil 16 millones de pesos (más del doble que lo destinado a Procampo, 16 mil 678 millones), y por el hecho de que las titulares del programa son mujeres madres, aunque ellas no sean las beneficiarias finales.

Oportunidades se dirige a familias en pobreza, pero su aporte es mínimo en comparación con lo que requiere una población rural devastada por la política económica. Dice el programa que una de sus prioridades es fortalecer la posición de las mujeres en la familia y en la comunidad, pero esta feminización del combate a la pobreza sólo consiste en que ellas reciban los incentivos destinados a que sus hijos se eduquen (becas, ligeramente superiores para las niñas a partir de la secundaria), para la salud (un paquete básico de servicios que casi se reduce a medidas preventivas) y para la nutrición (apoyo alimentario familiar).

A cambio de recursos indispensables para la subsistencia, que de ningún modo erradican la pobreza (4 mil pesos mensuales máximo por familia), las titulares tienen que reforzar la imagen y la disciplina femenina tradicional y, de paso, apechugar la falsa idea de que los hombres son ajenos a estos temas. También deben vigilar que niños y jóvenes vayan a la escuela a como dé lugar; asistir a pláticas de salud que, dicen algunas, se reducen a un simple “pase de lista”, asegurar que la familia vaya a sus citas médicas y recibir con frecuencia “consulta” de promotoras de salud que no tienen formación ni recursos para atender enfermedades.Así, sus jornadas laborales se intensifican para cumplirle a Oportunidades.

Los dineros del programa son cuantiosos y sin embargo insuficientes para asegurar el consumo mínimo, la salud y la educación de sus beneficiarios o para modificar la desventajosa posición femenina. Que los pesos lleguen primero a manos de las mujeres evita, a veces, que terminen en la cantina, pero también ha servido para el clientelismo político y el control de los cuerpos y decisiones reproductivas de las beneficiarias.

A esto se añade que Oportunidades ignora el papel productivo de las mujeres, omisión imperdonable cuando la migración está feminizando al mundo rural y apenas 18.8 por ciento del Procampo llega a manos de campesinas.

Hace falta dinero para las mujeres, sí, pero también repensar los porqués de la desigualdad en el México de hoy y en el campo en particular, de modo que los programas sociales no sean un parche a la pobreza, sino un medio para construir la igualdad social y entre varones y mujeres.

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