Usted está aquí: lunes 12 de noviembre de 2007 Deportes Triunfa el español Alejandro Talavante con el menos malo del hierro de San José

TOROS

Nuevo petardo de los nuestros en la segunda corrida de la temporada grande

Triunfa el español Alejandro Talavante con el menos malo del hierro de San José

Con desconocidos bajó la entrada

La banda de música comienza a robarse las palmas

Leondardo Páez

Ampliar la imagen El español Alejandro Talavante se llevó un apéndice El español Alejandro Talavante se llevó un apéndice Foto: Notimex

En la segunda corrida de la temporada grande 2007-2008 en la Plaza México los toreros mexicanos volvieron a “petardear”, es decir, a defraudar al público no obstante sus antecedentes, las supuestas ganas de triunfar, su hipotética hambre de gloria y el número de corridas toreadas a lo largo de 2007.

Ante una entrada que contrastó con la de la corrida inaugural, donde hubo casi tres cuartos de plaza en la México y ayer se congregó menos de un tercio para ver al moreliano Fernando Ochoa, el mexiquense Leopoldo Casasola y el joven badajocense Alejandro Talavante, que confirmaba su alternativa luego de triunfar en Las Ventas de Madrid –de donde salió por la puerta grande en abril pasado–, se lidió un descastado encierro de San José, propiedad del ganadero José Arturo Jiménez.

Fue una soleada tarde de otoño en la que el viento apenas si hizo acto de presencia, en solidaria proporción con los pupilos de San José, medidos de trapío, docilitos pero sosos, escasos de transmisión, salvo el sexto, que contribuyó a descongelar el estilo aún indefinido del debutante Talavante, pero que sin embargo bastaron para exhibir el nivel de desempeño de los alternantes.

Repito mi frase inmortal más reciente: “Si unidos no han sabido hacer nada, tal vez divididos los toreros mexicanos atinen a hacer algo”. O si se prefiere, ¿el nivel de desempeño de la torería de México depende del gremio al que pertenezcan o de su capacidad para hacerse del paciente público que tanto los ha aguantado?

A propósito: cuando no se es un hierro verdaderamente acreditado la obligación es mandar un encierro impecablemente presentado, como encabezaría el inolvidable soso ripioso, y a añadir a esa presencia una calificación rigurosa, por no decir exagerada.

Sin embargo San José, que tantos éxitos ha obtenido lidiando novilladas, en cuanto aumenta un año a sus pupilos nomás no pueden con la divisa. Repetidores y dejándose pero sosos, incluso acudiendo de largo a la muleta pero sin transmitir mayor emoción; debilones unos y bravucones otros, al grado de provocar tumbos pero sin recargar en el puyazo, los sanjosesitos dejaron mucho que desear en su comportamiento, y si a ello se añade el desempeño discretísimo, por no decir lamentable, de Ochoa y Casasola, no obstante su rodaje, el festejo puede calificarse de fallido, no obstante la bien ganada oreja que cortó al cierra plaza Alejandro Talavante.

Por cierto, este joven de Badajoz que el próximo 24 de noviembre cumple 20 años de edad no copia a José Tomás, como afirman los amantes de lugares comunes, sino que simplemente emula a los toreros buenos de la época moderna que saben quedarse quietos delante de las embestidas.

A diferencia de Tomás, este muchacho no es millonario, pero a semejanza de aquel sabe dejar quietas las zapatillas, aguantar las embestidas a pies juntos o separados y ligar los muletazos –aunque sean tres– a base de dejar permanentemente la muleta en la cara del toro.

Si bien con su primero Talavante se vio tan soso como su enemigo, tardó en descubrir que el izquierdo era el lado bueno del astado y se dedicó a pinchar como si estuviera aprendiendo a hacer la suerte suprema, con su segundo se reivindicó.

Tras de que el sexto de la tarde recargó en una vara lo lanceó con suavidad a pies juntos, instrumentó sin moverse cinco gaoneras en los medios rematadas con una larga y comprobó que el público de la México tiene verdadera ansia de que los toreros, de cualquier agrupación y nacionalidad, le digan algo delante de los toros.

La faena tuvo miga. El torillo obedecía a la muleta de Talavante, que en los medios ligó importantes tandas de naturales con expresión y ya en tablas derechazos, manoletinas y adornos no ausentes de torería. Tras pinchazo y entera fue premiado con merecida oreja. Debe volver.

Ochoa y Casasola, que completaban el cartel, vinieron pero no supieron estar. Los diestros mexicanos que se presenten en la México esta temporada deben acordarse de una cosa: José Tomás es millonario en euros y delante de los toros se queda más quieto que un poste. Si los nuestros no son millonarios en pesos, más les vale aprender a dar espectáculo. Entre tanto, la banda de música de la México, que dirige el maestro Reynaldo Vásquez, volvió a hacerse del público con sus bellas interpretaciones.

 
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