Usted está aquí: domingo 11 de noviembre de 2007 Opinión Mafia, la primera empresa en Italia

Matteo Dean

Mafia, la primera empresa en Italia

Recientemente entrevistamos a Giuseppe Carlo Marino (La Jornada, 18/9/07), catedrático de la Universidad de Palermo e historiador del fenómeno criminal llamado mafia. Considerado uno de los más preparados expertos del tema, dialogamos con él y llegamos a una conclusión: “En Italia ha sido posible combatir a la mafia porque existe una sociedad civil fuerte y viva, porque hay partidos de masas auténticamente democráticos y porque la magistratura ha conquistado su independencia real frente al poder político”. Sin embargo, el profesor siciliano razonaba también acerca de que a pesar de todo el esfuerzo y el sacrificio que se hizo, la mafia sigue existiendo, al igual que su tráfico y negocios, así como sus vínculos con el poder político local y nacional.

Prueba de esto –además de extraordinarios trabajos periodísticos/literarios como el bestseller Gomorra, del joven Roberto Saviano, que recientemente ha sido traducido al español– es la denuncia que la Confederación Italiana de Comerciantes (Confesercenti) lanzó el 22 de octubre pasado. A través de SOS Empresa, herramienta de la confederación que recoge y compila las denuncias de los comerciantes italianos acosados por la criminalidad organizada, el gremio de la venta y comercialización de productos ha podido construir un mapa de las actividades criminales de las organizaciones que pueden inscribirse en el llamado fenómeno mafioso, y de ahí ofrecer números y datos precisos.

La que se denomina Mafia SA de CV factura hoy 90 mil millones de euros al año sólo en la rama comercial, cifra que estremece toda vez que se considera que el presupuesto italiano para 2008 se está calculando en menos de 20 mil millones de euros. El facturado enorme de las organizaciones mafiosas representa casi 7 por ciento del producto interno bruto italiano, que, paradójicamente, se produce y gana en el sur de Italia –entre Sicilia, cuna de la propiamente llamada mafia, y Nápoles, cueva de la Camorra–, ese mismo sur afectado desde hace siglos por el rezago económico al cual nadie hasta la fecha ha podido ni querido poner fin.

La riqueza más grande de Italia en la macrorregión más pobre es una paradoja que se nutre, según la denuncia de los comerciantes italianos, de las más clásicas actividades mafiosas: usura, extorsión, piratería edilicia abusiva, agromafia y control de licitaciones públicas. El fenómeno alcanza a contaminar a toda la economía italiana, llegando a conquistar hasta las regiones más productivas del norte del país y golpea al menos a 160 mil comerciantes en toda la península, casi una quinta parte de todos los comerciantes italianos. Lo que lanzan los comerciantes italianos es una alarma que describe un modus operandi no tanto del sistema mafioso, sino de toda la economía italiana: hay pequeños comerciantes obligados a pagar el pizzo, pero también grandes cadenas comerciales en mano de los padrinos de las organizaciones criminales, así como imposición de mercancías por parte de la organización.

En la entrevista mencionada, Marino denunciaba a aquellos que definen a la mafia como un fenómeno más de criminalidad organizada: “la mafia es un poder organizado con una estructura que a veces es alternativa al Estado y a veces utiliza al Estado”. Denunciaba, asimismo, que la colusión con el poder político es elemento esencial de existencia del fenómeno. Hoy los comerciantes italianos nos ponen frente a una nueva realidad que se complementa con la descrita por Marino: la colusión. Y con este concepto, la Confesercenti señala hacia las grandes empresas italianas, la que cotizan en la bolsa de valores de Milán. Y estamos hablando de empresas cuyo facturado y relaciones comerciales las coloca en el selecto grupo de empresas trasnacionales. Suena extraño, pero es así.

Empresas trasnacionales italianas, la mayoría del sector construcción, capaces por su prestigio y poderío económico de resistirse al acoso mafioso deciden lo contrario llegando a acuerdos con las grandes organizaciones mafiosas. ¿Por qué? “Porque conviene”, contestan los comerciantes italianos. Conviene hacer acuerdos con la mafia cuando ésta controla las licitaciones de las obras públicas, las maquiladoras del área de Nápoles que fabrican ropa para las grandes firmas italianas, cuando la mafia controla la distribución al menudeo, cuando la mafia controla el procesamiento de la basura y los desechos, cuando la organización controla los medios de transporte, cuando “O’ sistema” –como le dicen en Nápoles– controla las mercancías que se importan en Italia.

¿Y la política? ¿Las instituciones públicas? Ausentes. O, mejor dicho, tratando de taponar las heridas y los daños. Muestra de esto es la acción disciplinaria hacia el juez De Magistris, promovida por el ministro de Justicia Mastella, ex democristiano, involucrado, junto al primer ministro Romano Prodi, en la investigación del magistrado mencionado acerca de un fraude sobre el uso de fondos públicos europeos en Calabria, tierra de la ‘Ndrangheta, otra sigla de la mafia italiana.

Todo lo anterior es un panorama definitivamente deprimente.

 
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