Usted está aquí: viernes 9 de noviembre de 2007 Sociedad y Justicia “El repicar de las campanas me hizo suponer que algo grave iba a pasar”

Dedicado a preparar banquetes, Juan José Galicia se lamenta: no me quedó ni una cuchara

“El repicar de las campanas me hizo suponer que algo grave iba a pasar”

Sin parar de dar escobazos para limpiar su casa, el hombre de 75 años recuerda que su padre se lo advirtió

Aquí había una laguna, por eso el agua llegó con toda su fuerza, dice un vecino

René Alberto López y Alonso Urrutia (Corresponsal y enviado)

Ampliar la imagen Un matrimonio intenta llegar a su casa usando un refrigerador para atravesar las calles inundadas de la colonia Las Gaviotas Norte Un matrimonio intenta llegar a su casa usando un refrigerador para atravesar las calles inundadas de la colonia Las Gaviotas Norte Foto: Alfredo Domínguez

Villahermosa, Tab., 8 de noviembre. El repicar de campanas de la catedral de Tabasco, a eso de las 2 de la madrugada del 31 de octubre, hizo suponer a don Juan José Galicia, de 75 años, que algo grave estaba por suceder. Una advertencia de su padre vino “como un rayo” a su memoria.

Poco después sonó el teléfono y escuchó la voz angustiada de una sobrina que le advertía: “¡tío, tío, están avisando que tienen que salir de la colonia; saca lo que puedas porque ya reventó el río!”. Luego, en un vehículo con altoparlante, las autoridades pedían a los vecinos que abandonaran sus casas.

Hoy, con los pies entre el lodo y sin parar de dar escobazos para desalojar de su vivienda los residuos de aguas negras, el septuagenario se resigna: “¿qué podía hacer, si en la casa sólo estamos yo y mi esposa, que tiene 63 años? Somos dos viejos. ¿Con qué fuerza iba a sacar mis cosas?”. De pronto, para de barrer y aclara: “pero lo de esa madrugada sólo fue un aviso”. El testimonio se da en el domicilio marcado con el número 210 de la calle Alfonso Caparroso, en la colonia Municipal, demarcación fronteriza con el centro de la ciudad de Villahermosa, zona donde además se ubican las colonias Mayito y Tulipanes.

Aquí, la inundación provocada por el río Grijalva alcanzó tres metros, pero esta madrugada fue liberada del agua estancada, para lo cual se usaron bombas de la Comisión Nacional del Agua, que están operando en distintos puntos de la capital tabasqueña. Este jueves, desde muy temprano, cientos de hombres, mujeres, niños, militares y trabajadores del ayuntamiento de la capital se dan a la tarea de limpiar pisos, paredes, calles y apilar muebles destruidos en avenidas y banquetas.

Además de la desolación de los lugareños, en el ambiente se respira un penetrante olor a agua podrida. Para donde se mire se observan los estragos de la contingencia: basura entre el lodo, muebles destrozados, negocios arruinados, autos dañados. Las imágenes se repiten en las calles Manuel Doblado, Aureliano Colorado, León Alejo Torres y José Guimod.

La papelería de la colonia Milenio 3000 reporta “pérdida total”. Una copiadora, tres enmicadoras, dos engargoladoras, tres televisores, así como material escolar regado entre el lodo es el saldo de los daños, según muestra su propietaria Flor de María Hernández García, quien lamenta que su negocio no esté asegurado.

El lugareño Carmen Miguel Hernández rememora y concluye por qué se inundó la zona. “Aquí estaba la laguna El Arenal, pero el gobierno del municipio hizo el fraccionamiento, hace ya unos 40 años, y entregó los terrenos a los trabajadores, por lo que antes de llamarse colonia Municipal se conocía como Empleados Municipales”. Por eso –explica–, el agua llegó con toda su fuerza buscando su cauce natural.

En la casa de don Juan José Galicia se ve un refrigerador despedazado y un pequeño televisor que jamás volverá a funcionar. La cama y un ropero “sólo servirán para leña”. Dedicado a ofrecer banquetes, narra que todas sus vajillas y enseres de cocina fueron arrasados por la corriente.

Después de siete días, en los que se refugió en la casa de uno de sus hijos, vuelve a su casa y da su testimonio a La Jornada. “Mi papá me contaba que cuando tocaban las campanas de la iglesia en horas que no eran normales, es que algo estaba sucediendo, pero no salí con los repiques porque, la verdad, nunca imaginé que nos fuéramos al agua”.

Según don Juan Galicia, la inundación no llegó el 31 de octubre, cuando tocaron las campanas, sino hasta el día siguiente, el jueves primero de noviembre, alrededor de las 10 de la mañana. “Fue cuando el río Grijalva venció la muralla de costales de arena colocada a la altura del Cicom (Centro de Investigación de la Cultura Olmeca y Maya), y las corrientes entraron fuerte a la ciudad, al grado de que en pocos minutos inundó toda esta colonia.”

Un reportero de radio llega hasta la puerta del domicilio, observa la desgracia de la pareja de adultos mayores y alienta a don Juan a hablar con el conductor del noticiario: “¿cómo se siente?” –le preguntan desde la cabina de transmisiones. Su respuesta es tajante: “como quieres que me sienta, si no me quedó ni una cuchara”.

 
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