Usted está aquí: jueves 1 de noviembre de 2007 Sociedad y Justicia Alud de reclamos a Calderón ante “catástrofe natural” en Tabasco

Ordena despliegue de Ejército y Marina para ayudar a quienes perdieron todo con las inundaciones

Alud de reclamos a Calderón ante “catástrofe natural” en Tabasco

Pobreza, poco presupuesto y obras nulas para contener los ríos, las causas del desastre: Granier

Claudia Herrera Beltrán (Enviada)

Ampliar la imagen El presidente Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala, ayudan a llenar costales de arena para contener el agua de los ríos que inundan Tabasco El presidente Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala, ayudan a llenar costales de arena para contener el agua de los ríos que inundan Tabasco Foto: Notimex

Villahermosa, Tab., 31 de octubre. Por donde caminó, el presidente Felipe Calderón se encontró con la desesperación de los tabasqueños. “Ayúdeme a recuperar mi casa”, pidió una de las muchas mujeres que se acercaron a él llorando.

El desastre provocado por las lluvias alcanzó tales proporciones que el propio mandatario lo calificó como la “peor catástrofe natural” que ha vivido la entidad, y clamó porque los mexicanos den ayuda “urgente”, incluso suspendió o redujo los operativos de las fuerzas armadas en otras entidades para concentrar sus elementos aquí.

La historia fue distinta a la del hucarán Dean. Esta vez, a la hora de los balances, las autoridades del gobierno federal no tuvieron nada que presumir en cuanto a previsiones tomadas ni a que la calamidad estuviera superada. Tanto que, por primera vez, el propio Calderón se mostró irritado y reclamó a los tabasqueños su falta de apoyo en las labores de colocar costales para impedir el desbordamiento de los ríos.

La primera parte del recorrido la hizo por aire, a bordo de un helicóptero CH53. Desde el cielo se podía comprender por qué el gobernador Andrés Granier declaró, con la voz entrecortada, que sentía “rabia, impotencia de ver que nuestros pueblos se nos estaban yendo de las manos”.

En los techos de las casas de la periferia de Villahermosa se encuentran muchas personas atrapadas, y qué decir de sus pertenencias: coches, siembra y ganado yacen bajo enormes lagunas. A estas alturas no se sabe dónde empiezan y terminan los ríos. Todo es agua, todo es devastación. Había enormes filas de camionetas con gente trepada atrás que sostenía las pocas cosas que pudo salvar de la tormenta.

No hubo cómo detener el embate del clima, como hizo ver Granier, quien ubicó, entre las causas de este “gran desastre”, el que haya un pueblo pobre, presupuesto escaso y nulas obras para controlar los afluentes de los ríos Usumacinta, Grijalva y Carrizal.

“Vente, o mando por ti”

Después, el Presidente, pala en mano y ataviado con botas de trabajo y rompevientos amarillo, igual que su esposa y algunos integrantes de su gabinete, se trasladó en camioneta al malecón Carlos Madrazo y se detuvo en medio de la calle inundada para tomarse fotografías mientras llenaba de tierra costales que servirían de dique.

Molesto porque un grupo de mujeres se quejaba de que ningún hombre las ayudaba, y porque además había decenas de personas observándolos desde un puente, en calidad de espectadores, el Ejecutivo federal empezó a preguntar a gritos: “¿faltan palas, o qué?”

Como las mujeres lo siguieron arredrando con la frase: “necesitamos mano de hombre”, el michoacano insistió: “Órale, agarre cada quien su pala”, mientras hundía una en el montón de tierra y se secaba el sudor.

Desde el puente La Esmeralda del Sureste, un hombre exclamó en relación con la presencia de Calderón: “¡que se quede toda la noche!” Eso hizo que el Presidente reventara, y señalando a uno de ellos, advirtió dos veces: “vente, o mando por ti”.

Pero los habitantes siguieron impávidos en los 15 minutos que duró esta tarea, y pocos aplaudieron, por lo que el mandatario tomó el micrófono y volvió a llamar a los jóvenes a que ayudaran. “La gente está cansada de llenar los fardos”, insistió, pero él también abandonó las labores aludiendo que debía acompañar a Granier a evaluar los daños.

Ya en el Centro de Convenciones, habilitado como macroalbergue para 4 mil personas, los funcionaros del gobierno federal recibieron tantas peticiones que no se daban abasto. Algunas damnificadas abrazaban a Calderón y sollozaban mientras contaban su pesar. “¡Lo necesitamos, señor!”. “Ahí estamos, ánimo”, les respondía.

La multitud yacía parada entre colchonetas y separada del Presidente por una cinta amarilla que decía: “Peligro”. En medio del caos, otra mujer lo interceptó y le pidió: “que me auxilien los soldados para que saquen mis cosas. Tengo 20 días de operada, quiero que me ayuden”. Pero el michoacano fue tajante y advirtió que primero se necesitaba salvar a la gente que sigue atrapada en sus casas.

Y se multiplicaron las exigencias: baños, agua, muros de contención, víveres, comida y pañales para niños. “Hay gente que se fue porque no encontró ayuda aquí”, contó Fabiola Hernández, mientras sostenía a un bebé. A todo ello, el Presidente atajaba diciendo que la situación es muy crítica.

Tampoco faltaron los momentos en que la catástrofe tuvo tintes políticos, como cuando un grupo de personas se acercó a las autoridades con globos de colores y dedicándoles porras, como si se tratara de un mitin.

Luego, en el aeropuerto de Villahermosa evaluaron los daños. Ahí se reunieron integrantes de los gabinetes federal y estatal. El afligido gobernador priísta señaló que en 72 horas de lluvias torrenciales se registró la peor tragedia en 50 años en la entidad, porque el agua cubre ahora 80 por ciento del estado, cuando normalmente la cifra es de 34.

“Necesitamos que usted nos eche la mano”, exclamó, para luego advertir que quizás lo peor está por venir, ya que el próximo sábado se avecina otro frente frío, y “¿a dónde vamos a meter a los miles de tabasqueños que andan demabulando en las calles de la ciudad?”, se preguntó.

De ahí pasaron a las explicaciones técnicas. Tanto las autoridades de las comisiones Nacional del Agua como de la Federal de Electricidad coincidieron en que hay un “tapón hidráulico” en el estado, porque los ríos, que se alimentan de entidades como Chiapas, no tienen dónde descargar sus caudales. Hasta ahora el Grijalva es el único afluente que está controlado. Y en medio de todo eso, en 10 días llovió más que la media registrada entre 1940 y 2000.

Plan de contingencia

Calderón admitió que no hay precedente de esta catástrofe en Tabasco, y anunció un plan de contingencia, que además de contemplar el rescate de los atrapados y la construcción de muros de contención con costales de arena, incluye un llamado para que los mexicanos hagan acopio de víveres.

La lista es grande: medicinas, agua embotellada, utensilios, alimentos enlatados, colchonetas, láminas, artículos de limpieza personal, palas, carretillas, linternas, cocinas, baños portátiles, cunas, tinas, bañeras para bebés.

También instruyó a los secretarios de Defensa y Marina, Guillermo Galván y Mariano Saynes –presentes ahí–, respectivamente, que trasladen el mayor número de elementos a la zona de desastre, incluso dijo que si es necesario se suspendan o reduzca la intensidad de otros operativos para que se auxilie “cuanto antes” a la población.

Prometió que la Secretaría de Agricultura dará “máximo soporte” a quienes perdieron sus cosechas y que el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, también tiene órdenes de auxiliar “en toda la dimensión posible” al gobierno tabasqueño.

 
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