Usted está aquí: martes 30 de octubre de 2007 Economist Intelligence Unit Peligro: precios en engorda

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Inflación

Peligro: precios en engorda

Ampliar la imagen Cosecha en un campo maicero del estado de Wisconsin, donde se espera una producción récord en esa entidad del medio oeste de Estados Unidos Cosecha en un campo maicero del estado de Wisconsin, donde se espera una producción récord en esa entidad del medio oeste de Estados Unidos Foto: Ap

Ampliar la imagen Escena en un mercado de Baokang, en China central Escena en un mercado de Baokang, en China central Foto: Reuters

Los precios de los alimentos aumentan de manera notable en todo el mundo, y muchos productos han alcanzado niveles sin precedente. A corto plazo, las principales causas fueron las adversas condiciones meteorológicas y la fuerte demanda, sobre todo en el sector de biocombustibles. Los precios podrían estabilizarse en el siguiente par de años a medida que la oferta se recupera; sin embargo, factores estructurales –en especial la creciente demanda de los países en vías de desarrollo y la presión que la degradación de la tierra y el cambio climático significan para el abasto– indican una tendencia constante en el aumento de precios a largo plazo. Esto constituye un riesgo para la inflación y el crecimiento global, y podría provocar tensiones sociales.

Aumento a corto plazo

Los precios de muchos productos alimenticios se dispararon en 2007. El índice de alimentos y bebidas (FFB, por sus siglas en inglés) de EIU alcanzó niveles históricos y se prevé que los precios promedio de 2007 estén 10.6% arriba de los de 1996, su registro anterior más alto. Pocos países han eludido los efectos. El impacto del aumento de precios se ha manifestado en “disturbios de la tortilla” en México, “huelgas de pasta” en Italia y un “boicot tomatero” en Argentina. Fabricantes de alimentos como Nestlé, imposibilitados para transferir totalmente el aumento de precios a su clientela, han lanzado señales de alarma sobre sus expectativas de ganancias; y los bancos centrales han subrayado que los precios de los productos alimentarios son un factor clave en el refuerzo de las presiones inflacionarias.

El alza de precios no se ha generalizado de manera uniforme. Los precios de trigo, maíz y oleaginosas se elevaron de forma más notoria, reflejando una ajustada relación entre oferta y demanda, así como escasez de inventarios. Se espera que el índice de precios del grano de EIU se eleve 16% en 2007, y el de oleaginosas, 29%. A su vez, esto causa que los precios del forraje se eleven, lo que ha derivado en fuertes aumentos en carne, leche y huevo. En contraste, se espera que los precios del azúcar se reduzcan alrededor de un tercio este año.

La ausencia de una vasta tendencia alcista sugiere que el factor principal que ocasiona el aumento actual es la coincidencia de condiciones meteorológicas extremas (que han afectado cosechas y deprimido la oferta) y el crecimiento de la demanda de ciertas materias primas que se utilizan para alimentos, combustible y forraje. Una severa sequía motivó que la producción australiana de trigo cayera 60% en el ciclo 2005-06, mientras en Europa y Norteamérica la producción resultó afectada por la fuerte precipitación pluvial y por presiones respecto del uso de la tierra, respectivamente.

Los altos precios del petróleo también han contribuido a elevar los costos de fertilizantes y combustibles. Como en el caso del petróleo, puede que la especulación haya reforzado la tendencia alcista en algunos productos alimentarios: los inversionistas corporativos se interesan cada vez más por esos productos como parte de su actividad comercial.

Pero el auge de los precios agrícolas tiende a darse en ciclos cortos, ya que la oferta es muy sensible a los precios. Por tanto, EIU espera que se nivelen en el periodo 2008-09, a medida que la producción se incrementa en respuesta a precios superiores en ciertas materias primas. Pese a la presión sobre los recursos territoriales, la oferta aún tiene considerable capacidad de respuesta. Y se prevé que el índice FFB se eleve a un promedio anual de menos de 2% en los próximos dos años; por debajo de la inflación total de la mayoría de los países.

Presión alcista a largo plazo

Sin embargo, existe inquietud sobre la perspectiva a largo plazo de los precios de los productos alimentarios. En julio, un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) advirtió que, durante la próxima década, los precios de alimentos podrían ser entre 20% y 50% más altos que en los 10 años pasados. Hay cierto número de factores que presionan estos precios a largo plazo.

Por el lado de la demanda, hay dos problemas clave. El primero es la demanda de biocombustibles, que ya tienen cierto impacto sobre los precios. Por ejemplo, en 2007, una cuarta parte de la cosecha de granos de Estados Unidos irá a la producción de biocombustibles. Sin embargo, a menudo se exagera su impacto: el aumento de la demanda de biocombustible de años recientes representa sólo una pequeña parte del actual desequilibrio de la oferta y la demanda.

Además, a largo plazo, no es muy seguro que se dé un alza importante de la demanda de biocombustibles. Es necesario que los productores desarrollen tecnologías que requieran menos materia prima o utilicen partes no comestibles de materias alimentarias. En caso contrario, los gobiernos podrían recortar los subsidios para estos combustibles o, como en el caso reciente de China, reducir el uso de cosechas de maíz para proyectos de etanol si se estima que éste contribuye al alza de precio de los alimentos.

El segundo factor, y más importante, es la creciente demanda derivada del cambio de las pautas dietéticas en los países en desarrollo. A medida que los ingresos crecen, los consumidores tienden a aumentar su consumo de carne y productos lácteos, lo que a su vez provoca un aumento en la demanda de granos para forraje. No es probable que esto haya causado el alza reciente, ya que la demanda en China e India se amplió de manera radical a principios y mediados de los años 90. Sin embargo, poblaciones en continuo aumento y crecimiento del ingreso en los países en desarrollo, durante los años venideros, harán que la demanda presione los precios de los productos alimentarios.

Por el lado de la oferta, los riesgos son altos también. Las tendencias demográficas implican una presión creciente sobre los recursos territoriales. La degradación de la tierra y la falta de agua serán una amenaza para la producción. Los efectos del cambio climático, mientras tanto, son difíciles de precisar; incluso hay quien opina que beneficiará al abasto porque habrá mejores cosechas en climas actualmente más fríos. Sin embargo, los efectos serán muy negativos, y los cálculos tienden a sugerir que la pérdida de la producción en climas ecuatoriales será mayor que cualquier compensación en otra parte.

El progreso tecnológico ayudaría a superar estos desafíos. Sin embargo, los riesgos para los precios están al alza, y existe un peligro considerable de que se rompa la tendencia histórica de producciones crecientes y disminución del precio real de los alimentos, lo que conduciría a una tendencia alcista de los precios.

Impacto probable

Los altos precios de los alimentos plantean gran número de riesgos. El impacto sobre la inflación total se ha sentido de manera más notable en los mercados emergentes, donde los productos alimentarios representan una mayor proporción de la canasta de precios al consumidor. Sin embargo, los efectos sobre la inflación en el mundo desarrollado también pueden ser significativos. Incluso, en los países de la OCDE los alimentos tienen a menudo un peso mayor que la energía en la canasta básica. Por otra parte, una reciente investigación del Banco de Inglaterra sugirió que ciertos artículos de alta visibilidad, como los alimentos (así como gas y electricidad), tienen impacto desproporcionado sobre las expectativas inflacionarias.

A escala mundial, la inflación parecía estar anclada en niveles bastante bajos, pero los precios de los productos alimentarios han contribuido a su ascenso, por lo que una tendencia alcista continua ejercería, a largo plazo, presión considerable, en particular cuando parece debilitarse el impacto desinflacionario de la integración de China y el antiguo bloque soviético a los mercados globales. Esto plantearía un reto a la política de los bancos centrales, sobre todo porque sus esfuerzos se enfocan más a la inflación nominal que a la real (que no toma en cuenta los precios de los productos alimentarios). Además, al afectar el gasto del consumidor, los altos precios de los alimentos podrían atenuar el crecimiento de la producción y del PIB.

El alza de los alimentos podría crear tensiones sociales. Y sería un factor de malestar social entre los estratos mal pagados del mundo en desarrollo. En China, por ejemplo, el gobierno está tan alarmado ante la irritación pública por la reciente inflación –causada principalmente por el alza de los alimentos–, que ha ordenado un congelamiento de los precios controlados. Incluso en el mundo desarrollado es probable que el fenomenal impacto sobre grupos mal pagados refuerce las inquietudes relativas a la desigualdad de ingresos y fomente la exigencia de una política distributiva más eficaz.

Fuente: EIU

 
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