Usted está aquí: domingo 28 de octubre de 2007 Opinión Malos hábitos

Carlos Bonfil
[email protected]

Malos hábitos

Para su primer largometraje, el realizador y publicista Simón Bross (co-productor de ¿Quién diablos es Juliette?, de Carlos Marcovich, y de Segundo siglo, de Jorge Bolado), eligió un tema novedoso: los trastornos alimenticios y sus efectos en la vida cotidiana de una familia y también en la experiencia mística de una religiosa. El punto de partida del director y su guionista, Ernesto Anaya, fue explorar las posibilidades dramáticas de padecimientos relacionados con la alimentación o con el desgaste inducido (anorexia nerviosa, bulimia, anorexia bulímica, vigorexia –atletismo excesivo) que afecta a más de 5 por ciento de la población en México, provocando el fallecimiento de una cuarta parte de los pacientes.

El trastorno sobre el que el director de Malos hábitos concentra su atención es la anorexia, una conducta obsesiva en la que el enfermo se provoca una pérdida de peso que lo conduce a un estado de virtual inanición. El problema conlleva un trastorno síquico evidente, pues la persona se percibe a sí misma como gorda, en ocasiones incluso obesa, cuando en realidad su aspecto es de una delgadez extrema. Esta disociación entre el mundo real y la obsesión y el delirio es evidentemente un tema atractivo, y Simón Bross y Anaya sacan del expediente clínico el mejor partido para sus dos propuestas dramáticas. Una de ellas es la crónica de una desintegración familiar: Elena (Elena de Haro), joven madre de familia, vive obsesionada con su aspecto físico, pasa horas en su caminadora quemando grasas, eliminando calorías, exorcizando el fantasma de la gordura, pero para desgracia suya tiene una hija, Linda (estupenda Elisa Vicedo), con sobrepeso y un gusto inocultable por las golosinas. Paralelamente Elena muestra hacia su marido una franca indiferencia sexual y vive reprendiéndolos a él y a su hija por no ajustarse a las dietas severas y a la austeridad doméstica que ha elegido para sí misma. Esta situación produce los mejores momentos humorísticos de la cinta. Los personajes martirizados se refugian cada uno con compañías cómplices que les hacen llevadera la existencia; él con la muy hedonista Gordibuena (Milagros Vidal), y la niña con un compañero de escuela que en algo le ayuda a incrementar su autoestima.

De esta divertida crónica familiar –aproximación casi documental al problema clínico de la obsesión anoréxica–, el director transita al delirio místico que se apodera de la monja Matilde (Ximena Ayala), convencida de que por medio de un ayuno radical será capaz de frenar una lluvia torrencial que ella percibe como un segundo diluvio universal. Aquí la anorexia se transforma en lo que los galenos del siglo XIX calificaban de inanición histérica.

En la literatura médica se refiere el caso de una religiosa en Portugal, santa Wilgefortis, que dedicó buena parte de su existencia al ayuno, rezándole a Dios para que la privara de su belleza con el fin de ahuyentar así la atención de los hombres. Esta religiosa se convirtió a la postre en santa patrona de aquellas mujeres que sufrían, de modo real o imaginario, por el acoso masculino. Con su severa disciplina de privación alimenticia, la monja Matilde sólo busca el bienestar de la humanidad y aplacar, en lo posible, la furia de los elementos.

Simón Bross se integra con este primer largometraje al número creciente de cineastas mexicanos que observan de modo irónico la crisis de la familia nuclear (La vida inmune, de Ramón Cervantes; La familia tortuga, de Rubén Imaz; Quemar las naves, de Francisco Franco), y lo que añade es un registro abiertamente humorístico que consigue resumir en dos personajes buena parte de los síntomas del trastorno alimenticio: irritabilidad y desinterés sexual, éxtasis y delirio; manías y depresión crónica.

Malos hábitos muestra algunas dificultades para equilibrar sus dos historias centrales, o para contrastarlas de modo más eficaz. La primera historia, fincada en la cotidianidad doméstica, tiene más atractivo humorístico que la segunda, una aproximación ocurrente a la experiencia mística, y tal vez esto se deba a que el delirio religioso presenta un reto todavía mayor para una comedia (recuérdese Entre tinieblas, de Pedro Almodóvar, titulada en inglés Malos hábitos) que la obsesión anoréxica de una ama de casa insatisfecha.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.