Usted está aquí: jueves 25 de octubre de 2007 Política Un tinglado para Ignacio Ramonet

Abraham Nuncio

Un tinglado para Ignacio Ramonet

El Fórum Universal de las Culturas, con sede en Monterrey, programó en la sección llamada Diálogos, que coordina Enrique Krauze, director de la revista Letras Libres, un debate entre Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, y Álvaro Vargas Llosa, hijo del novelista Mario Vargas Llosa, periodista y director del Centro para la Prosperidad Global. El tema no podía ser más provocativo: ¿Es bueno el capitalismo para los pobres?

En la presentación del debate, Krauze enfatizó el clima de libertad propicio a la confrontación de ideas, la necesidad del debate y el acierto de llamar al capitalismo por su nombre.

El que llenó el recinto del Museo de Historia Mexicana, donde tuvo lugar, no era un público heterogéneo, como cabría suponer de un acto abierto. Al contrario, salvo los periodistas y algún prietito de ésos que no faltan en el arroz más selecto, se trataba de un público compacto. Cuando Ramonet hacía la crítica de algunos de los efectos del capitalismo o valoraba como positivas las medidas tomadas por el gobierno de un país que no es socialista, en este caso Venezuela, los abucheos y las risas burlonas no se dejaban esperar.

En cambio, cuando Vargas Llosa llamaba milagroso al sistema capitalista y lo veía como el único capaz de sacar de la pobreza a los individuos (siempre acudiendo al socorrido pero falso parámetro del ingreso per cápita), o bien cuando calificaba de fascista al gobierno venezolano y remataba sus juicios con un original etcétera, etcétera, etcétera, los aplausos escapaban raudos de las manos de ese público.

Al cabo del debate, una mujer se acercó a Ramonet y lo llamó mentiroso en tono de grito. El capitalismo puede no ser bueno para los pobres, pero hacer su crítica es intolerable para los ricos más atrasados e intolerantes del Monterrey metropolitano. Álvaro Vargas Llosa los había convencido: contrariamente a lo dicho por Krauze, propuso que al capitalismo (término inventado por los marxistas, dijo) no debía llamársele así, sino liberalismo. Al día siguiente, el diario El Norte publicaba una foto donde aparecían tres jóvenes portando una gran pancarta en la que llamaban a Ignacio Ramonet Cachorro de Hugo Chávez. Y rubricaban: Fuera títere socialistoide.

Es probable que a Ramonet le haya parecido extraño el comportamiento unánime del público y las subsecuentes manifestaciones en contra suya. También es probable que desconociese los antecedentes clasistas del Fórum y la manera peculiar en que fueron vendidos los boletos (un mes antes estaban agotados, así que cabe inferir que sólo los partidarios del capitalismo absolutista estuvieron al tanto del debate y se apresuraron a adquirir su entrada). En su breve estancia en la capital de Nuevo León pudo visitar a algunos vecinos del área de Topo Chico que todavía viven en cavernas, pero tal vez no estaba al tanto del chovinismo local. Si urticaria les provoca a los privilegiados, como dijo, el hecho de que se produzcan mejores condiciones para los menos provistos, un dengue violento se apodera de aquellos que viven en la cima de la ciudad regiomontana cuando alguien señala que hay algo en ella que no anda bien.

De lo que sí tenía pleno conocimiento Ramonet era de la falta de nivel de su adversario. Álvaro Vargas Llosa se ha dado a conocer en los flexibles medios periodísticos como un experto en asuntos internacionales, pero no parpadea al afirmar que el capitalismo ha sacado de la pobreza a 200 millones de seres en los últimos años. Bastaría una simple resta, si esa cifra fuera verificable, para hacerlo ver como un demagogo. ¿O es que miente la ONU cuando afirma que hay 850 millones de personas que padecen hambre en el planeta, aun cuando sobra comida para alimentar a todos? En los países socialistas puede haber carencias, pero no hay hambre. ¿Dónde se encuentran esos 850 millones de parias si no en los países capitalistas? Vargas Llosa no se midió, seguro del público al que se dirigía. Las afirmaciones de que Cuba es un país esclavista porque cobra impuestos excesivos a los inversionistas foráneos o de que México es una nación socialista corporativista por el hecho de que las industrias del petróleo y la electricidad se hallan en manos del Estado no las habrían suscrito siquiera los sinarquistas más rezagados.

Estar frente a un teórico o un ideólogo es una cosa; estar frente a un pregonero del Foro Económico de Davos, así se haya formado en la London School of Economics, es otra muy distinta.

Para quienes estamos familiarizados con el contexto social y cultural en que se desarrolló el debate, el trato a Ramonet –un intelectual reconocido no sólo por su calidad periodística, sino por sus iniciativas (el establecimiento de la tasa Tobin en beneficio de los ciudadanos y la promoción del Foro Social Mundial)– fue en buena medida explicable. Lo explicable, por supuesto, no quita lo innoble de la actitud de sus detractores.

Los resultados del debate no se traducen en prestigio para el Fórum ni para Monterrey ni para Letras Libres ni para Enrique Krauze. No implico que Krauze haya estado avisado de la organización del tinglado. Pero como coordinador de un acto bajo su responsabilidad, debió exigir que se le informara cómo se había manejado al público asistente.

 
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