Usted está aquí: jueves 25 de octubre de 2007 Opinión Antrobiótica

Antrobiótica

Alonso Ruvalcaba
http://aantrobiotics.blogspot.com[email protected]

Pastiche: París, Helsinki, Salvador

Ampliar la imagen El Arco del Triunfo en París El Arco del Triunfo en París Foto: Reuters

No recuerdo qué comíamos entonces: íbamos a la Régalade, que no era tan caro: pot-au-feu de foie gras en gelatina con frutos secos, atún marinado a la pimienta con piperade fría, tourte de palomo, sopón de venado, o íbamos a Montmartre y pedíamos nuestros falsos tacos al pastor (¿o es al revés?, ¿los tacos al pastor son falsos kebabs?, ¿importa?), los llenábamos de frites y los cubríamos con yogurt y chile piquín, luego caminábamos por la bajada aquella, o bajaba yo solo como Bob le Flambeur y me subía a un taxi, ya no me acuerdo de tu nombre, Jessica, Cecilia, Catalina, y entonces en la mañana color gris, como este miércoles, tomamos el TGV al norte y hacia el frío: Rouen, Amiens, Dounkerke, había salmón con huevo y champaña muy barata en el tren, tú me leías a Cendrars, sommes nous bien loin de Montmartre?, y me tapabas con una cobijita, Tiina, íbamos a tu casa en Helsinki, y esa cobija era más tibia que mi vida y más colorida que mi vida, dormimos en el tren y me despertaste a medianoche y me diste la espalda, te bajaste un poco el pantalón para que viera tu tanga y tus nalguitas, en Helsinki las noches duraban varios días y yo te dije ven, ven a México, en su altiplano florece el tulipán, las lianas tentaculares, tentáculos, cabellera del sol, la paleta, los pinceles, los colores te ensordecen como un gong, florece el tucán y el tzentzontle, vamos a amarnos entre las ruinas perpendiculares de la catedral o escondidos en el altar de Pino Suárez, tú serás mi ídolo policromo infantil caprichoso extrañísimo y voy a darte un mango para que lo mires y lo toques y lo pruebes, me toca a mí recoger los mangos y decir ven; no sé por qué se me olvida tu nombre si te tengo clarísima recargada en una esquina perto da praça João Mangabeira en Salvador de Bahía y comprando aguacates con azúcar quemada en el cruce de Salete y Direita Piedade, qué delicia, y en la casa prestada que era al menos la quinta me leías a Camões, nunca había visto a nadie así de bello, súbete la falda mientras lees:

Oh! que não sei que escrevo, nem que falo!

Que se de um pensamento n’outro passo,

vejo tão triste género de vida

que, se lhe não valerem tantos olhos,

não posso imaginar qual seja a pena

que traslade esta pena com que vivo

Yo tampoco sé qué escribo ni qué digo y también salta el pensamiento por la página, qué bueno que eras brasileña, Tânia, para que yo siempre pueda oírte repitiendo esos versos y comiendo aguacate con azúcar y que nos bañemos en el calor de Bahia, nunca más que ahí me gustó el calor porque tú usabas una blusita de tela como de guayabera o más ligera, transparente casi y veía tus pezones alzarse como una señal amorosa (¿qué les hace el amor a los poetas? Ezequiel me dice que no es trágico: es atroz, que les sobreviene una luctuosa ruina a los poetas que el amor captura, sin importar su orientación o identidad poética, que a los vates de la torre de marfil los precipita del penthouse ebúrneo directo a planta baja, que a los apóstoles del Zeitgeist, que proclaman sin empacho que la lírica está muerta, les permite insistir en el error y en sus prolijas parrafadas, que a los puristas de la voz les corta en seco su dulce lamentar, y a los maniáticos del ritmo les quiebra las falanges, y estropea el íntimo metrónomo que llevan junto al corazón para marcar el paso de sus versos, a los poetas bellos y felices, caprichosos, a los videopoetas y performers, a los ovni-poetas, voladores o rastreros, identificados, a los que exigen que el poema se vista de mendigo; a los filósofos poetas; y a los cultores convencidos de la “prosa poética”: el amor, que mueve el sol y a los demás poetas, los lleva hasta el postrero paroxismo: los convierte en tierra, en humo, en sombra, en polvo, etcétera), ugh, tiene razón, qué bueno que entonces y que siempre he sido un mal poeta porque sí estiré la mano mojada y toqué tus tetas pequeñitas bajo la blusa, aunque ahora que lo pienso creo que no me acuerdo de tu nombre y tal vez eso no era Salvador de Bahía sino la del Valle y lo que comíamos eran tacos al pastor de El Naranjito, un taco que me quepa en un endeca, o bajábamos al Sonora Grill (tu mamá era sonorense y qué cagada eras cuando la imitabas) por frijoles meneados, eso no era Helsinki ni su noche de seis meses sino la noche de tres días de Motolinía y no comíamos nada, nada más bebíamos vino y vodka todo el tiempo, no era París ni la rive gauche sino Regina que está abierta en dos como un paciente que vamos a perder en cualquier momento y huele a muerto, a agua estancada, y no hay nada de comer y no pasó tanto tiempo francamente, pero ayer cuando te vi seguí de frente.

 
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