Usted está aquí: jueves 25 de octubre de 2007 Espectáculos Rock domesticado en el corazón del Comité Ejecutivo Nacional panista

Vicente Fox, su esposa y CSG, blanco de la puyas de Alex Lora en concierto de El Tri

Rock domesticado en el corazón del Comité Ejecutivo Nacional panista

“Martita y su vaquero tienen una gran mansión/ y es que nuestros impuestos están trabajando…”

Militantes del blanquiazul en busca de rebeldía y revolución con Nostalgia de fin de siglo

Tania Molina Ramírez

Ampliar la imagen Carlos Salinas y El Tri en el auditorio Manuel Gómez Morín del CEN del PAN Carlos Salinas y El Tri en el auditorio Manuel Gómez Morín del CEN del PAN Foto: Carlos Cisneros

“Pinches políticos rateros”, corearon cientos de panistas, junto con El Tri, desde el centro mismo de su partido.

“¡A huevo!”, exclamó el vocalista Alex Lora, mientras les aplaude y lanza una sonrisa.

(¿Esquizofrenia panista? ¿Autocrítica? ¿Oculta rebeldía?)

Mayra, de 30 años y panista desde los 17, una atenta mujer de rostro moreno y sonrisa amplia, escuchaba desde un costado del atiborrado auditorio Manuel Gómez Morín, en el edificio del Comité Ejecutivo Nacional del blanquiazul.

–¿Y el PAN está libre de políticos rateros?

–Nooo… contesta, mientras Alex Lora canta: “¡Estamos hasta la madre de tanto político ladrón!”

El martes por la noche, la legendaria banda rockera El Tri arrancó un concierto de casi dos horas con una serie de canciones políticas que fueron recibidas por el público –la gran mayoría jóvenes panistas– a momentos con tibieza (algunos se volteaban a ver entre sí), pero en muchas ocasiones con entusiasmo, como durante el coro de “pinches políticos rateros”.

Rateros en todos los partidos

Mayra, habitante de Ciudad Nezahualcóyotl, opinó que hay rateros en todos los partidos, además, ninguno representa los intereses del pueblo: “la base sí (está formada por el pueblo). Yo estoy en el comité (estado de México) y son personas humildes, con convicción”. Pero en lo que se refiere a la cúpula, “todos atienden a intereses. No hay un solo partido que vea por el pueblo”.

Y como para ejemplificarlo, Lora había cantado Caseta de cobro: “Y con la lana que se paga un domingo/ en las carreteras de cuota,/ se podría pagar la deuda/ y comprar muchos kilos de mota./ Pero eso no puede ser…”

–¿Por qué mis niños? ¿Por qué no puede ser? –lanzó.

Y el público (casi mil 500 jóvenes, según los organizadores) corearon: “qué diría papá gobierno/ quién les pagaría sus viajes/ sus viejas, sus casas,/ sus guaruras”.

Fue la primera vez que Mayra asistió a un concierto de El Tri. Emocionada, le gustó el primer bonche de canciones políticas, aunque sus favoritas son las clásicas.

“Doña Martita y su vaquero tienen una gran mansión/ y es que nuestros impuestos están trabajando…”, actualizó Lora, quien fue anunciado como “el vocero de los sin voz”, que “lleva tres generaciones cantando la neta de la banda”.

Más tarde, Lora, quien en otras ocasiones ha participado en actos panistas, entonó la nueva Coopelas o cuello: “Da lo mismo que se lo roben los narcos o el gobierno… el pueblo va a seguir en la calle sufriendo las injusticias”.

Todo, eso sí, dentro de ciertos parámetros de “lo decente políticamente”: los únicos personajes a los cuales hizo alusión directa fueron George W. Bush (un simple y triesco “que chingue a su madre”) Fox, Martita y Salinas (el cómico Teo González portó una máscara del ex presidente y recibió quizá el más estruendoso y parejo “uleeero-uleeero”).

Hubo, claro, las clásicas alusiones de El Tri a la Virgencita.

Mientras, ante la menor intención de slamear, aparecían chavos de anaranjado (jóvenes panistas encargados de la seguridad) para impedirlo.

Mayra optó por salirse un rato del calorón.

Ella es maestra de preparatoria y estudia derecho en la FES Aragón.

–¿Por qué cree en el PAN?

–Por su historia y porque está bien fundamentada. Y me gusta el ambiente.

Fue representante general (de 10 casillas) en las pasadas elecciones. Opina que Felipe Calderón ganó por un muy estrecho margen, y lo ayudó “la campaña de desprestigio, cuando comparaban a López Obrador con Hugo Chávez. A la gente le dio miedo. Yo conozco gente que iba a votar por él y que después de esos mensajes decidió que no”.

De la protesta a la propuesta, así se llamó el concurso de bandas organizado como “parte de la estrategia de cultura” del PAN. La final se llevó a cabo antes del concierto de El Tri (el premio fue ser telonero –finalmente, los tres finalistas tocaron dos canciones cada uno– y una guitarra eléctrica).

El jurado (Kenny, de Kenny y Los Eléctricos; Arturo Ibarra, de Rostros Ocultos, y Alejandro Vázquez, de Los Amantes de Lola; entre otros) eligió a La Bruja, un grupo de hombres cuarentones o cincuentones que cantaron El boggie del gato, sobre “la contaminación que producía la asquerosa refinería de Azcapotzalco”.

Y todo por el rocanrol

“Somos la raza más chida”, dijo Alex Lora, antes de que subiera un danzante azteca con enorme penacho. Y sí, ahí estaba la raza, sobre todo clasemediera, pero raza al fin. Había de todo, desde chavos punks a familias enteras, con pequeñitos de brazos.

Según algunos relataron, consiguieron los boletos gratuitos por medio de un comité delegacional o del estatal mexiquense (muchos eran integrantes de éstos) o por tener amigos en ellos. Los organizadores dijeron que también se repartieron entre organizaciones civiles cercanas al PAN.

En total, el concierto costó, según los organizadores, entre 250 y 280 mil pesos.

Las presentadoras se esforzaron por ser cool, como si la rebeldía o la juventud se pudiese medir por la cantidad de veces que uno repita pinche o mariguana o haga algún chiste sexual. Así, cada vez que anunciaban a alguna mujer, inevitablemente había (por parte del público o sobre el escenario) chiflidos o gritos de “vuelta-vueelta” o “que-se-encuere”.

“¡Va a llegar la persona (Gerardo Priego) a la que se le ocurrió toda esta mariguanada de hacer un concierto de Alex Lora!”, exclamó la presentadora. Desde el público, alguien la corrigió: “esta no es una mariguanada”.

“Y todo por el rocanrol”, como dijo Lora. Un rock, al menos en ese auditorio, bastante domesticado.

“Es la nostalgia de fin de siglo… y todos quieren ser rebeldes y revolucionarios”, cantó el público, entre ellos dos que se pararon el cuello de la camisa, con la que probablemente habían ido aquella mañana a su trabajo en alguna oficina.

 
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