Usted está aquí: sábado 20 de octubre de 2007 Opinión Paraguay: ¿el fin del Partido Colorado?

Emir Sader

Paraguay: ¿el fin del Partido Colorado?

Aprendimos que en la guerra de Paraguay, Brasil se unió a Argentina y Uruguay para sacar del poder a un tirano. Pero Eduardo Galeano se pregunta: “¿Qué lección Brasil, monárquico y esclavista, le iba a dar a Paraguay, republicano y sin esclavitud?”; lo cierto es que murió en la guerra 70 por ciento de los adultos de Paraguay, país mediterráneo que tenía un modelo económico dirigido al mercado interno, fuera de los circuitos de dominación de Inglaterra.

Hoy Paraguay puede sumarse a la lista de los gobiernos progresistas de América Latina, al eligir presidente al ex obispo Fernando Lugo. Terminada la larga dictadura de Stroessner –que vivió holgadamente su exilio en Brasil– en 1989, el Partido Colorado, que gobierna Paraguay desde la década de 1940, volviéndose un verdadero Partido-Estado prolongó su reinado, hasta que las grandes movilizaciones populares que cuestionaron sus métodos autocráticos de gobierno erigieron a Lugo como el líder favorito de la oposición para triunfar en las próximas elecciones de abril de 2008.

Todo parece favorecerlo: el apoyo popular, el prestigio que posee, la crisis de gobierno y del Partido Colorado dividido, el entorno regional. Lugo constituyó una amplia alianza partidaria, lo que hizo que algunos movimientos sociales tomasen distancia en relación a él, temiendo que quede preso de compromisos con fuerzas tradicionales, entre ellas, el mayor partido opositor, el Liberal.

El Partido Colorado aún debe decidir quién puede ser su candidato. Podría ser una ministra del presidente Nicanor Duarte, o el vicepresidente Luis Alberto Castiglioni, el favorito que renunció recientemente para poder ser candidato. Éste es el más significativo representante del neoliberalismo, con estrechos vínculos con el gobierno de Estados Unidos.

Temeroso del favoritismo de Lugo, el gobierno introdujo una nueva maniobra, liberando a Lino Oviedo, político tradicional con conocidas prácticas de violencia contra los movimientos populares, así como también implicado en el asesinato del ex vicepresidente Luis Argaña. Éste es uno de los tres procesos por los cuales Oviedo fue condenado –otro es por tentativa de golpe de Estado–, pero habiendo apelado de las sentencias está en libertad para intentar arrebatarle votos a Lugo.

Lugo no elaboró aún su plataforma electoral, pero seguramente incorporará en las negociaciones un nuevo contrato de Itaipú, en que reivindicará simplemente que Brasil pague a precio de mercado la producción eléctrica, revisando el acuerdo firmado por la dictadura militar brasileña con la similar de Alfredo Stroessner. Con sólo esto, Paraguay recibiría por lo menos el doble o más de lo que percibe por sus acuerdos actuales.

El tema de la reforma agraria debe ser central en un eventual gobierno de Lugo, debido a que éste se ha comprometido a acabar con los latifundios y critica a Luiz Inacio Lula da Silva Lula por la lentitud de la reforma agraria en Brasil. Aún más, si el candidato del Partido Colorado fuese Castiglioni, Lugo tenderá más claramente a desarrollar un discurso antineoliberal, por el cual afirma optar.

Los riesgos no son pocos: de campaña pesada y sucia por parte del gobierno y del Partido Colorado, incluyendo tentativas de fraude electoral; riesgo de Lugo de depender demasiado de los partidos políticos tradicionales y proponer un gobierno atado por excesivos compromisos, inclusive por las excesivas reticencias de sectores de los movimientos sociales que lo apoyan resueltamente. Pero los riesgos forman parte de la posibilidad de terminar con la dictadura del Partido Colorado. Nunca las condiciones internas y externas fueron tan favorables.

Traducción: Ruben Montedónico

 
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