Usted está aquí: sábado 20 de octubre de 2007 Cultura Cervantino: lo contemporáneo

La Fiesta Cervantina

Juan Arturo Brennan

Cervantino: lo contemporáneo

Guanajuato, Gto. En esta festivalera ciudad se debate con cierta intensidad el asunto de la presencia de la música contemporánea en el Cervantino, y lo que se escucha con mayor frecuencia es el lamento por la desaparición del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea que coordinaba Ramón Montes de Oca (1953-2006).

El debate es pertinente, sí, porque es preciso defender y apoyar la presencia de la música de hoy en el Festival Internacional Cervantino. Sin embargo, me parece que esta discusión parte de una premisa hasta cierto punto equívoca. Si bien es cierto que ese ciclo de conciertos ya no está designado como tal, en los hechos sigue existiendo, ya que este año la programación del Cervantino incluye 15 conciertos de música contemporánea que se realizan en una sede básica, el Salón del Consejo Universitario, y un par de sedes alternas, bajo la coordinación de la compositora Ana Lara.

Es decir que, por una parte, la presencia de la música nueva sigue siendo sólida y variada y, por la otra, parecería evidente que el hecho de que no se hable de estos conciertos como un ciclo se debe a que la idea es considerar a la música contemporánea como una parte consustancial del Cervantino, y no necesariamente como una especie de apéndice al resto de la programación musical. Se les designe o no como un ciclo, el hecho es que ahí están los conciertos, y bajo éste u otro nombre, o sin nombre alguno, siguen siendo de alta calidad y gran interés. Ya lo dijo Shakespeare, hace muchos años: A rose, by any other name

Este ciclo sin título oficial ofreció a los interesados en la música actual un raro privilegio: la oportunidad de escuchar varias de las notables Sequenze de Luciano Berio, dos de ellas interpretadas por los músicos que las estrenaron y a quienes están dedicadas. La primera fue tocada por el violinista Carlo Chiarappa, director y solista invitado de La Camerata de Las Américas en su concierto en el templo de La Valenciana.

Con gran intuición musical, Chiarappa propuso un programa que se inició y concluyó con sendos conciertos para violín de Bach, entre los cuales se escucharon obras de Kurtág y Berio, en una fascinante síntesis musical. En sus correctas ejecuciones de Bach, Chiarappa apenas dirigió a La Camerata, ensamble que ya tiene el suficiente colmillo para dirigirse solo en esta clase de repertorio, enunciado en esta ocasión con algunos apuntes de praxis musical antigua, y con una sólida y homogénea textura de cuerdas.

Además de la siempre sorprendente Sequenza VIII para violín solo, tocada por Chiarappa con solvencia técnica y sin llevarla al terreno del performance exuberante, lo más atractivo del programa fue la ejecución de S. K. Remembrance noise, del húngaro György Kurtág, para soprano y violín, obra aforística y de expresión intensa pero contenida, muy bien cantada por la soprano Silvana Torto, y de una engañosa sencillez.

La otra Sequenza de Berio interpretada por su destinatario original fue la Sequenza IXc para clarinete bajo, cuya ejecución a cargo de Rocco Parisi resultó de alto nivel. Esto ocurrió al día siguiente, en el Salón del Consejo Universitario, donde se presentó el Dynamis Ensemble de Italia, cuyo director artístico es el compositor mexicano Javier Torres Maldonado. Lo escrito por Berio para Parisi resulta ser un agasajo de colores y articulaciones, y la confirmación de que hay pocos sonidos tan potentes, expresivos y atractivos como los del registro profundo de un clarinete bajo.

La parte medular del programa del Dynamis Ensemble estuvo dedicada a la ejecución de seis obras del inglés Jona-than Harvey, quien es evidentemente un compositor muy sólido y competente. En Flight elegy (flauta y piano), Harvey ofrece un contraste extremo de registros, aunado a una expresividad austera y potente. En Quantumplation, para ensamble, el compositor procede a partir de un pulso estable, en cuyo interior se produce una enorme variedad estructural y tímbrica.

La más atractiva entre las seis obras de Harvey fue Chu, para soprano, clarinete y violoncello, con una parte vocal (en tibetano, cantada por Afrodita Torres Maldonado) muy bien lograda a partir de contrastes, y un acompañamiento instrumental simultáneamente complejo y eficaz. El programa incluyó el estreno de Manganese in deep violet, para flauta sola, del mexicano Víctor Ibarra (1978), obra de vastos recursos técnicos, energética, concisa y muy bien articulada.

Sin excepción, los miembros del Dynamis Ensemble dieron cuenta de una calidad técnica superior, así como de un compromiso profundo con las partituras abordadas.

 
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