Usted está aquí: lunes 15 de octubre de 2007 Opinión La relación entre el Ejecutivo y el partido

Gonzalo Martínez Corbalá

La relación entre el Ejecutivo y el partido

Con motivo de la próxima renovación de la directiva del Partido Acción Nacional (PAN) ha vuelto a ponerse en la mesa de las discusiones la relación con el jefe del Ejecutivo y, a su vez, el propio Presidente de la República ha dado sus opiniones a este respecto, por lo que es muy importante que se aclaren algunos puntos dada la trascendencia del asunto, que no solamente se da ahora, sino que ya se había dado cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) estuvo en el poder y, como se han hecho algunas afirmaciones poco afortunadas, será conveniente evitar caer en los mismos errores que en el pasado.

Lo cierto es que tanto los mandatarios del PRI como los del PAN no han encontrado cómo precisar una relación pública cómoda del jefe del Ejecutivo con los presidentes de los partidos que se supone lo llevaron a la cumbre del poder público en un país que se dice democrático, lo cual impone algunas acotaciones a unos y a otros en el desarrollo de los procesos políticos electorales de las directivas de los partidos. Y no solamente a ellos, sino también a los mismos candidatos, quienes, como es natural, proclaman vehementemente su adhesión al jefe de las instituciones y a sus logros para apoyarse en él, y de esta manera triunfar en sus propias campañas, bien sea por una diputación local o federal, por el gobierno de un estado o, como es el caso que nos ocupa ahora, para presidir la directiva del partido en el poder, frente a los partidos de oposición minoritarios que tienen responsabilidades cada vez más importantes por el peso específico del Poder Legislativo en la toma de decisiones en materia de aprobación de leyes y del presupuesto, así como de la cuenta pública.

En política las frases hechas son generalmente tan inútiles como desafortunadas. Así, se ha hablado por ejemplo de la “sana distancia”, lo que da idea de un paralelismo: el jefe del Ejecutivo no manifiesta coincidencia total con el partido al cual pertenece, o se habla de una “prudente cercanía”, la cual indica en el fondo lo mismo que en el caso anteriormente citado, pero ninguna de las dos frases corresponde a la verdadera realidad.

Los partidos políticos configuran un sistema de fuerzas políticas que tienen, tal como aprendimos en la escuela, sentido y dimensión, y al actuar en los diversos campos políticos, según el caso, manifiestan también una dimensión determinada.

Teóricamente los partidos políticos deben ser fuerzas homogéneas en su composición interna, aunque en la realidad no lo sean, como estamos viendo en la actualidad con mucha claridad en el caso del Partido de la Revolución Democrática y también del PAN, donde el actual Presidente pertenece –y actúa consecuentemente– a las posiciones ideológicas más conservadoras, no solamente dentro de su partido, sino en el más amplio ámbito nacional.

El PRI tampoco es la excepción, pues muchos presidentes han pertenecido a corrientes político-ideológicas no sólo diferentes, sino en ocasiones contrarias a la propia declaración de principios del partido.

También hay una ciudadanía numéricamente de mucha importancia que no milita abiertamente en ningún partido político registrado, sino que opina y actúa a través del análisis de la problemática nacional, como sería el caso de los intelectuales que se expresan en los medios. El ciudadano común, que no pertenece formalmente a ningún partido político, como hemos dicho, sí vota en los procesos electorales ejerciendo su derecho y muchas veces inclina la balanza del triunfo hacia uno o hacia otro candidato.

Dentro de todo este complejo panorama político también hay que tomar en consideración a otros grupos de gran importancia, como son las organizaciones sindicales muy destacadamente y las asociaciones patronales, que también ejercen gran presión, constituyendo fuerzas políticas puntales que, por lo menos en teoría, no pertenecen a algún partido político, aunque sí muestran preferencias en muchos casos por determinados candidatos y, como acabamos de ver recientemente, manejan la cada vez más extendida práctica del lobbysmo en el caso de las votaciones de la ley federal electoral, llegando a constituirse en fuerzas de oposición que finalmente abrieron sus cartas que mantenían más o menos discretamente ocultas o disimuladas hasta el momento de las decisiones en las Cámaras de Diputados y de Senadores.

Así las cosas, el jefe del Ejecutivo, del gobierno y del Estado mexicano de un país que se precia de ser democrático tiene que hacer su composición política en todo el ámbito nacional, y así también deben hacerlo los mandatarios estatales y los municipales, tomando en consideración a todas las fuerzas políticas que actúen en el país, dentro o fuera de los partidos políticos en el poder o en la oposición, proporcionalmente a las fuerzas que cada una representa.Por lo tanto, no puede haber paralelismo entre la fuerza que el Ejecutivo representa, ni mucho menos coincidencia colineal, por lo que la sana y la prudente distancia son maneras equívocas que contienen un error de principio en el que se ha incurrido en el pasado y que, según parece, también amenaza en la actualidad la elección de la nueva presidencia de Acción Nacional.

Tanto el jefe del Ejecutivo federal como los ejecutivos de los gobiernos estatales y municipales deben actuar según la resultante que represente a una verdadera composición política que se haga, insistimos, con todas las fuerzas políticas actuantes en el país, y no solamente de acuerdo con la que represente el partido mayoritario en el poder, cuya directiva obviamente actuará de acuerdo también con la composición interna de su partido, y seguramente será diferente en dirección y sentido que la del gobierno de la República, aunque es completamente entendible que tanto la dirección y el sentido que represente el partido en el poder, como los que represente el gobierno que emergió de sus propias filas, deben estar más cerca unos de otros que los que corresponden a las otras fuerzas políticas del sistema.

 
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