9 de octubre de 2007     Número 1

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


LAS MUJERES HABLAN

Lideresas campesinas de Guerrero

Celsa Valdovinos

“Hace quince años nos despertó la sed”


Foto: Brenda Escobar
(Periodista del El Sur)

Convocado por la Organización de Mujeres Ecologistas de la Sierra de Petatlán (OMESP), el 7 de julio en la casa de la cultura de Petatlán, Guerrero, se realizó un foro “para profundizar y dar a conocer las causas de la deforestación y las acciones de las ecologistas en favor del medio ambiente”. Asistieron unas cien personas, principalmente hombres, mujeres y niños de Parotitas, Cuajinicuilar, El Zapotillal, La Pasión y otras comunidades del ejido serrano La Botella; del colindante municipio de José Azueta llegaron organizaciones como Campesinas Autónomas de Banco Nuevo y Campesinos Conservacionistas de Zihuatanejo, así como vecinosde las comunidades Pantla, Coacoyul, Agua de Correa, Barranca de la Bandera, Las Ollas, San Ignacio, Vallecitos de Zaragoza y Mineral Real de Guadalupe.

Celsa Valdovinos, persistente ambientalista y cabeza de la OMESP, cuenta cómo empezó la lucha: ““Hace 20 años, cuando llegamos a Banco Nuevo, todo era monte. La montaña estaba cerrada y siempre llena de nubes. Había mucha humedad: se hacían lagunitas y donde quiera levantaba uno el hervidero de agua. Por eso, todos los años sembrabámos maíz y frijol, jitomates y chiles, que se daban muy bien. En ese tiempo no se hablaba de ecología. Pero pronto nos empezamos a dar cuenta de que con los árboles que sacaban los talamontes se iba el agua, llegaba la sequía y nos quedábamos entre puros zanjones de polvo. Por eso decidimos cuidar nuestro bosque, para que regrese la humedad a la tierra y podamos sembrar””.

La OMESP nació en 2002 y ha crecido mucho; al principio eran 12 socias y hoy participan casi cien mujeres de siete comunidades de La Botella. Pero la inquietud vino de 1998, cuando a través de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, las mujeres empezaron a movilizarse junto con sus maridos, hijos y hermanos, para detener la tala del bosque y el saqueo de madera, perpetrados por trasnacionales como Boise Cascade con la complicidad de las autoridades ejidales. Hace nueve años, 30 pueblos serranos bloquearon caminos obligando a que la compañía maderera suspendiera sus operaciones en Guerrero y se cancelaran los permisos forestales en el municipo. Pero el precio fue alto, pues a fuerza de asesinatos y cárcel los caciques y el gobierno casi acabaron con la organización. Las mujeres que retomaron la bandera ambientalista, ahora por medio de la OMESP, son viudas de comuneros caídos, son madres o hermanas de luchadores presos o prófugos. Pero no hay de otra, porque “defender el bosque es defender la vida.

““Hace quince años nos despertó la sed –cuenta Celsa–. Allá arriba, en la sierra, vivimos la pesadilla de la falta de agua y no tuvimos de otra más que hacer lo que debíamos hacer. Y es que frente a nuestros ojos iban desapareciendo los bosques de pino(…) Unos decían: hay que vender los árboles para salir de pobres(…) Pero la madera se acababa y no salíamos de pobres. Y aparte, empezamos con la sed; porque con la deforestación se fue yendo el agua, junto con los troncos que bajaban por los caminos de la sierra”. Pero no sólo era la sequía; también las avenidas torrenciales, porque, como dice Celsa: ““sin la piel verde de los árboles y las plantas se va lo mejor del suelo: los ríos crecidos arrastran lo más nutritivo de la tierra. Y sin suelo fértil estamos condenados(…)”
““¿Quién tiene la culpa de este desastre?” Se preguntan las mujeres. “A mí se me hace que todos”, dice alguna. “El bosque se acaba por las madereras, pero igualmente porque los ricos prefieren potreros en vez de árboles, aunque luego se les mueran las vacas de puritita sed(…) También es culpa de nosotros los campesinos, que tumbamos monte y quemamos para sembrar. Y es que muchos no quieren aprender a trabajar de otra manera(…) Falta conciencia. Pero también falta que se aplique la ley, falta presupuesto, falta vigilancia(…) Por eso las ecologistas de la sierra agarramos y nos pusimos a trabajar nosotras. Porque nosotras somos nuestras salvadoras y hay que empezar por nuestra propia casa(…)“”

Celsa recuerda que ““en las temporadas de incendio batallamos mucho hasta que se viene el agua. Los niños bajan con bombas, con ramas, con horquetas. Y así, desde pequeñitos, ayudan a combatir la lumbre. Hemos luchado contra el fuego noches enteras, semanas enteras. Hemos batallado por años con tal de salvar el bosque””.

La OMESP inició la reforestación en 2003. “Sembramos 150 mil cedros rojos, entre el mujerío y varios hombres de 8 pueblos, y al año siguiente sembramos otros 35 mil. Pero como ya no nos quisieron dar más árbol, y para no estar atenidas al gobierno, mejor hicimos nuestro propio vivero”. Las mujeres organizadas también siembran hortalizas orgánicas en los traspatios y hacen campañas de limpieza en ríos y lagunas. En esta tarea ayuda toda la comunidad, pero las brigadas las encabezan los niños. Porque, como dicen ahí, en los niños, está la esperanza.

Rosario Cobo y Lorena Paz Paredes
Investigadoras del Instituto Maya [email protected]

   

Brígida Chautla

“Empezamos a protestar”


Foto: Union Paysanne (organización campesina de Quebec)

Brígida Chautla Ramos, nahua de Chilapa que ronda la mitad del siglo, casada y con 11 hijos, es una de las que abrieron camino a la organización de mujeres indígenas y rurales de Guerrero desde los años ochenta. Es fundadora de la organización Noche Sihuame Zan Ze Tajome (Todas las mujeres como una sola); preside la Asociación Mexicana de Mujeres Organizadas en Red (AMMOR), es miembro de la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas y parte de la Comisión Ejecutiva de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA).

“Empecé a participar en el 83 –cuenta– como integrante del comité para la regularización de la tenencia de la tierra de la colonia Los Pinos, de Chilapa. Mi esposo era albañil y siempre estaba fuera y yo tenía que ir a las reuniones o me quedaba sin vivienda. Estaba terminando mi prepa –estudié ya de grande– y como podía elaborar oficios empecé a gestionar en el Distrito Federal, Acapulco, Chilpancingo.

“Al principio a mi esposo no le gustaba que yo anduviera en estas cosas, después se involucró, tuve su apoyo un poco a fuerza. Un buen día me dijo: ‘Por qué si das apoyo aquí no ayudas a la gente artesana?’ Empezó a investigar y creamos la Cooperativa de Artesanos de Los Pinos de Chilapa, para producir y comercializar la palma. Yo aprendí a bordar bolsas y cintas, cuando estudiaba las vendía para sostenerme. Fui presidenta de esa cooperativa.

“Después conocí a otros compas que ya estaban trabajando en el Consejo Comunitario de Abasto, dándole forma a lo que luego fue la Zanzekan Tinemi (Seguimos estando juntos) de Chilapa. Me dijeron: ‘puedes acudir’. Y fui a gestionar que los artesanos movieran sus productos en los camiones que manejaba el Consejo. Empecé a involucrarme en la Zanzekan y después me invitaron a impulsar la organización de las mujeres. Con ese objetivo entré, aunque tenía la plaza de supervisora de transporte del Consejo Comunitario de Abasto.

“En la Zanzekan no había ni una mujer, en las comunidades y en las tiendas participaban puros hombres, la última palabra y la primera era de ellos. Estuve ahí del 90 al 94 promoviendo la organización de mujeres y logré juntar un grupo. Ya en 94 o 95 nos constituimos formalmente en la SSS Titekititoke Tajome Sihuame (Las mujeres estamos trabajando). Eso a los señores no les gustó, decían que para qué otra organización si ya estaba la Zanzekan.

“Nosotras estábamos inconformes: si había un evento se decía que el área de la mujer campesina estaba muy bien, pero sólo los hombres hablaban con los funcionarios, a nosotras nos tocaba hacer la comida. Al principio aceptamos calladas, pero después dijimos: ‘¿y yo por qué? Mejor que se rife y a ver a quién le toca’. Había que darle de comer a 800, 500 hasta mil personas. No era fácil el trabajo. Otra cosa eran los cargos; por ejemplo, me tocó ser presidenta del comité financiero y de vigilancia de la Zanzekan, pero finalmente las decisiones eran de dos o tres gentes. Empezamos a protestar.

“Pero además decían: ‘A nosotros nos aprueban los proyectos porque nos vamos de parranda con los funcionarios y Brígida nunca lo va hacer’. Y que me lo comentan. Ciertamente nunca me voy a ir de parranda con los funcionarios, lo que logremos va a ser por un esfuerzo. Por esas cosas me salí de la Zanzekan y tuve que salirme de la Titeki.

“Aunque se desintegró la Titeki, muchas seguimos trabajando por los derechos humanos, nos involucramos en proyectos de molinos de nixtamal y en el abasto; empezamos a trabajar lo del ahorro y préstamo. Pero desde 2001 tenemos otra figura, la Noche Sihuame, donde hay compañeras de Titeki y otras nuevas.

“Con la Noche Sihuame estamos en lo de capacitación, nos hemos involucrado mucho en los derechos de las mujeres. En 2000-2001 estuve becada por la fundación MacArthur, ese recurso sirvió para fortalecer el trabajo con grupos antiguos y nuevos; pero ahora involucramos a los señores, distinto a cuando estaba como Titeki y como Zanzekan. Allá eran mujeres y sólo mujeres, nuestro avance generaba conflictos con los señores; eso me sirvió como lección para involucrar también a los hombres, porque si las mujeres conocen sus derechos pero los hombres siguen en la misma, entonces se siguen dando los conflictos.

“Hablábamos de los derechos de las mujeres indígenas, de las mujeres en general, pero para que fuera atractivo también manejé los derechos de los hombres, porque si no, ellos se sienten excluidos. Tenía que balancear. Presentamos materiales sobre la violación y los maltratos, la violencia hacia las mujeres. Cuando venían los señores, les daba vergüenza y algunos decían que no sabían que pegarle a la mujer estaba mal, para ellos es una cuestión bien natural, como que el hombre es el que manda, es el que mantiene y tiene derecho a golpear porque así les inculcaron. Y a las mujeres les dicen: ‘es  tu marido, es tu padre, aguántate’. ¡No puede ser! Entonces cuando se meten en esos temas dicen:’ah, no, pues sí, sí es cierto’, eso va ayudando a que las cosas cambien para las mujeres”.

Gisela Espinosa Coordinadora del Posgrado en Desarrollo Rural, UAM-Xochimilco [email protected]

Karina Ochoa Estudiante del Doctorado en Desarrollo Rural, UAM-Xochimilco [email protected]