Usted está aquí: lunes 8 de octubre de 2007 Política Un sentido muy otro

Ángel Luis Lara

Un sentido muy otro

Con Simmel aprendimos que la moda se acompaña de la fascinación estimulante y picante que se desarrolla a través de lo que el sociólogo alemán definía como “el contraste entre su difusión amplia y su rápida caducidad”. También aprendimos, como con Benjamin, que se trataba de un sistema de cohesión social propio de la sociedad de masas, en la que la producción de mercancías es simultáneamente producción de signos y de significados reproducibles serial e industrialmente. Igual da la efigie repetida de Warhol o la del Che. Convertidas en signo por la moda, indican el mismo vacío.

Dos modas lucen en la política de arriba en nuestros días y su discurso se reproduce industrialmente según el medio de comunicación de masas al que uno se asome. Por un lado, la moda reaccionaria de lo imposible: gobernar a través de la guerra. Por otro, la moda de lo anunciado como posible: la mera gestión de lo existente.

De Bush a Ulises Ruiz el pánico de los de arriba se hace guerra contra los de abajo. De Lula a López Obrador, uno puede ser de izquierda mientras viaja por el desastre ecológico de los biocombustibles y la energía nuclear, o se asocia con criminales, torturadores y caciques vistiendo diseños de Sabines o Albores. En el fondo todos son vendedores de humo. Unos del que levanta el dolor de la tierra que devastan. Otros del que destila la nada que encierran.

Hay otra moda, sin embargo, que combina un arriba y un abajo. No se trata ya de la guerra o de lo irreversible del mercado, sino de la restauración del valor de lo eficaz y del Estado.

Hace años, cuando se decretó en las pasarelas del signo que el zapatismo era moda de cafetería, miles de jóvenes turistas paseaban con sus mochilas por San Cristóbal de las Casas. La mayoría de ellos, hoy pasean por las calles de Caracas. El llamado “modelo del socialismo del siglo XXI” provoca la fascinación picante de la que hablaba Simmel y se viste con los signos que produce industrialmente. Pero más allá de ellos y de la retórica, su suerte se juega en una lucha conocida: la autonomía y la autorganización conquistada por abajo o la imposición de un centro rector y reductor por arriba. Para percibirlo basta el contraste de la potencia que se agita en barrios caraqueños como La Vega o el 23 de Enero, con los aires que impregnan ministerios y despachos.

En el arriba del socialismo del siglo XXI se puede ser revolucionario y burócrata al mismo tiempo, alternativo y apologeta del partido único, demócrata y amigo del poder pastoral y el personalismo. La eficacia que se presume por arriba permite la práctica del cálculo geoestratégico: el envío del embajador Chaderton a México reconoce implícitamente a un presidente golpista que ampara la desaparición y la tortura.

Más allá de modas, turistas con mochila, fascinaciones, fechas de caducidad e inquisidores (ya sean Almeyras, Holloways o Petras), los zapatistas siguen y siguen organizando lo inevitable: están en otra cosa. Tan otra como el día a día que empapa los territorios que gobiernan y a los que regresé hace tan sólo unos días tras algunos años de ausencia. Allí me encontré con escuelas que enseñan a desaprender, clínicas que curan la tosferina hasta a los priístas y gobernantes que no paran de criticarse y echarse la culpa de los fallos y los problemas. Eso. Definitivamente una eficacia muy otra. Otro sentido. Rematadamente alejado de estados, modelos, cálculos y modas de cafetería.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.