Usted está aquí: domingo 7 de octubre de 2007 Opinión Cuchillo en el agua

Carlos Bonfil
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Cuchillo en el agua

A lo largo del mes de octubre se presenta en la Cineteca Nacional el ciclo Todo Polanski, que incluye los primeros cortometrajes del realizador polaco y 16 largometrajes. A poco más de cuatro décadas de su estreno, el rescate de Cuchillo en el agua (Noz W Wodzie, 1962) es para cualquier cinéfilo una oportunidad magnífica de descubrir, o apreciar nuevamente, uno de los mayores logros artísticos del realizador Roman Polanski. El tiempo transcurrido parecería haber desgastado por completo la premisa inicial de su trama: el encuentro fortuito de una pareja con un joven vagabundo, en una carretera, y las horas compartidas después a bordo de un velero, donde la paulatina confrontación de voluntades de los dos hombres tiene efectos inquietantes. El tiempo también se ha encargado de confundir la obra y la biografía del cineasta al punto que una semeja consecuencia de la otra, aun cuando la realidad desmienta continuamente esta mitología simplista.

Más allá de un perfil mediático cargado de sensacionalismo (el fin trágico de su esposa Sharon Tate, las imputaciones de pederastia, el escándalo que precede o sucede a cada proyecto suyo, y una filmografía de calidad desigual), Polanski es, desde su primer largometraje, un artista con un punto de vista personalísimo, dueño también de una verdadera maestría técnica.

Ajeno a toda pretensión vanguardista, el director polaco demostró, a los 29 años, poseer malicia narrativa y sobriedad estilística. Las primeras imágenes de Cuchillo en el agua –único largometraje suyo filmado en Polonia– informan sobre su capacidad para observar y casi diseccionar el comportamiento de sus personajes. A bordo de un automóvil la pareja protagonista es vista desde todos los ángulos posibles. Los gestos de exasperación, abulia, rigidez, hastío, deciden en pocos minutos la atmósfera que prevalecerá a lo largo de la cinta. El encuentro con el joven aventurero será el detonador de una crisis de pareja que el realizador ha planteado ya con increíble economía narrativa.

La cinta es, de entrada, un estupendo ejercicio de estilo, y los eventos que se desarrollan en la hora y media siguiente sólo confirmarán el poder del lenguaje visual para crear expectación y suspenso en una trama sin mayores peripecias y sin los sobresaltos efectistas del thriller convencional. Algo más. La relación de poder que perversamente se establece entre personajes que jamás son, en definitiva, lo que aparentan ser, rompe en los años 60 con lo que se podía esperar del cine producido en las sociedades comunistas. La rivalidad creciente entre un joven marginal, carente de asideros sociales claros, y un típico burócrata en vacaciones, prepotente y misterioso, dueño en lo posible de la voluntad de una esposa de personalidad también ambigua, era una combinación más que inquietante para las autoridades polacas que vieron con desconfianza el film, y más adelante con franca animadversión.

Cuchillo en el agua anticipa, a su manera, algunas de las obsesiones predilectas del cineasta: las metáforas del encierro, la condición marginal encaminada a soluciones extremas, el tratamiento visual como estrategia de enriquecimiento dramático. Se ha dicho a menudo: el velero a la deriva, con sus tres personajes conflictivos a bordo, es la imagen de un cuchillo que parte en dos la tranquilidad del lago. Un elemento de suspenso, pero también el símbolo de una transgresión. Se podrían multiplicar las referencias a tramas en las que una pareja conyugal ve violentada su tranquilidad con la irrupción de un forastero seductor, pero en pocas ocasiones se percibirá en ellas una dinámica tan perturbadora como la que construye Polanski con economía de recursos, talento narrativo y una proliferación de claves visuales que mantienen al espectador atrapado en un enigma. ¿Quién es en realidad Andrzej, el marido fanfarrón que pretende someter la voluntad del joven vagabundo? ¿Qué papel juega Krystina con su taimada postura de sujeción voluntaria? ¿Es creíble así cualquier desbordamiento pasional? ¿Quién engaña a quién, y por cuánto tiempo? En este fascinante juego de simulaciones, Polanski exhibe sus primeras armas, las mismas que utilizará años después, con malicia acrecentada, en Luna amarga o en La muerte y la doncella.

Cuchillo en el agua se exhibe únicamente hoy en la sala 4 de la Cineteca, y está también disponible en un devedé distribuido por Tarantula Films en su colección Directors label.

 
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