Usted está aquí: domingo 7 de octubre de 2007 Cultura Desde la tierra reúne a cinco escultores que trabajan el barro

FIESTA CERVANTINA

Muestran su obra en San Miguel de Allende

Desde la tierra reúne a cinco escultores que trabajan el barro

Ingrid Suckaer (Especial para La Jornada)

Este año la programación de artes visuales del Festival Internacional Cervantino incluye al Festival del Barro, que termina mañana, en San Miguel de Allende, Guanajuato. La pluralidad del ambicioso proyecto abarca exposiciones, talleres, performance, conferencias, gastronomía, salud, danza y joyería, entre otras múltiples actividades. En ese contexto, el Centro Cultural El Nigromante albergará, hasta el 30 de octubre la muestra colectiva Desde la tierra.

Junto con la piedra, el barro encarna el origen de la escultura, la cual, por sus características precisas, capitula la temporalidad humana; sin embargo, como consecuencia de condicionamientos culturales, muchas veces se le relega. En México, durante las pasadas tres décadas, tras sortear múltiples prejuicios, un selecto grupo de artistas consiguió consolidar la corriente contemporánea de escultura en cerámica. Con todo, y no obstante los logros que trascienden incluso al campo internacional, no puede dejarse de mencionar la poca atención que se le brinda a este movimiento, uno de los que mayor auge han cobrado en los recientes 20 años.

Por lo referido, es para celebrarse que se realice una exposición de escultura, mas en este caso la celebración se torna triple porque la materia prima es el barro y porque, además, comprende a cinco artistas forjados en la tenacidad, que desemboca en una interacción estrecha entre el arte y la vida: nada es insignificante, todo depende del sentido que se le otorga; se pone esfuerzo en lo que se halla significado.

Vinculados por emplear el barro como soporte principal de su producción, Gerardo Azcúnaga, Miriam Medrez, Marco Vargas, Javier Marín y Maribel Portela, también se distinguen por su permanencia en el tiempo. Este punto es particularmente importante pues sostener una carrera como escultor es, en sí, tarea titánica, pero si además se persevera en el uso de la arcilla, denota una convicción especial que toca, incluso, el espíritu personal de cada miembro de esta exposición.

Si bien en la práctica los escultores reunidos en Desde la tierra no conforman un grupo como tal, existen muchos antecedentes que permiten, de cierta manera, asociarlos: unos nacieron a fines de los años 50 y otros a comienzos de la siguiente década, juntos han expuesto en múltiples ocasiones y todos han logrado cosechar una buena fortuna crítica que los ubica como artistas destacados de la escultura contemporánea de México.

Con firmes cualidades formales e impecable uso de diversas técnicas cerámicas, Miriam Medrez exhibe piezas que hablan de la naturaleza y de lo importante que es hacer conciencia de nuestra manera de interactuar con ella. Lleno de belleza estética, el trabajo de Medrez señala la trascendencia capital del medio ambiente y, cual arborescencia semántica, también llama a percatarnos de la vida como experiencia de compromiso.

El tiempo sicológico es el único experimentado por el ser humano y es un concepto subjetivo. En ese sentido, Marco Vargas, vía el entusiasmo, el ritmo y la gracia de su estilo, crea metáforas estéticas plenas de plasticidad que despliegan con nitidez cómo forma y fondo constituyen una unidad inseparable. Su obra, atemporal y de carácter lúdico, está vinculada con el placer como fin en sí mismo.

Sensaciones y emociones complejas motivan las obras de Javier Marín. Sus esculturas se plasman en la memoria y al recordarlas renace la reiteración del deseo sensual que de tales figuras humanas exhala. En su inmovilidad, son obras abiertas que se dejan vivir; quedan expuestas al libre albedrío del espectador que, ajeno a la incertidumbre que provoca lo incógnito, las posee y transforma según su propio rasgo biográfico.

Maribel Portela crea empatía; con reminiscencias a la naturaleza y a la vida humana que apenas empieza, sus piezas contienen la capacidad subjetiva de quien sabe captar la subjetividad ajena. La afinidad intrínseca que emana de las esculturas toca el universo propio y mueve el potencial emocional. Por esto, me parece que sus obras se pueden comparar con el pensamiento, que se escucha y en silencio.

De la producción de Gerardo Azcúnaga seduce en particular su manera de relacionar intelectual y estéticamente la vida y el arte. Sólo se puede transmitir lo que se comprende: es indudable, Azcúnaga ha logrado desplegar con acierto el potencial abstracto que posee; la compleja estructura formal engranada en sus esculturas señala la síntesis crítica de cómo ve el mundo: mutante entre lo humano y lo animal.

Producto del entusiasmo y la fecundidad creativa, esta muestra escultórica hace posible que, una vez más, el arte sea la senda para que el espectador viva una experiencia estética particular e irrepetible.

 
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