Usted está aquí: jueves 4 de octubre de 2007 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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Lágrimas de cocodrilo

Gastón Azcárraga se queja de Mexicana pero quiere comprar Aeroméxico

Aún no secan sus recientes cuan abundantes lágrimas de cocodrilo por “la inminente quiebra” de Mexicana de Aviación, cuando de pronto, y como presidente del consejo de administración de esa aerolínea, Gastón Azcárraga abre la chequera y ofrece hasta 200 millones de dólares por el 100 por ciento de las acciones de Aeroméxico, una empresa pública que a estas alturas acumula tres ofertas de compra “no solicitadas” (dos con autorización de la CNBV).

En la tercera semana de agosto pasado, Alberto y Moisés Saba ofrecieron hasta 98 millones de dólares por 100 por ciento de las acciones de Aeroméxico, monto que elevaron a 160 millones ante la participación de un segundo tirador: Citigroup, disfrazado de Banamex, y un grupo de inversionistas, con José Luis Barraza (presidente del CCE en los tiempos electorales de 2006) como cabeza visible, que en principio ofrecieron 151 millones, pero incrementaron a 170 millones poco después, tras la nueva postura de los Saba.

Ahora, de la nada sale Gastón Azcárraga a ofrecer hasta 200 millones de dólares por el 100 por ciento (nunca menos de 51 por ciento) de las acciones de la, también de la noche a la mañana, atractiva Aeroméxico, de tal suerte que si la decisión gubernamental (como accionista mayoritario) se toma con base en el monto económico ofrecido por los tres postores, entonces preparémonos para el nacimiento de un nueva empresa dominante, con tendencias netamente monopólicas.

A estas alturas el paquete accionario del Consorcio Aeroméxico se distribuye de la siguiente manera: 45.37 por ciento en manos del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB); 10.16 por ciento en las de la Secretaría de Hacienda; 6.47 por ciento en las de Nacional Financiera, a cuenta propia y de terceros, y 38 por ciento en las del público inversionista, de tal suerte que la decisión recae en un gobierno que se presume “antimonopolios”, aunque no ha hecho nada para reivindicarse en tal sentido.

El hecho es que desde semanas atrás en los corrillos financieros insistentemente se comentó la inminente participación del Grupo Posadas, cuyo dueño es el propio Azcárraga, en la puja por Aeroméxico, hasta que el propio corporativo hotelero salió a la luz pública para aclarar, el pasado 12 de septiembre, que “no ha realizado ninguna acción para adquirir las de Consorcio Aeroméxico”. Y las dos versiones siempre fueron correctas.

En efecto, Grupo Posadas no participa en la puja por Aeroméxico ni en la oferta que por esa aerolínea presentó Mexicana de Aviación, por mucho que Gastón Azcárraga presida los consejos de administración de ambos corporativos. La explicación es sencilla: el 20 de diciembre de 2005 se oficializó que Grupo Posadas, propiedad de Gastón Azcárraga Andrade, fue el ganador de la “puja” por Mexicana de Aviación; 94.5 por ciento de las acciones de esta aerolínea pasaron a ser propiedad del corporativo hotelero, mediante el supuesto pago de 165.5 millones de dólares.

Cintra e IPAB reconocieron a Grupo Posadas como ganador indiscutible, y ese 20 de diciembre firmaron el contrato de compra-venta de las acciones, cuyo precio en la Bolsa Mexicana de Valores se desplomó alrededor de 40 por ciento en unos cuantos días, obviamente previos a tal firma. Su único “contrincante” fue el Grupo Xtra, de Isaac Saba, familiar de Alberto y Moisés, ahora en pos de Aeroméxico.

Hasta allí, todo más o menos bien, Pero, tras adquirir 94.5 por ciento de las acciones de Mexicana de Aviación, el Grupo Posadas (hasta ese momento propietario, en singular) repartió los citados títulos entre otras siete empresas e inversionistas que no participaron en la licitación, que fueron constituidas pocos días antes del anuncio oficial del ganador y que hoy son los propietarios, en plural. Una de ellas, Administradora Profesional de Hoteles, constituida 12 días antes de conocerse, públicamente, el nombre del nuevo dueño de Mexicana de Aviación.

Minutos después de firmar con el gobierno foxista la adjudicación de Mexicana de Aviación, Azcárraga repartió el pastel de la aerolínea: Grupo Posadas se quedó con 29.6 por ciento de las acciones; Administradora Profesional de Hoteles, 20.08; Administradora Corporativa Empresarial, de Angel Losada Moreno (Grupo Gigante), 20.08; Gastón Azcárraga, 2.86; Juan Gallardo Thurlow, 10.44; Ixe Banco (del que es accionista Isaac Saba, del Grupo Xtra, único “contrincante” en la referida “puja”), 2.46 por ciento, y “otros accionistas”, 9.49 por ciento.

Entonces, cierto es que quien ofrece hasta 200 millones de dólares por Aeroméxico no es Posadas, sino los dueños de las rebanadas repartidas (no gratis, desde luego) por Azcárraga minutos después de la citada adjudicación. Y desde aquel diciembre, Gastón no ha dejado de derramar lágrimas de cocodrilo por la “inminente quiebra” de Mexicana de Aviación, mientras mutila contratos colectivos, amenaza con nutridos despidos, cancela derechos laborales, “recupera” 11 millones de dólares del supuesto pago por la aerolínea, y demás gracias por el estilo.

Ahora, como si nada, el plañidero Gastón Azcárraga (“no estamos en condiciones de inyectar más dinero a Mexicana de Aviación; conocíamos las condiciones de la empresa antes de comprarla, pero es diferente saberlo a vivirlo”, se quejaba) saca la chequera y dice: van 200 millones de dólares por Aeroméxico.

Las rebanadas del pastel

Se supone que por ser uno de los “rescatados” por el Fobaproa, Banamex está impedido por ley para participar en la puja por Aeroméxico, pero para eso están los abogados: sí, dicen, fue “rescatado” por el erario, pero “no intervenido” por la autoridad, ergo, de que participa participa. Y entre el grupo de inversionistas asociadas con Citigroup aparecen las familias Aramburuzabala, Beckman, Bremond, Canales Clariond, Cosío, Díez Morodo y Franco Macías, entre otras, todas ellas ex accionistas, con Roberto Hernández y Alfredo Harp Helú, del Banamex reprivatizado y extranjerizado, que no pagó ni un centavo de impuestos. Qué bonito es “hacer negocios” en México.

 
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