Usted está aquí: domingo 30 de septiembre de 2007 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez
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Israel en Tlaxcala

Y no precisamente por el puntual seguimiento del precepto bíblico “Creced y multiplicaos”, que por tierras del Ranchero Aguilar se observa con singular entusiasmo, al grado de que el sábado 13 de octubre se reunirá en histórico banquete una tropa de casi dos mil miembros del frondoso tronco de “la Gonzalera”, de los mismos que han sabido dar lustre a la ganadería brava mexicana gracias a la vocación, conocimientos, congruencia y afición de los criadores tlaxcaltecas.

Sino porque en la ganadería de García Méndez, uno de los exponentes distinguidos de esta tradición centenaria de bravo que sólo el estado de Tlaxcala ha logrado mantener en cantidad y variedad, se realizó una tienta por demás insólita: tres de los ganaderos son toreros; de las vacas que se probaron –dos de Hugo García Méndez, dos de Rafael El Cuate González y una de Darío González, primos de Hugo– un par resultó extraordinario en cuanto a bravura, estilo y fuerza, dos fueron buenas y una nomás no se ganó el derecho a ser madre. Ah, si entre los humanos hubiera tientas de hembras y machos antes de padrear...

También se constató la evolución y consolidación técnico-artística del enrachado matador guanajuatense Israel Téllez, a quien las zancadillas de algunos sólo sirvieron para que pusiera la mira más alto y aspirara a otros niveles de realización, dando espectáculo en los tres tercios y repitiendo triunfos en cuanta plaza se presenta.

Puso a todas las becerras ante el caballo con el mínimo de capotazos y prodigó verticales y templadas tandas por ambos lados a una vaca superior de García Méndez y a otra muy buena de El Cuate González. La presencia de Israel Téllez en la próxima temporada grande de la Plaza México se vuelve obligada al lado de figuras españolas, pues tiene rodaje y argumentos para responder.

Hugo García Méndez –de caballerosidad intemporal– y Lupita Salazar, su esposa, a la que una amenazante dolencia quiso amedrentar y tras delicada operación salió más encastada y guapa, tienen tres hijos toreros-ganaderos: Manolo y Carlos, matadores, y Hugo, aquel carismático novillero que llenara de emoción la Plaza México a mediados de los ochenta. Saben de toros y saben torear, así que cada uno obsequió a la concurrencia con una muestra de su estilo.

Manolo, veterinario también, con la reciedumbre y verdad que lo han caracterizado; Hugo, hábil promotor de ganaderos buenos, como Sabino Yano, de Tenexac, que tan arrogante y bravo encierro lidiara recientemente en Tijuana, tuvo detalles de pellizco, y Carlos, nuevo apoderado del sensacional Jerónimo, imprimió regusto y estética al recrearse en las suertes. ¡Vaya banquete de tauromaquias!

Asimismo, El Espartano Jorge López, de Apizaco, que tan buen sabor dejara en su presentación en la México, toreó con quietud y entrega; Sergio Flores, prometedor novillero, muleteó por nota, y Daniel Caballero, prestigiado taxidermista, sorprendió al deletrear inspirados derechazos. Mientras tanto, en la ciudad de México se informaba de los carteles para la próxima feria, entre los que destaca la despedida del maestro César Rincón. Son tan interesantes que merecen comentario aparte.

 
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