Usted está aquí: domingo 30 de septiembre de 2007 Economía Coachella Valley: de la suntuosidad a la difícil vida de los trabajadores ilegales

El sitio alberga residencias de ex presidentes, millonarios y estrellas del espectáculo

Coachella Valley: de la suntuosidad a la difícil vida de los trabajadores ilegales

Afp

Ampliar la imagen Mercado de frutas y verduras en Los Angeles, California Mercado de frutas y verduras en Los Angeles, California Foto: Ap

Coachella Valley, California, 29 de septiembre. Al interior del Valle de Coachella, en el sureste de California, emerge una de las contradicciones sociales más marcadas en Estados Unidos: de un lado aposentos de ex presidentes y millonarios jubilados, y del otro, obreros “ilegales” que apenas se visten.

En una extensión de 72 kilómetros existen sitios como Palm Springs, Indian Wells o Rancho Mirage, que fueron escogidos para el retiro por ex presidentes estadunidenses como Gerald Ford o Ronald Reagan, residencia vacacional de estrellas como Frank Sinatra y algún miembro de la realeza británica.

Son sedes de renombre por campeonatos internacionales de golf o tenis, pueblos color arena donde ejecutivos de Hollywood se relajan en spas de cinco estrellas y la clase más alta de Los Angeles escapa a reposar del estrés de la gran ciudad en algún hotel “boutique”.

“En Palm Springs y Rancho Mirage pagan bien, mejor que en los campos, como 8.50 dólares la hora y un poco más si uno sabe inglés”, contó Aldo, limpiador de un campo de golf, quien con papeles falsos cobra un poco más que si se dedicara a la siembra.

Aldo tiene 21 años y espera su segundo hijo junto a su esposa, mexicana como él, con quien vive en uno de los asentamientos de tráilers cerca de Thermal, unos 10 kilómetros al oeste de su trabajo.

“Nos hemos mudado varias veces, al principio cuando llegué hace dos años nos cobraron mil 400 dólares por ocho personas en un tráiler”, cuenta Aldo, acompañado de Graciela, una compatriota de 41 años a quien conoció en uno de los asentamientos “ilegales”, dijeron.

Ambos se jactan de tener mejor suerte que muchos de sus vecinos en los tráilers, que “no les queda otra que trabajar el campo”. “Yo lo hice ya, pero aquí me va mejor”, reveló Graciela, orgullosa de la responsabilidad que le han dado en el campo de golf Terra Lago, donde transporta a los trabajadores de la limpieza por los montículos impecables donde juegan sólo “los gringos”.

A pocos minutos y bajo la terracota, otro paisaje es naturalmente imponente: el cultivo de alcachofas y la cosecha de limones, diferentes tonos de verdes alineados, donde a lo lejos se divisan hombrecitos caminando ordenadamente por la tierra arada.

Cerca de los campesinos suena el acento de una lengua foránea que no es español: “Es tarasco, lo que hablamos en mi pueblo de Michoacán”, explica Pedro de la etnia Purépecha, sin subir la mirada de la arena que está “desherbando para que se den las alcachofas”.

 
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