Usted está aquí: viernes 28 de septiembre de 2007 Opinión Penultimátum

Penultimátum

Santo olvidado

Ha causado extrañeza que en un país donde los milagros se multiplican (aumenta el empleo, baja la inseguridad, se eleva el nivel escolar, se reduce la corrupción, los institutos de salud atienden con prontitud y eficiencia, baja la migración a Estados Unidos porque los mexicanos están satisfechos con su trabajo aquí, disminuye el empleo informal y la piratería, se respetan los principios del Estado laico, ceden los índices de contaminación y se multiplican los acuíferos, por ejemplo), el santo de más honda raíz mexicana tenga mala suerte. Como unos cuantos saben, la jerarquía católica mexicana convenció al entonces pontífice Juan Pablo II y a quienes le ayudaban a encontrar santidades perdidas, de la conveniencia de elevar a los altares a Juan Diego y, de paso, condenar así la explotación y el abandono que sufren los indígenas. Lograda esa meta, vino luego la tarea de levantarle al nuevo santo un sitio digno cerca de la Basílica de Guadalupe. Nada mejor para ello que transformar el antiguo cine Lindavista en polo de peregrinación. Sin embargo, el proyecto es un fracaso. Sus promotores, con el cardenal Norberto Rivera a la cabeza, esperaban la colaboración de la feligresía, en especial la de origen indígena. Si los peregrinos dedicaron una parte de sus magros haberes para sostener el santuario, nunca se sabrá, pues se desconoce el monto de lo recaudado y dónde se encuentra, asunto que ya investigan las autoridades del ramo penal. Se habla de fraude cometido por el citado cardenal y varios de sus subalternos al desaparecer, milagrosamente, los donativos para el santuario de Juan Diego.

Ahora aparece una nueva empresa, también seguramente de inspiración divina, a cargo de una compañía con sede en Israel y que venderá en nuestro país y América Latina imágenes de la morenita del Tepeyac. La diferencia con las existentes en el mercado es que traen incrustaciones de tierra santa y agua bendita del río Jordán. El director de la empresa, Israel Rabinowicz, aclaró que “con la religión nosotros no jugamos”, y por eso garantiza la autenticidad de la tierra y el agua proveniente de los santos lugares.

La aclaración de Rabinowicz era necesaria, pues en el pasado se vendieron en Belén, Jerusalén, Jericó y El Vaticano y miles de rosarios y cristos que traían incrustados pedazos de madera del monte de los Olivos, donde, según los evangelios, oró Jesucristo antes de ser entregado por Judas a la policía romana. Luego que los fabricantes de dichas reliquias deforestaron dicho monte, recurrieron a los de los países vecinos, pese a la oposición de los grupos ecologistas. Otros objetos, vendidos a muy alto precio, traían pequeñas partes de la corona de espinas de que habla el evangelio.

Ahora que las Naciones Unidas concentran en su sede de Nueva York a lo más florido del mundo gubernamental, un grupo de países del Medio Oriente pedirá la intervención urgente de ese organismo para evitar que la nueva empresa guadalupana deje sin agua al río Jordán y acabe con la poca tierra que hay en esa región.

 
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