Usted está aquí: viernes 28 de septiembre de 2007 Opinión Doña Ruth y la ultraderecha

Hugo Gutiérrez Vega

Doña Ruth y la ultraderecha

La diputada Ruth Zavaleta nos ha anunciado su propósito de aprender muchas nociones de origen ultraderechista. En sus declaraciones mostró su apertura a todas las corrientes del pensamiento político-social, “tanto del centro como de la derecha y la ultraderecha”. Me temo que, en lo que se refiere a esta última, podrá aprender muy poco, pues los que la profesan tienen como piedra angular la idea de no pensar y de manejarse a base de consignas y, sobre todo, a punta de prejuicios que producen una total cerrazón de mollera y conducen a la agresión, la violencia, la persecución de las ideas y la negación de la libertad y de la justicia. Por eso no creo que doña Ruth pueda abrevar de las turbias fuentes de las que bebieron Hitler, Mussolini, Franco, los sinarquistas, el MURO, el Yunque, el Opus Dei, la Unión de Padres de Familia, el Episcopado, Provida, los cursillos de cristiandad, los Legionarios de Cristo y otros muchos grupos y subgrupos del bloque (cemento puro en lugar de neuronas) ultramontano. Me faltaron los Caballeros de Colón, los de la Cruz de Malta, la Adoración Nocturna, la Vela Perpetua, la Acción Católica, la Unión Católica Femenina, la Legión de Cristo Rey y más y más y más.

Veámos qué puede aprender Doña Ruth de la ultraderecha. No es difícil hacer el recuento, pues esta corriente se caracteriza por su esquematismo y por la dureza de sus llamados “principios”. Voy a enumerar algunas de esas enseñanzas que doña Ruth considera útiles:

1. El Estado laico debe desaparecer, así como la libertad de cultos. El pueblo mexicano es católico y, por lo mismo, el Estado debe definirse como católico y seguir los lineamientos de la Iglesia. Los otros cultos deben ser perseguidos, pues “el error no tiene los mismos derechos que la verdad”. Por lo tanto, los luteranos, los miembros de las sectas seudocristianas, los judíos, los musulmanes, los budistas, hinduistas y los seguidores de los ritos de origen africano deben ser extirpados del medio social. “Este hogar es católico y no admite propaganda protestante” es el lema que debe colocarse en las ventanas de la gente de bien.

2. La educación debe ser católica y las escuelas públicas deben impartir cursos de catolicismo y enseñar a los alumnos la oración y los principios de una sana moral en la que no caben los excesos de la carne, las dudas sobre lo decretado por el magisterio de la Iglesia y la difusión de ideas exóticas que, como el comunismo, el socialismo y el liberalismo clásico, son enemigos de la unidad nacional que gira en torno a Jesucristo y a su Iglesia. “Hay que construir la Jerusalén eterna con barro mexicano”, decía el padre Castello. “En México lo que no huele a incienso huele a mierda”, decía el padre Julio Vértiz, hombre de olfato unilateral muy desarrollado.

3. Penalizar el aborto y castigar a las mujeres homicidas. Para el Opus Dei la mujer debe parir todos los hijos que Dios le mande. De su manutención y cuidado espiritual se encargarán las legiones celestiales. Además, cada niño trae un pan (Bimbo, por supuesto, don Lorenzo) bajo el brazo. Las mujeres no tienen derecho a decidir sobre estos temas. Deben, como los súbditos de la Nueva España, callar y obedecer, abrir las piernas para recibir la semilla del macho aburrido y rutinario y volverlas a abrir para dar a luz al producto enviado por los cielos. Además, que las mujeres no piensen en el placer. Están hechas para callar, recibir al macho, atender al guerrero, permanecer como la escopeta (cargadas y detrás de la puerta) y ser modestas y discretas en el acto de la procreación, que es un deber moral, no un placer sucio y bajuno...

4. La propiedad privada es de origen divino y los patrones deben tratar a los obreros con benevolencia y caridad. Los sindicatos dividen a los factores de la producción y debilitan al país. Los patrones saben más que los obreros y a éstos, como a las mujeres, les toca callar y obedecer. Además, en estos terrenos el Estado no debe meter las narices y mucho menos su obeso corpachón. La libre empresa, el libre mercado y los teletones, “redondeos” y goles con causa son las formas sanas del funcionamiento laboral, la política económica y la función social del Estado, respectivamente.

5. Nada de condones ni de anticonceptivos. Nada de sociedades de convivencia. El sida es un castigo a los excesos carnales, especialmente los de los homosexuales. El tema de la pedofilia, por supuesto, no se trata, pues no es más que un conjunto de calumnias lanzadas en contra de la Iglesia y de la educación religiosa. Por otra parte, si se asoma a la ultraizquierda encontrará similitudes preocupantes. Los extremos se tocan, dicen los científicos.

Éstas son, doña Ruth, algunas de las cosas que aprenderá al estudiar a la ultraderecha. Espero que, como decía Sancho Panza, le sean de gusto y provecho.

 
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