Usted está aquí: jueves 27 de septiembre de 2007 Política Salinas frustra deseos de lanzarle crítica “educada” en El Colegio de México

Cancela conferencia; la sustituye con plática a pequeño grupo de alumnos en su residencia

Salinas frustra deseos de lanzarle crítica “educada” en El Colegio de México

Arturo Cano

Asimetrías, cuenta Rolando Cordera, era una mala palabra. Habla el economista y miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Carlos Salinas, el gran ausente de esta mañana, no lo escucha.

No compartirían mesa a la misma hora, aunque sí tema, y cuando Cordera habla, la ausencia del ex presidente es todavía la comidilla en los pasillos.

Queremos desarrollo, no ayuda, refiere Cordera el eslogan de aquellos años pre TLC a los jóvenes estudiantes de El Colegio de México (Colmex) y otras instituciones de educación privada. Y sí, dice que empujado por el interés de la vieja Europa en su costilla del este, Carlos Salinas precipita, empuja, acelera, el TLC con Estados Unidos. Y entonces empieza lo que a la postre se convertiría, ya capítulo caricaturesco, en la americanización de México gracias a Vicente Fox y su TLC plus para vender más coca-colas.

Con cierta timidez, esta misma mañana algunos jóvenes le hablan a Carlos Salinas de esa pecaminosa, innombrable cosa, las asimetrías. Claro, esto que cuenta el cronista es de oídas, porque el señor ex presidente decide, contra su ego y sin pensar en aquellos que aún se ponen de pie al oír su nombre, no venir al Colmex a brindar su conferencia.

Eso fue después. Antes, el campo y la migración (o mercado laboral conjunto) quedaron, por citar dos temas, absolutamente barridos de la agenda. Así lo dice Cordera, a quien pueden escuchar los jóvenes estudiantes en general, porque Salinas, el ex presidente, el padre mexicano del TLC –no debe restarse mérito a George Bush senior– ha decidido no asistir a su cita académica capitalina. Esto no es el Tec, ni el Mit, ni la universidad tecnológica de Agualeguas, aunque Salinas viva a tres minutos de aquí.

Le hablan del campo y no responde. La frontera abierta a los granos en enero próximo merece este comentario en la cita privada con los muchachos: “Hay que recuperar el tiempo perdido”.

Claro, los millones de mexicanos que se han ido de México desde que él dejó al país instalado en el primer mundo –el doble desde entonces– merecen comentario aparte. Dice Salinas a los jóvenes que entonces no había condiciones para negociar el mercado laboral con los republicanos y que los muy voraces querían el petróleo. ¿Asimetrías? No, hombre, puras condiciones objetivas.

Las condiciones subjetivas

Carlos Salinas, el nunca desaparecido de la escena pública nacional, había ofrecido impartir la conferencia inaugural bajo el humilde título de El Tratado de Libre Comercio de América del Norte, perspectivas para la modernización.

Primer error. A tono con la personalidad, el arrastre y el lugar que la historia le ha asignado al conferencista, hubiese sido mejor “El regalo que le di a un desagradecido país premoderno”. ¿O qué tal “Mi papel en la gran epopeya del pueblo mexicano” o “Cien años de Solidaridad y yo”?

No hay que perder la esperanza. Las estaciones de radio informaron la cancelación de la tan esperada conferencia, pero también dieron a conocer que, según comunicado avalado por el Colmex, ésta se repondrá “en una fecha próxima aún no definida”. Claro, siempre y cuando, según el comunicado oficial, el acto sea de “ideas, debate y crítica educada”. ¿Qué les parecería, para que nadie se queje de falta de educación, que el conferencista comience con esta frase: “ni los veo ni los oigo”?

Se nos adelantaron

“¡Qué biblioteca, Dios mío!”, exclama, todavía apantallado por las atenciones de su anfritión, Ricardo García, estudiante del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente, quien ha viajado, con una veintena de sus compañeros, al Distrito Federal, para asistir a un coloquio que tiene como plato fuerte la conferencia de Salinas.

La mayor parte de la comunidad del Colmex se entera de la cancelación de la conferencia esta misma mañana.

“Supimos que venía hace unas dos semanas, por rumores, pues apenas esta semana lo comunicaron oficialmente, vía el correo electrónico institucional”, dice Daniel Yáñez, estudiante de maestría.

El y su colega Aymard Vallejo afirman que la visita de Salinas armó mucho revuelo y que no faltó quienes hablaran de cuestionarlo en vivo y en directo. “Lo invitaron hace varios meses, pero aquí se manejó como un secreto. Es más, en los carteles del coloquio aparece escondido el nombre del ex presidente”, completan los estudiantes.

Otros miembros de la comunidad explican las causas de la cancelación: había gente dispuesta a sacar pancartas y gritar consignas. Uy, y el doctor Salinas y sus invitadores que querían sólo “crítica educada”.

Aranis Kinciño Hernández, el principal dirigente estudiantil, reprocha: “Ustedes se nos adelantaron”. Y otros jóvenes develan el misterio: “Salinas dijo que canceló porque se habían encimado dos actos –el otro sobre seguridad nacional–, pero los compañeros nos dijeron que fue porque se filtró a La Jornada”, como si la visita del ex mandatario fuera un secreto máximo.

Los bocadillos y el poder

En el vestíbulo del Colmex, unos 40 jóvenes, la mayoría hombres y trajeados, esperan la señal. Afuera, un viejo autobús de turismo ha de llevarlos al premio de consolación, la casa de Carlos Salinas de Gortari a un lado del bosque de Tlalpan. Ahí, en la biblioteca que apantalló a Ricardo, Salinas de Gortari recibe a una “comitiva”, en privado. Al frente de las sillas para los muchachos hay dos sillones, en uno se sienta el ex presidente y en el otro una profesora del Colmex a quien los estudiantes sólo aceptan identificar como “la doctora Hernández, que da historia económica y fue maestra de Salinas”.

Los estudiantes salen del Colmex al filo de las 10 de la mañana, y al filo de las doce están de vuelta.

Una de las primeras en bajar del autobús es una muchacha que bufa: “Nos habló como si fuéramos un grupito a punto de votar en unas elecciones”.

Otros sólo echan flores. “Fue un hombre que supo manejar el poder”, “es muy inteligente”, “nos convenció y nos ofreció bocadillos”.

Los organizadores, sin embargo, se resisten a dar más datos. No dicen, aunque todo el mundo lo sabe, que irán a la casa de Salinas. Y al volver sólo escupen generalidades, como si fuese la primera vez que el ex presidente reaparece en la escena nacional. ¿Olvidan su presencia en universidades? ¿No recuerdan que anunció su conversión en activista social? ¿Olvidan que la clase política en pleno acudió a la boda de su hija? ¿Ya no recuerdan que en su casa, la misma a la que fueron, se negociaron las fallidas “reformas estructurales” de Vicente Fox?

Felices de olvidar el pasado

Soy víctima de información falsa e historias fantasiosas. ¿Salinas? No, lo dijo Vicente Fox, tras la polvareda por la exhibición impúdica de sus renovadas propiedades.

Hoy, Fox parece urgido de decir lo que Salinas dijo de él: “El presidente Vicente Fox ha sido muy respetuoso conmigo y con mi administración”. Así lo declaró a The New York Times cuando decretó el fin de la “persecución estatal” en su contra, en 2003, poco antes de pretender operar las “reformas estructurales” foxistas.

“Me he reunido con jóvenes empresarios y académicos, y cuando me hacen preguntas casi nadie habla acerca del pasado. Desean hablar de lo que viene”, decía también entonces.

Hacía tiempo que Fox había enterrado su cacería de “peces gordos” y hoy Salinas podría aconsejar al hombre que se mofaba de él con unas orejas de papel a la manera de Dumbo.

Son otros tiempos. Otro ausente este día es Guillermo Valdés, el director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), vapuleado un dái antes por el secretario de Gobernación, quien falta a la cita en otra mesa del Colmex. ¿Por eso faltó Salinas? ¿Porque tres de cada cuatro mexicanos, según la encuestadora de Valdés (GEA-ISA) consideran a Salinas el peor presidente de la historia?

El padre de la tapatía Consuelo del Carmen Pérez es uno de ellos. “No quiere nada a Salinas”, dice. Consuelo duda después de conocerlo en su biblioteca. Y una compañera suya, al lado, exclama: “¡Yo nací cuando él comenzó a gobernar!”

¿Salinas prefiere hablar con los jóvenes que no vivieron su gobierno?

Hay quienes incluso lo llegan a extrañar. “Eso era inteligencia, no importa la perversidad”.

¿Los jóvenes ilustrados piensan así? Tras hablar con ellos más bien se piensa que fueron Jurasic Park o que simplemente tenían ganas de conocer a ese señor que quién sabe por qué les causa tanto enojo a sus papás.

 
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