Usted está aquí: miércoles 26 de septiembre de 2007 Opinión Isocronías

Isocronías

Ricardo Yáñez

Fragmentos de la canción/ y II

Toda canción, si en verdad canción, sabe. ¿Y qué sabe una canción? Sabe del tiempo, sabe de la palabra. ¿Qué sabe del tiempo, qué de la palabra sabe? Lo que hay que saber. ¿Y qué es lo que hay que saber? Que están vivos. Que están vivos y, lo importante, que se aman. La canción es amor de lenguaje enamorado del tiempo. Toda la música no es sino amor del tiempo, no tanto al tiempo como del tiempo. Y la canción, para decirlo de otro modo, no es sino ese amor enamorado del decir, del soltar la palabra como se suelta en una exclamación, en un “ah”, en un “ay”, en un “carajo”, en un “por fin”. En la canción por fin comienza el tiempo de lo eterno, por rápido que pase.

La palabra de la canción es palabra camino a la Palabra, intuición de lo que dicen todas las palabras si uno pone atento el oír.

Un instante extendido o una eternidad en miniatura, la canción nos evade del tiempo para regresarnos al Tiempo, a los orígenes del tiempo, a la finalidad del mismo.

Todo viene de una voz en la canción, pero de una voz que emprende el viaje hacia la Voz.

El que canta comprende cuando canta y hace comprender por lo cantado. No entender, que eso no importa: comprender. Entender pertenece a la esfera del conocimiento, comprender a la de la sabiduría. Acabo de leer en algún autor que el conocimiento suma, la sabiduría resta. Hay demasiadas canciones en el entorno. Demasiada información cancioneril. Recordemos que Borges pensaba: “¡Cuánta sabiduría hemos perdido por el conocimiento, cuánto conocimiento hemos perdido por la información!” Aprendamos a, diciendo poco, borrar lo mucho que la insensatez pretende hacernos decir.

No existe el habla sin aliento, cantar es alentar. Dar aliento, dar el aliento. Insuflar. Dar vida. Parafraseando conocida frase de Vicente Huidobro, canción que no da vida, mata. Por modesta que sea, una canción de veras, de veras vida da.

Concentradores y emisores de energía comunitaria, compositores y cantantes, artistas en general, se alimentan de su entorno y a su entorno alimentan, no siempre de manera evidente tal vez, pero siempre.

La letra de una canción no tiene por qué ser poesía, pero se diría que a la poesía aspira. Por lo menos, si la canción es buena, a la poesía acerca, acercándose ella misma.

En mi personal punto de vista la poesía no es una construcción por la escritura sino un desarrollo por habla: el que habla se siente superado por lo que habla y sigue ese hablar hasta donde lo lleve: así se encuentra. Es este sentirse superado por la propia habla lo que lleva, por decir algo en la mitad de los casos, al compositor a encontrarle tonada a su hablar, a seguir el tono de su hablar más allá de la simple entonación hablada. En la otra mitad, digamos que el músico encuentra que la melodía rasguña las palabras, las anhela, las llama, las nombra.

 
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