Usted está aquí: lunes 24 de septiembre de 2007 Espectáculos Desenfadado y amoroso concierto de Jorge Drexler con sus “amigos”

“Tan complicados los simples mortales y tan fácil saber qué se traen entre manos”

Desenfadado y amoroso concierto de Jorge Drexler con sus “amigos”

¡Retiro lo dicho!, bromeó el músico ante un atropellado bombardeo de sugerencias

Tania Molina Ramírez

Ampliar la imagen El músico uruguayo sacó lo mejor del público en el Teatro de la Ciudad El músico uruguayo sacó lo mejor del público en el Teatro de la Ciudad Foto: José Antonio López

Parecía que tenían una amistad de años.

Y sí, los presentes este sábado en un Teatro de la Ciudad casi lleno llevan una amistad de años con el músico uruguayo Jorge Drexler, con sus composiciones que hablan de pasiones, dudas, fracasos y esperanzas, que a la vez son particulares y compartidas por todos: tan complicados los simples mortales/ y tan fácil saber qué se traen entre manos, dice en El otro engranaje.

Salía sobrando la formalidad, no cabía distancia entre el público y los músicos. Fue un franco, desenfadado, amoroso e íntimo diálogo en que el público intervenía, pedía canciones, opinaba, lanzaba chiflidos de piropo. Todos participaban y lo hacían con asombroso entusiasmo, a tal grado que en un par de ocasiones Drexler, agradablemente sorprendido, les pedía un poco de calma, como la ocasión en que anunció que había llegado el momento de las complacencias. Ante el atropellado bombardeo de nombres de piezas suyas, terminó contestando jocosamente, “¡retiro lo dicho!” Y entonó Milonga del moro judío: No hay muerto que no me duela/ no hay bando ganador. La frase: Vale más cualquier quimera/ que un trozo de tela triste, fue recibida con aplausos.

Luego una mujer lanzó un certero pedido entre canciones, que Drexler contestó: “cantaré el que pide la señorita, que probó que no es cuestión de volumen, sino de oportunidad”.

El discreto músico uruguayo, quien cumplió 43 años el día anterior al concierto, es una especie de hermano menor (sólo en edad) musical de Joaquín Sabina y Luis Eduardo Aute.

Estaba programado que se presentara en la ciudad de México hace seis meses, pero canceló debido a un accidente que tuvo en Bilbao, donde se lesionó un pie. Drexler aprovechó para rapear esa parte de su historial clínico: “fractura de escafoides…”

Lo acompañaron excelentes músicos, algunos compañeros desde hace años: el baterista de Bilbao Borja Barrueta, el español Diego Galás (violín, mandolina, guitarra acústica y violín de agua), el argentino Matías Chela (computadora y tornamesas), el uruguayo Gonzalo Gutiérrez (bajo) y el español Huma (guitarra).

Sencillo, sin falso sentimentalismo, Drexler interpretó algunas piezas sin acompañamiento, como una emotiva interpretación de Guitarra y vos, que corearon cientos de voces.

Luego, anunció un tema que no estaba en el repertorio: “Me voy a dar gusto con uno de mis compositores favoritos…” “¡Fernando Cabrera!”, se escuchó a uno de los tantos amigos cercanos de Drexler. Risas. Y el músico contestó, divertido: “Sí, es uno de mis favoritos, pero no. Es Leonard Cohen: Dance me to the end of love”, llevada “al terreno de la milonga… Zitarrosa meets Leonard Cohen, dedicado a la memoria de Alfredo Zitarrosa”. El resultado fue una suave, espléndida versión.

Y, quizá para no caer en lo fácil, no interpretó su pieza Al otro lado del río (compuesta para la cinta Diarios de motocicleta), ganadora de un Óscar.

En esta época en la que parece dominar la incomunicación, la falta de solidaridad y la fragmentación, Jorge Drexler, los músicos que lo acompañaban y todos los presentes, lograron mostrar –al menos durante un par de horas– lo mejor del ser humano.

 
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