Usted está aquí: jueves 20 de septiembre de 2007 Espectáculos Andanzas

Andanzas

Colombia Moya

Danza light

Si la verdad no pesa, pero incomoda, más duro es sentarse a escribir y contar mentiras, creerlas. Entrarle de lleno al cuento y escribir lo que me inducen boletines o propaganda, hacer una crónica de sociales en el que el rollo y lo bonito se hacen mito, y la compulsión social, los intereses creados intentan hacernos creer a pie juntillas una historia, un mito que difícilmente la crítica, complaciente y oportunista, es capaz de dilucidar con honestidad, conocimiento y valor, pues sus objetivos son otros: intereses personales, chambas, premios, viajes. Cónclaves de poder y abundancia, pero muy lejos de la calidad y conocimientos, la ética que requiere una crítica profesional, dolorosa a veces, pero más constructiva y útil que el halago fácil y lisonjero, cuyos premios son harto conocidos y a la vista.

Carreras de halagos y mentiras traicionan día a día las apremiantes necesidades del desarrollo lúcido y honesto del arte, la cultura, la danza en México. Sin embargo, es parte de nuestra mística de trabajo, dedicado de por vida a la danza y la cultura en sus múltiples aspectos, observar y descubrir es nuestra vocación, los hilos entramados de la cultura y el arte, la vida y la danza en su anatomía humana y profunda; descubrir la sublime belleza de la conjunción exacta de la obra auténtica, así como las burdas puntadas, remiendos, añadidos y fruncidos de quien teje maliciosamente desde el prapeto del poder mafioso, la ambición desmedida, la sed egocéntrica y narcisista del trascendentalismo, en los que fácilmente se extravía el talento y la verdadera pasión del creador genuino.

Hay verdades eternas que tocan las fibras profundas de la conciencia del ser y estar por medio de la forma y el conocimiento de nuestro entorno. Cosas que ni siglos de mentiras logran ahogar, porque, un día cualquiera, la verdad brilla enceguecedora y nos golpea. Entonces, las piedras, las formas, los sonidos y los cuerpos y las palabras se acomodan y se percibe un golpe de sangre del corazón, el aliento retenido en el estómago, una gran y visceral carcajada, contundente e inevitable, liberando el espíritu.

Así, ya lo dijo Martita –genial y adorada, reverenciada y respetada, tampoco infalible al tiempo–, “el cuerpo jamás miente”. Entonces sabemos que los cuerpos hablan, dicen, balbucean, nos enseñan o nos asombran, y la danza, vehículo prodigioso en el cuerpo, de la única e inviolable verdad de lo exacto en el instante, en la arquitectura del movimiento; nos ilustra, aprendemos y nacemos, sabemos, volvemos a creer, sentimos que vale la pena. Respetamos y festejamos la vida, el existir, poder ver y sentir… disfrutar.

Qué lamentable la verborrea del cuerpo… perdido como molusco sin rumbo. Inútil en todas sus expresiones. Aburre, fastidia, desilusiona.

La masturbación estética, absurda, patética.

Actualmente es más peligrosa que nunca la coherencia. El canto de las sirenas, las contorsiones lascivas de la medusa de cien cabezas, porque estamos en el vértice de los caminos, la hora de las decisiones, seleccionar el camino en este crucero de imprecisiones y nidos perturbadores, es tan fuerte la presión, el silencio plagado de estridencias escandalosas corruptas y provocadoras.

No obstante, aún el espacio, la pluma y un corazón batiente, lucidez incomprendida, nos alientan en la rebeldía, ante la solicitud cortesana de quienes caminan de rodillas y no pueden estimar la espalda haciéndose fuertes unos a otros apretujados y confusos saludando con el sombrero del extraño.

Sin embargo, se agradece la danza en esos cuerpos de bailarines mexicanos chorreando talento, donde quizás ignoran hasta donde son y pueden llegar, porque nadie se los dice, ninguna persona encargada los cuida como joyas preciosas, alienta su crecimiento y cultiva su futuro en esas aulas mezquinas sin generosidad y con mucha ignorancia. Cada quien se parte el alma como puede, o cuidado con la competencia. ¡Shhhh!

La flor fugaz y traslúcida de la danza en los bailarines es tan frágil, hay tal derroche, tanto desperdicio. Más fomentan el ego, el narcisismo, egoísmo, envidias y pasiones que el alma indestructible del gran artista, los esqueletos rumberos, la danza chida, la danza light, el humor… Qué flojera…

Pero mientras “se hace la luz” más vale viejo por conocido: tendremos muy pronto en el Auditorio Nacional Los gigantes de la Danza y la historia de Espartaco, de un célebre coreógrafo ruso –dendenantes– con la maravillosa música de Aram Kachaturian, y el Circo Negro de Praga, este 29 de septiembre en el Metropólitan, y el Romeo y Julieta de Cranko, que es de repertorio santo. Cheque cartelera, por favor, y disfrute la danza, y si puede, hágala, es lo mejor.

 
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