Usted está aquí: miércoles 19 de septiembre de 2007 Opinión Reforma fiscal: el sello de la mediocridad

Alejandro Nadal

Reforma fiscal: el sello de la mediocridad

Los funcionarios y políticos en México tienen décadas de comportarse como agentes de una burocracia mitad soviética, mitad virreinal. La parte soviética está marcada por la rigidez y el duro protocolo centralizador. Obsesionada por la planificación, odia todo lo que no está en el guión oficial. La mitad virreinal lleva el sello de las caravanas cortesanas y la chabacanería de los bailes en palacio. En su frente lleva escritas las fórmulas sacramentales de un respeto falso e hipócrita. Vive en la creencia de que los problemas deben esconderse debajo de la alfombra.

Las dos mitades tienen un rasgo en común: una incapacidad congénita para enfrentar lo imprevisto. Por eso se tiene que desechar lo que no está en el acartonado libreto oficial. Eso explica por qué la llamada “clase política” está tan fuera de contacto con la realidad, con lo que sucede en el campo o en la calle. Sus asesores bailan al ritmo de una música que no existe. Ciegos que están, son incapaces de descifrar la escritura de las paredes.

Un monumental ejemplo de todo lo anterior está en el Paquete Económico 2008 enviado por la Secretaría de Hacienda al Congreso. El documento de la SHCP sostiene que “La Reforma hacendaria por los que menos tienen es un primer paso para enfrentar los desafíos en materia de finanzas públicas que enfrentará el país en los próximos 20 años”. Vaya, hasta el título es un portento de la más pura demagogia virreinal. Pero lo peor es que sus autores se vanaglorian sin razón: no es cierto que este paquete sea un primer paso para enfrentar los desafíos del futuro, si ni siquiera es capaz de hacer frente a la herencia del desastre neoliberal.

Éstos son tiempos de crisis económica internacional, recesión de nuestro principal socio comercial, de un desempleo disfrazado insultante y de un deterioro ambiental formidable e implacable que ya amenaza las perspectivas de crecimiento y bienestar en el futuro. Sin embargo, el gobierno en turno ha presentado un paquete de política que le da la vuelta a todos y cada uno de los problemas que aquejan a la economía mexicana.

Estamos en la culminación de dos décadas de parálisis económica. El gasto per cápita en educación, en ciencia y tecnología, en infraestructura, en desarrollo rural y medio ambiente se ha estancado de manera inexorable por designio claro de la política fiscal. En ese plazo, el pago de cargas financieras, amortización e intereses ha mantenido un volumen extraordinario todos los años. En este periodo, la mayor producción y exportación de petróleo ha servido simple y llanamente para cubrir cargas financieras. Los gobiernos neoliberales serán recordados en el futuro por su traición histórica: han dilapidado uno de los activos más valiosos para pagar la tarjeta de crédito de la francachela financiera de las últimos 20 años.

No hay ningún problema económico importante en el país que sea atendido por el paquete económico para 2008. De hecho, las estimaciones y proyecciones de Hacienda son la mejor confesión de parte. Que juzguen los lectores: esas estimaciones señalan que si no se aprueba la reforma hacendaria tendremos un crecimiento mediocre, ya que el PIB sólo experimentaría una expansión de 3.5 por ciento en 2008. En cambio, los cálculos de la propia SHCP afirman que si se aprueba la reforma hacendaria, también tendremos un crecimiento mediocre en el PIB: sólo 3.7 por ciento. Definitivamente, si usted busca en Google la palabra mediocre, se va a topar con una foto del gabinete económico y sus asesores.

El documento central de la SHCP afirma que “la estabilidad macroeconómica es necesaria, pero no suficiente, para lograr un desarrollo económico con justicia”. Pero la mentada estabilidad macroeconómica ha sido el elemento medular en toda la política económica desde hace dos décadas. Todo se ha sacrificado para lograr y consentir a la estabilidad macroeconómica. Es la primera vez que las autoridades hacendarias reconocen de manera explícita este punto.

Por supuesto, habría que preguntar primero qué significa “estabilidad macroeconómica”. Porque el estado de las finanzas públicas en México no es sinónimo de una gran estabilidad. La represión monetaria tampoco es signo de gran estabilidad. Y si la inflación se ha mantenido bajo control es porque se ha sacrificado el crecimiento, el empleo y se ha mantenido un tipo de cambio sobrevaluado. Lo cierto es que el costo de mantener inflación al nivel de la de Suiza es altísimo. Finalmente, en las cuentas externas, el déficit crónico en la cuenta corriente no es tampoco un baluarte de la estabilidad macroeconómica.

Pero si además ahora nos dicen que no basta la estabilidad en los agregados macroeconómicos para alcanzar el desarrollo con justicia, hay que preguntar al gobierno cuáles son los ingredientes que ahora hacen falta. ¿Tendrán una idea o se trata de una frase hueca, mitad soviética, mitad virreinal?

 
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