José Tomás una nueva pasión
En el recuerdo aquellas tardes de José Tomás, en la Monumental de Las Ventas madrilena, hace cuatro y cinco años. Tardes en que el torero reventó el coso. Volvió el ruedo de refilonazo y garra y no hubo más luna, ni horizonte que el aire que las desgarraba. Luz de torería que era fuego ¡como esperaba los toros en el centro del redondel! Nada de bravuconerías, ni alardes cursis tan en boga. Al llegar el toro a jurisdicción, lo enganchaba por delante en la muleta y a torear con la izquierda con el pase natural, de afuera a adentro y de dentro a afuera. Todo muy templado y con hondura, el remate debajo de la pala del pitón en la cadera. Pases de encaje que recibían al burel y le daban recibimiento de rey.
El misterio que José Tomás despertaba, despierta en la aficionados, es una pasión nueva, original, de difícil descripción. Esa sensación de un algo más, un algo diferente que enloqueció el difícil coso de la calle de Alcalá. Como ha enloquecido a los públicos en su regreso a los toros, lo mismo en Barcelona, Linares, y esta semana en Salamanca. El día de hoy en Arles, Francia con nuestro Joselito Adame que salió por lo suyo, sin importarle el rey de la torería actual, compartiendo orejas y salida en hombros.
Poco a poco recupera el sitio Tomás que perdió en su retiro voluntario, no sin pasar por enfermerías de plazas y el hospital. No se puede torear con hondura y la quietud del madrileño, 100 corridas al año, sin ningún rasguño. Su toreo es pausado, a su compas, a su melodía.
José Tomás deja en el recuerdo, me dejo, ese algo, que se va, que no tiene nombre, ni día, ni año. Esa pasión que se detiene como un reloj a deshora y trata de encontrar un tiempo y un espacio que se pierde.