Usted está aquí: domingo 16 de septiembre de 2007 Política Flavio Galván, el personaje incómodo en la foto del recuerdo

Aún molesta a sus colegas el escándalo de corrupción

Flavio Galván, el personaje incómodo en la foto del recuerdo

Alonso Urrutia (Enviado)

Villahermosa, Tab. 15 de septiembre. La reunión ha concluido y sólo falta la foto oficial del encuentro. En el jardín del hotel posan los asistentes para la constancia de su asistencia a la Reunión Nacional de Juzgadores Electorales. Todos los magistrados federales ríen, todos menos uno: el ex presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Flavio Galván Rivera.

Todos bromean, todos menos uno, que no tiene, por ahora, nada que festejar. Está bajo la mira de quienes lo rodean. Entre las finas formas se adivina el recelo. La institucionalidad obliga a la discreción, pero se sabe que sus colegas están molestos, irritados, por el escándalo de corrupción que ha golpeado al tribunal y los ha alcanzado a todos, aunque no lo quieran, hasta que concluya la investigación, por lo menos.

Pocos o quizá nadie ha digerido el impacto y les urge desmarcarse, dejar claro que no fue un asunto de grupo, sino una conducta personal que se investiga. Por ahora han librado el efecto más devastador y que hubiera sido irremediable: su remoción como magistrados que en un momento se barajó en las discusiones de la reforma electoral, por los indicios de corrupción.

A Galván se le ha visto incómodo en el acto, a ratos visiblemente aislado de sus colegas federales, condición que salva cobijado por la presencia de los magistrados estatales.

Su posición en el organismo es incierta. La investigación sobre el comportamiento de su ex coordinadora de asesores, Norma Inés Aguilar León, lo ha tocado seriamente, aunque no al punto, por ahora, de desmarcarse de su colaboradora cercana durante tantos años.

Mensajes implícitos

Las tomas fotográficas tardan en concretarse. La distribución de los magistrados revela mensajes implícitos. Ahí están todos, pero no todos juntos. A varios metros de distancia, perdido entre la maraña de magistrados locales, Galván Rivera contempla cómo sus colegas se arremolinan en torno a la nueva presidenta.

Alejandro Luna Ramos, Manuel González Oropeza, Pedro Esteban Penagos, Constancio Carrasco y Salvador Nava se ubican lo más cercanamente a la magistrado presidenta, María del Carmen Alanís, quien se muestra sonriente. El escándalo le generó la oportunidad de su vida: alcanzar la presidencia del tribunal.

Quizá por ello le incomoda hablar del asunto. Casi tres días de encuentros, de rehuir entrevistas, de evitar abordar el tema públicamente. Sus personeros le hacen el trabajo y evitan todo acercamiento, mientras la magistrada sonríe, a ratos se carcajea en la toma de la fotografía donde ella es la figura central y lo sabe ahora que todavía no se apaga el escándalo que la vio nacer como presidenta.

Viene después la gráfica exclusiva de los magistrados federales. El adusto rostro de Galván Rivera contrasta con las sonrientes y relajadas caras de sus compañeros.

Parece no hacerle gracia lo que conversan o no la misma a él, a quien no le surge ni una mueca en los tormentosos segundos que dura la toma de la gráfica.

No hay para dónde hacerse: el protocolo obliga a la fotografía de unidad del grupo, aunque sólo sea eso, la toma de un instante que, a veces, esconde la realidad.

 
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