Usted está aquí: jueves 6 de septiembre de 2007 Opinión Unos cuantos piquetitos

Olga Harmony

Unos cuantos piquetitos

Existen excelentes textos dramáticos escenificados por creadores mexicanos que no gozan del favor de los espectadores y fracasan, y otras que, con la misma calidad, en cambio, se convierten en éxitos de taquilla, por lo que hacer teatro en nuestro país es un gran riesgo que se corre. En estos días, las instituciones de mayor prestigio –INBA y UNAM, aunque no es del todo el caso del Centro Cultural Helénico– regresan en sus escenarios a montajes ya muy conocidos, algunos con variados trayectos por otros ámbitos y se estrena poco, aunque se esperan nuevos montajes. En este extraño panorama causa pasmo, por decirlo con delicadeza, que una de las escenificaciones más sobresalientes en el último par de años no haya logrado una temporada en ningún espacio. El concierto escénico a partir de Frida Kahlo, Unos cuantos piquetitos fue elaborado a partir de la invitación que el World Music Theatre Festival de Holanda y fue estrenada en el Tropen Theatre de Amsterdam, haciendo una gira por Holanda, Bélgica e Italia y en nuestro país sólo se ha podido disfrutar en la función de apertura de la Muestra Nacional de Teatro en Pachuca y en tres únicas presentaciones en el marco del Festival Internacional de Música y Escena en la Sala Covarrubias de la UNAM, con lo que se ha privado a muchos espectadores inteligentes y sensibles de apreciarla.

Como García Lozano lo ha expresado, no le interesaba caer en la fridomanía y realizar uno más de los montajes alrededor de la artista que ha alcanzado inusitada celebridad post morten (aunque hace algunos años el director haya llevado a escena la divertida farsa de Alberto Castillo El espíritu de la pintora que toca tangencialmente la vida y obra de la Kahlo). Para lograr una propuesta diferente recurrió a la dramaturga Ximena Escalante –con la que ha trabajado en otras escenificaciones– que dio pie a este espectáculo que tiene el nombre de uno de los más famosos cuadros de la artista, Unos cuantos piquetitos, que por cierto algún cronista despistado confundió con título de mal gusto de la nota roja. Es un brillante y extraño experimento en que los cuadros de Frida Kahlo dan lugar a sensaciones y experiencias, que nos transmiten, cercanas a la figura en que se inspiran los 21 cuadros que integran el libreto, como pueden ser la impudicia, el rechazo al machismo, cierta promiscuidad, la espera del amado, la traición, el dolor y el sufrimiento, la soledad esencial, la muerte. Los personajes, sin nombre, son La portera, Ella, Él, Otro, Otra, Mujer y Frida Kahlo, cuya presencia se mantiene en escena casi constantemente, a partir del desmayo de Ella, dueña de un cuadro que nunca vemos y que expresa el sufrimiento contenido (“Ese cuadro soy yo”, dicen diversos personajes femeninos al verlo). Como es costumbre de la dramaturga, los cuadros muy breves tienen un nombre que tampoco es referencia a la Kahlo, excepto el del título y que se presentan enmarcados en figuras naive tan del gusto de Frida.

En un perímetro diseñado por Philippe Amand, con bastidores rectangulares que suben y bajan para dar los diferentes ambientes y con atisbos iconográficos de la obra de la pintora –el corazón, la batita infantil, la sillita o el traje de tehuana– que bajan del telar o entran a escena, como la tina en la que entrará Ella y no Kahlo o la estilización de Las dos Fridas que se da con la Mujer que aparece al final y la propia pintora, el director desarrolla su propuesta en una de las mejores escenificaciones que se le conocen y cuyo análisis llevaría mucho más espacio del que dispongo, por lo que recurro a adjetivarla de espléndida, en mejores condiciones de audición en esta sala que en la de Pachuca. La dirección musical corre a cargo de Federico Márquez Padilla, los músicos Salvador Torre en la flauta –que lleva a cabo algunos solos en escena–, José Manuel Alcántara, guitarra, Sergio Bautista, contrabajo, Ernesto Juárez, percusiones y Edwin Tovar, percusiones, apoyan la escenificación y la coreografía de Antonio Salinas. El vestuario de Tolita y María Figueroa también da referencias a la pintora, al dotar a las actrices de un tocado de tehuana, sea cual sea su vestuario. También es referencia la cojera y la muleta de La portera, encarnada por la excelente Angelina Peláez, como es igualmente de gran calidad el desempeño sobre todo de Mariana Gajá, como Ella, Mariana Giménez –que da cuenta de sus dotes de bailarina– como Otra y Claudia Ríos en su breve aparición como la Mujer. En muy buen nivel también Andrés Zuno como Él, Héctor Kotsifakis como Otro y Daniela Schmidt como Frida Kahlo.

 
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